Errejón: de adalid del feminismo a escándalo de acoso, del “No es No” al “No es Sí”
Hace poco más de una década, Íñigo Errejón, junto a Pablo Iglesias y Carlos Monedero, se situaba en la vanguardia de la política española al convertirse en una de las voces más potentes surgidas del 15-M. En un momento en el que miles salían a las calles clamando por un cambio, Errejón y sus compañeros aparecieron como defensores de los valores de justicia social, feminismo y transparencia, prometiendo transformar una política dominada por la corrupción y el patriarcado. Sin embargo, el reciente escándalo que involucra al propio Errejón, acusado de acoso por la actriz Elisa Mouliaá y, supuestamente, por otras mujeres, arroja una sombra oscura sobre el que alguna vez fue un abanderado de los derechos de las mujeres.
La denuncia de Mouliaá ha puesto sobre la mesa una narrativa que confronta directamente los valores que Errejón y su partido defendieron públicamente. La ley del “Sí es Sí”, una de las banderas de la coalición política de la que formó parte, fue diseñada para poner el consentimiento en el centro de las relaciones, buscando proteger a las mujeres de situaciones abusivas. Resulta, cuando menos, irónico que una de las voces más visibles en su defensa se vea ahora implicado en un caso que cuestiona precisamente esos principios.
Más allá de los detalles, la denuncia y el testimonio de la actriz generan preguntas profundas sobre el verdadero compromiso de Errejón con el feminismo y los valores que defendió desde el atril. En su declaración, Mouliaá expresa cómo se sintió “invadida” y “paralizada” ante el comportamiento de quien, hasta ese momento, consideraba una figura respetable y segura. La gravedad de sus palabras es innegable, y refleja un desencanto profundo no solo a nivel personal, sino en el ámbito de la confianza pública.
Este caso no es solo una cuestión privada entre Errejón y sus presuntas víctimas. La denuncia de Mouliaá y las alegaciones de otras mujeres representan un golpe directo a los cimientos de una izquierda que se construyó sobre la defensa de los derechos de las mujeres y la erradicación del machismo en todas sus formas. Para una sociedad que sigue lidiando con los efectos de la violencia de género, el que figuras públicas, autoproclamadas feministas, puedan verse envueltas en estos escándalos, desvela la distancia entre el discurso político y las acciones privadas.
La reacción de Errejón y su entorno también merece atención. Frente a acusaciones de tal magnitud, una defensa evasiva o la minimización de los hechos solo acrecientan las dudas y erosionan la credibilidad de quienes representaron, al menos en teoría, el cambio ético en la política española. En momentos así, es fundamental que los líderes no solo se muestren firmes en su rechazo a estos comportamientos, sino que también estén dispuestos a rendir cuentas de manera abierta y sincera.
Este escándalo plantea, además, una reflexión sobre la facilidad con la que algunos políticos se apropian de causas sociales para ganar popularidad y apoyo. En los últimos años, el feminismo se ha convertido en un pilar de los discursos políticos, y algunos líderes han abrazado esta causa en sus campañas, pero los hechos nos recuerdan que el verdadero compromiso con el feminismo va más allá de palabras en un mitin o votos en el Congreso. Requiere una coherencia ética y un respeto real por los derechos de las mujeres, dentro y fuera de la política.
Las acusaciones contra Errejón, más allá de lo que determine la justicia, evidencian la necesidad de ser críticos y exigir coherencia a quienes tienen el poder de decidir y representar. La sociedad demanda respuestas y coherencia de quienes han prometido construir una sociedad más justa e igualitaria. Al final, las palabras son solo palabras si no se respaldan con acciones.
Hoy, Íñigo Errejón no solo enfrenta una denuncia, sino un juicio moral ante quienes creyeron en él. El resultado de este caso y la respuesta de la clase política ante este tipo de conductas nos mostrarán si, en verdad, el compromiso con la justicia y el feminismo es una realidad, o si solo ha sido una herramienta para alcanzar el poder.