El chantaje de los presupuestos
Francisco Marhuenda.- Nunca hay que bajar la guardia con Sánchez. No importa lo que suceda. Su prioridad es la supervivencia y todo se supedita a ello.
Los abucheos que sufrió el otro día muestran el rechazo que provoca. No eran una minoría y lo sabe. Hasta se ha dado cuenta el millonario José Miguel Contreras. Por ello, la armada progubernamental ha redoblado los ataques contra Mazón, Feijóo y el PP, así como contra el Rey, aunque con sutileza, porque goza de prestigio y respeto. El problema es que Sánchez no soporta que no compren su relato y que le insulten cuando todos tendríamos que estar satisfechos y felices por el gran líder que tenemos. Este martes ejerció de Sánchez y anunció una lluvia de millones que me temo, como es habitual en sus sanchadas, nunca llegará en su totalidad. Lo importante no es el fondo, sino las formas y colocar el mensaje propagandístico. ¿A quién le importa la verdad o cumplir los compromisos? Desde luego, a Sánchez le es igual. Ha conseguido titulares en los medios de comunicación y sus palmeros han aplaudido al gran líder.
Es inaceptable que quiera chantajear al Parlamento utilizando la catástrofe: si queréis ayudas e inversiones me tenéis que votar los Presupuestos. No se puede aceptar un chantaje tan lamentable. Sánchez apareció en carne mortal y bajó del Olimpo para vender la propaganda y colocarse las medallas. No podía dejarlo en manos de Pilar Alegría no fuera que se hiciera un lío. Ahora «todos somos Estado», aunque Sánchez más que nadie. Y sabemos que desde el minuto uno el Gobierno estaba preparado. Es decir, matrícula de honor para el sanchismo. Hay que agradecer que sepamos, por fin, que lo hizo tan bien, porque nadie se había enterado. No hay más que ver el triste resultado.
La mejor respuesta a la incompetencia sanchista es la desolación que existe en las zonas devastadas. Todo el mundo sabe que el Gobierno es quien tiene los medios económicos, materiales y humanos. Nos tranquilizó por su buena salud y agradeció el interés ciudadano. Es lógico, también, por el disgusto que sufrió de manos de algunos súbditos. Ahora sabemos que su frase «si necesitan algo, que me lo pidan» demuestra que la generosidad depende de él. Por eso hay que aprobar los presupuestos que quiera. El Estado, soy yo.