El ‘tsunami Errejón’, la caída de la careta feminista que mina el crédito de la izquierda
Un escalofrío recorre la izquierda. “Esto es terrible”, se musita entre los partidos de la noqueada Sumar y se proclama en Podemos, en una onda expansiva que alcanza al PSOE y abre una destructiva vía de agua en un Gobierno atenazado por los sobresaltos, a cada cual peor.
Íñigo Errejón dimitió -le empujaron a hacerlo- por su señalamiento como un agresor sexual que se prevalía de su posición de poder el mismo jueves en que se cumplía un año de aquella airosa imagen en el Museo Reina Sofía de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz rubricando el pacto para reeditar la coalición tras haber salvado sus muebles el 23-J. El renovado gabinete “progresista y feminista” reforzaba entonces su “compromiso de lucha contra las violencias machistas”.
Pero las denuncias contra Errejón -la de la actriz Elisa Mouliaá en comisaría y las anónimas en las redes sociales- han detonado una carga de profundidad que compromete el futuro del ya agujereado proyecto de la vicepresidenta primera, la entereza de ésta -bajo sospecha sobre qué sabía, si lo dejó pasar o si lo encubrió- como sostén de Sánchez y la credibilidad de las izquierdas como garantes de los derechos de sus conciudadanas.
“No hay un país digno en el que las mujeres tengan miedo por su integridad, por su libertad de movimiento, por sus condiciones de vida”, resuena la elocuencia de Errejón en la traicionera hemeroteca que circula estos días. Vídeos que ilustran lo que el PP, al que se le ha abierto el filón más inimaginable en un trance crucial de la legislatura, calificó de “feminismo hipócrita” a las dos horas de que el cofundador de Podemos y pieza clave de Sumar anunciara su forzosa renuncia tras admitir, de puertas hacia dentro, sus “devastadoras” -el adjetivo lo puso este sábado el ministro de Cultura y portavoz de los magentas, Ernest Urtasun- conductas machistas.
El dirigente del verbo sofisticado; el ideólogo cultivado que abrillantó el primer Podemos y que ahora seguía luciendo en el Congreso en medio del desinfle de la otrora presidenciable Yolanda Díaz; el diputado de maneras amables siempre dispuesto a la sonrisa; el elegido, en definitiva, para reflotar el ideario programático de Sumar en la asamblea de diciembre amenaza con dejar tumbados en la lona al partido de la vicepresidenta y a ella misma, al universo de siglas que orbitaba en torno a él y al crédito feminista de la izquierda que se dice “horrorizada”, en palabras de Más Madrid. Unas y otros socavados por lo que el coordinador general de IU, Antonio Maíllo, define como “el machirulismo” político que se nutre del sexismo “estructural”.
“He llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona”, pretendió exculparse en su carta de defunción pública un Errejón que había confesado, tiempo después de su aplaudida intervención en su escaño el 17 de marzo de 2021 en apoyo a la salud mental, que él mismo estaba acudiendo a terapia. “¡Vete al médico!”, le espetó aquel día un diputado del PP, en un arrebato tan despreciativo como inesperadamente profético. Seis meses después, la noche de finales de septiembre en que la invitó a la presentación en Madrid de su libro ‘Con todo: de los años veloces al futuro’, Errejón violentó a Elisa Mouliaá según pormenoriza ésta en la denuncia formalizada el jueves, a las 23.35 horas, ante la Brigada Provincial de la Policía Judicial.
Corrían los rumores -como con el exministro José Luis Ábalos- sobre la vidriosa vida personal del político brillante del que hoy se barrunta que utilizaba su aura para someter a mujeres a contactos tóxicos. Se especulaba con su supuesta adicción a la cocaína; se relataban relaciones en cadena, ‘el hombre liana’ que puede esconder un narcisista patológico. Pero la máscara del personaje que tapaba una realidad escabrosa -y hoy ya potencialmente delictiva- no empezó a caer hasta este lunes, cuando trascendió el mensaje anónimo de una mujer, canalizado por la periodista Cristina Fallarás -quien dice tener más denuncias contra políticos a izquierda y a derecha-, que dibujaba a Errejón como un maltratador psicológico.
El “chivo expiatorio”
El “monstruo” al que Mouliaá retrata como un ser frío y tiránico que aquella noche de hace tres años la besó, la manoseó y la intimidó “sacándose su miembro viril” sin su consentimiento; alguien diametralmente opuesto en la intimidad al político para el que el feminismo era las tablas de ley de la igualdad y el consentimiento -el ‘solo sí es sí’- el primer mandamiento del sexo. Errejón no solo se ha demostrado un farsante. Era una bomba de relojería andante que les ha estallado a Díaz y a la líder de Más Madrid, Mónica García. Ambas ministras, ambas mujeres.
Porque -y ahí se sitúa en gran medida la fiscalización política del caso- hay una fecha que cuestiona la diligencia de ambos partidos. El 19 de junio de 2023, una joven identificó en X a Errejón como el hombre que dos días antes la había tocado ilícitamente en un concierto en Castellón. En su profuso relato, borrado después, la afectada señala a una tal “Loreto” como “mediadora” del político para echar tierra sobre el asunto. La aludida, Loreto Arenillas, antigua colaboradora del exdiputado, ha acabado dejando su escaño en la Asamblea madrileña, pero presentándose como “chivo expiatorio” de la entonces secretaria de Organización de Más Madrid, Manuela Bergerot. Otra mujer, la que hoy hace de azote de Isabel Díaz Ayuso.
En esas fechas, Sumar cerró la candidatura al 23-J, junto a Podemos y una quincena de formaciones más, con Errejón de número cuatro. Al menos Más Madrid ya tenía constancia del episodio del concierto, aunque otras fuentes ajenas al partido extienden el conocimiento de “los peligros” que entrañaba la conducta vital del hombre a quien Díaz elevó a portavoz en el Congreso tras mandar a Marta Lois a Galicia a pelear por la nada electoral. “He recibido información de que había gente que lo sabía”, exigió el viernes responsabilidades Antonio Maíllo porque esto “abre en canal a la izquierda”.
Ahí, en ese espacio político que hoy mengua en las encuestas, nadie se atreve a asegurar que “todo esté montorizado” con la salida de quien concitó tantas expectativas de cambio. Y nadie, tampoco, osa aventurar hasta dónde llegará la riada.