Armas de destrucción masiva
No hablo de las que no tenía Irak, sino de otra de destrucción política y moral, diseñada por el PSOE para convertirse en el gran adalid de la democracia y el progreso, y bloquear cualquier oposición, tildándola de “fascista”, “extrema derecha”, etc. El arma consistió en acusar al franquismo de todos los crímenes y abusos concebibles, genocidio incluido.
Una campaña ruidosa e insistente año tras año desde la universidad y los medios de masas, bien nutrida con dinero público, ha logrado que la mera mención del franquismo suscite en millones de personas repulsa automática, parecida a los reflejos condicionados animales. El éxito de esta “destrucción masiva” ha sido tal que un partido tan directamente proveniente del franquismo como es el PP, se ha sumado a la campaña, por mezcla de oportunismo y vaciedad intelectual.
El éxito de la masiva destrucción moral y política del franquismo es tanto más asombrosa cuanto que ni el PSOE ni los separatistas hicieron resistencia digna de reseña a un régimen tan supuestamente criminal. Por el contrario, todos los socialistas que tomaron vuelo desde la transición habían prosperado tranquila y provechosamente en medio de tanto crimen “fascista”, muchos de ellos como funcionarios del régimen y hasta como confidentes de su policía, como fue el caso del que sería llamado “amo de Asturias”.
Pero, sobre todo, mi reciente estudio sobre el PSOE creo que deja irrebatiblemente claro que de todos los crímenes y abusos achacados injusta o exageradamente al franquismo, puede acusarse con plena justicia al PSOE y a los separatistas.
La comprensión de su trayectoria y de sus ideas profundas es esencial para acabar de una vez con la gigantesca farsa en que se ha convertido la política española, volviendo contra ellos su propia arma.
Ello dependerá de la difusión que alcance el libro. Pues es bien significativo que la “cancelación” de mis libros no nace de sus tesis, sino del mero hecho de su publicación o difusión. Eso, el efecto político de la verdad, es lo que les espanta, hasta el extremo de combatirlo con leyes tiránicas.