Elecciones en Estados Unidos: la hecatombe de un Partido Demócrata que pierde el apoyo de sus bases tradicionales
Quedaba mes y medio para las elecciones y una alarma se encendió en los cuarteles del Partido Demócrata. De esas que avisan que mientras las encuestas van por un lado la realidad empieza a caminar por otro. 18 de septiembre. Teamsters, uno de los principales sindicatos de Estados Unidos, anunciaba que no pensaba respaldar a ningún candidato este 5 de noviembre. El problema surgía porque era la primera vez que decidía ser neutral desde 1996 y porque Joe Biden había sustentado gran parte de su victoria en 2020 en el apoyo mayoritario de los trabajadores. En esa clase media de estados como Pensilvania o Michigan, temerosa de perder sus empleos en un mundo cada vez más globalizado y con una emigración creciente a la que considera una amenaza para unos puestos de trabajo que cada vez pierden poder adquisitivo.
La alerta roja se encendió porque la decisión de quedarse al margen se tomó después de saberse que el 58% de sus miembros optaba por votar a Donald Trump, frente al 31% que apostaba por Kamala Harris. El candidato ahora ganador lo definió como un “honor”. Mientras las encuestas alimentaban el sueño y Harris se rodeaba de Taylor Swift y Beyonce, los afiliados de Teamsters enseñaban el camino de la América real, la que este martes dio un triunfo arrollador a Trump y le hizo perder al Partido Demócrata 14 millones de votos respecto a 2020, cuando Joe Biden superó los 80 millones de papeletas. Por poner en contexto, 11 millones más que Barack Obama en 2008.
Consciente del peligro, el partido colocó como candidato a vicepresidente a Tim Walz, gobernador de Minessota, con el que se quería retener a los trabajadores de los estados del Medio Oeste. Pero la fórmula se ha demostrado fallida. Biden siempre había sabido conectar con ese sector de la población, hacerles sentir parte de la base ideológica del Partido Demócrata. De hecho, hace poco más de un año se convirtió en el primer inquilino de la Casa Blanca en apoyar un piquete en la era moderna. Ataviado con una gorra de béisbol con el logo del sindicato de Trabajadores del Automóvil Unidos y, megáfono en mano, arengó a los obreros del sur de Detroit, cargando contra Wall Strett y exigiendo a las empresas de automoción que les pagasen más.
Harris irrumpió en julio como un huracán, dio la vuelta a las encuestas y devolvió la esperanza a unos demócratas alicaídos por los titubeos de Biden. Durante meses su estrella iluminó la campaña de su partido. Pero el espejismo que se levantó alrededor de la todavía vicepresidenta resultó ser precisamente eso, una ilusión que ha chocado de bruces con la realidad y que coloca a su formación ante un futuro complicado tras evidenciarse que ha perdido el apoyo de buena parte de sus bases tradicionales.
Sangría a todos los niveles
Según las encuestas poselectorales de la CNN, la sangría se produce a todos los niveles. Si hace cuatro años los demócratas ganaron entre los menores de treinta años por 24 puntos, ahora lo han hecho por 13. Entre las mujeres, los republicanos también han mejorado posiciones y solo entre la comunidad negra los demócratas habrían mantenido su fortaleza. El caso más signiticativo y donde la fuga de votos se ha convertido en un torrente ha sido entre los latinos. En 2020, Biden ganó en esta comunidad al candidato republicano por 33 puntos; Harris lo ha hecho solo por 8 en mitad de un fuerte debate sobre el endurecimiento de las políticas migratorias.
Durante la campaña acudieron en ayuda de la vicepresidenta, entre otros, George Clooney, Taylor Swift, Beyonce, Oprah Winfrey y Bruce Springsteen. Pero tampoco eso ha salido demasiado bien porque Harris ha terminado apareciendo a ojos de muchos potenciales votantes como la aspirante del ‘establishment’ y Trump como el representante del pueblo.
La candidata demócrata perdió también apoyos por la izquierda. Michigan es un caso paradigmático. Con una importante población de origen árabe, el respaldo a Israel ha sepultado a Harris y a un Partido Demócrata atrapado en un laberinto y al que le queda por delante una enorme travesía por el desierto.