Franco vuelve al Congreso
Edurne Iriarte.- No es cierto, lamentablemente, que haya un consenso claramente mayoritario sobre la defensa de la democracia y el rechazo a cualquier forma de dictadura y uso de la violencia. O aquella simplicidad de Francis Fukuyama en 1992 sobre el fracaso definitivo del comunismo, el fin de la lucha ideológica y el triunfo de la democracia liberal (El fin de la historia y el último hombre). De eso nada, como muestra el caso español. Aquí, hay una derecha que, en efecto, rechaza todas las dictaduras y abraza la democracia liberal y una izquierda y un nacionalismo que rechazan algunas dictaduras pero defienden otras.
Y sin ningún asomo de vergüenza, en buena medida, porque hay una sociedad que lo permite con total tranquilidad, porque ser comunista es una cosa muy simpática y moderna, con sus millones de víctimas incluidos. De ahí que un PSOE, que parece estar volviendo al marxismo que abandonó, haya traído esta semana al Congreso una iniciativa para disolver asociaciones que justifiquen el franquismo. Sin ni siquiera darse cuenta de que sus argumentos llevan inevitablemente a la disolución de todas las asociaciones comunistas o cercanas a dictaduras como la de Maduro, o justificadoras de grupos y líderes terroristas, o incluso de las defensoras del golpe de Estado separatista de Cataluña de 2017.
A medida que la dictadura franquista se aleja en el tiempo, Franco ha perdido presencia en los discursos de la izquierda. En los últimos tiempos, la expresión «derecha y ultraderecha» ha sustituido a la de «franquistas» o «fachas» para deslegitimar a la derecha. Pedro Sánchez, por ejemplo, pronunció hasta 8 veces «derecha y ultraderecha» en su discurso inicial del pasado miércoles en el Congreso. Pero la radicalización del socialismo, las exigencias de los socios extremistas y nacionalistas y la desesperación de un Gobierno acorralado explican que recuperen de nuevo a Franco. Como supuesto motor para activar a los votantes de izquierdas en la cruzada del «progresismo contra la derecha y la ultraderecha».
En 2021, PP y Vox votaron en el Congreso a favor de una proposición no de ley que condenaba los totalitarismos fascistas, nazi y comunistas, mientras que toda la izquierda y los nacionalistas votaron en contra porque se negaron a condenar las dictaduras comunistas. Y esta es la realidad de toda la izquierda europea, no solo de la española, en contra de las tonterías defendidas por los Fukuyamas de este mundo. No había más que ver el martes en el Congreso a comunistas y nacionalistas varios defendiendo con ardor la disolución de asociaciones franquistas, sin asomo de conciencia de que sus palabras les obligan a disolverse a ellos mismos. Y a los socialistas, a disolver a casi todos sus socios. Y a este paso, también a ellos mismos, tras los numerosos pactos con quienes defienden a los etarras, con el consiguiente menosprecio y humillación de la dignidad de las víctimas, argumento central de la iniciativa socialista para disolver asociaciones franquistas.
El descaro con el que izquierda y nacionalistas condenan a unos dictadores y justifican a otros es tal que solo hace unas semanas defendieron en el Congreso al dictador Maduro. Y la cosa va mucho más allá de que sean valientes con los dictadores muertos y débiles con los vivos. Es peor, es que hay dictadores, los de izquierdas, que les parecen estupendos.