El favor de Sánchez a Maduro
El sanchismo, esa coalición de la actual «PSOE» con todas las siglas «habidas y por haber» en el variopinto espacio político compuesto de comunistas, populistas marxistas, nacionalistas con vocación de separatistas, secesionistas golpistas y Bildu etarras, acaba de dar un paso más en el camino para enterrar –como desean– el régimen constitucional de 1978. Su líder supremo, ante el Comité Federal de «su» partido, ha proclamado su voluntad de seguir en el gobierno aunque no cuente con el apoyo del poder legislativo. Ya sabemos que una democracia occidental como la española, –no las populistas, antes llamadas populares– es una democracia parlamentaria, que respeta la división de poderes y es controlada políticamente por el Parlamento donde radica la soberanía nacional y que inviste al presidente del gobierno. Si además de tener los presupuestos de 2023 prorrogados en el actual 2024, –y con elevadas probabilidades de no tenerlos tampoco para el ejercicio de 2025–, pretende «gobernar» al margen de las Cortes Generales, habrá que tomar muy en serio su falta de legitimación para el ejercicio de la función de gobierno.
Hablamos de legitimidad «de ejercicio», para diferenciarla de la legitimidad (legal) de origen –de la que sí dispone al haber sido investido por el Congreso de los Diputados. El sanchismo político es una auténtica patología para nuestra democracia y nuestra sociedad, intoxicadas por la carencia absoluta de principios elementales para una digna convivencia como el respeto a la palabra dada, inexistente en la persona que reside en la Moncloa.
Una prueba adicional de su personalidad es la relación que mantiene con su amigo Maduro, haciendo y diciendo simultáneamente una cosa y la contraria en relación al fraude electoral del pasado 28 de julio. Así, ante (casi) todos los «progresistas socialistas» del máximo órgano de «su» partido entre Congresos, hizo un canto al ganador de las elecciones en Venezuela Edmundo González para a continuación concederle asilo político en España. Lo que significa hacerle un gran favor a Nicolás Maduro a quien le aleja su principal amenaza para su permanencia en el poder. Esa conducta no tiene nombre, o quizás sí lo tendría –«poner una vela a Dios y otra al diablo»– un conocido aforismo, no aplicable a Sánchez que solo le pone velas, sabido es, al «príncipe de la mentira». Y el ministro de la memoria pseudohistórica y pseudodemocrática, que miente al hablar del exilio de Edmundo González negando haya sido pactado con Maduro. Debe explicar a los españoles cómo puede aterrizar y despegar del aeropuerto de Caracas un avión del Ejercicio del Aire de España sin haberlo pactado con él. Un mínimo respeto a la verdad y a los españoles, memorístico ministro.