Las malas noticias para el Gobierno
Francisco Marhuenda.- La realidad es que los cortafuegos no funcionan y los viajes de Sánchez por el mundo tendrán un efecto placebo, pero no impiden que la situación sea cada vez más complicada.
Me sorprende que se pierda la objetividad en el análisis y se compre la propaganda gubernamental, pero aun más la estrategia chapucera que han emprendido los implicados. Los intentos de socializar los escándalos no funcionan y los ataques contra Ayuso resultan patéticos. Es ridículo exagerar los problemas de la pareja de Ayuso con Hacienda, previos a su relación, para ponerlos al mismo nivel que el escándalo de Ábalos, la situación judicial de la familia del presidente del Gobierno o las graves acusaciones de machismo que han provocado la dimisión del portavoz de Sumar, Íñigo Errejón. La lista puede ser más larga, pero estos tres asuntos son demoledores.
La inestabilidad se ha instalado entre los socios y colaboradores del Gobierno. Es una legislatura agotada, aunque Sánchez ha decidido aguantar sin importarle otra cosa que su continuidad. La demolición de Sumar y la patética reacción de Yolanda Díaz y Mónica García muestra la escasa exigencia ética de la izquierda radical. Son más importantes los sillones que los principios.
La Justicia en España es independiente y los jueces se limitan a cumplir con su función jurisdiccional al servicio del imperio de la ley y el Estado de Derecho.
Lo demostró con el Partido Popular que perdió el Gobierno por una moción de censura. Es cierto que la fuerza de la izquierda mediática fue entonces impresionante e hizo imposible que el PNV mantuviera su apoyo, aunque ahora no le importan los escándalos que afectan a Sánchez. Su numantina resistencia no responde a una causa justa. Hay que decirlo con claridad.
No me importa que gobierne el PP o el PSOE, lo único que defiendo es la transparencia, el buen gobierno, la separación de poderes y el Estado de Derecho. En cambio, esta sucesión de malas noticias, que no es un invento de la fachosfera, debilita nuestra democracia y el prestigio de España en el mundo. La nueva moda de no asumir ninguna responsabilidad, mentir y utilizar las instituciones en contra de un poder del Estado es un disparate enorme. No tiene precedentes ni en la democracia española ni en ninguna de Europa.