Sánchez en Bakú: «El cambio climático mata»
Se dice que «tras la tempestad vuelve la calma», pero según anuncian los meteorólogos, parecería que lo que vuelve «no es la calma» sino «otra DANA». Es posible que ante la experiencia vivida, sea preferible equivocarse por exceso de alarma que por defecto, pero eso tiene el riesgo añadido de que la población acabe acostumbrándose y no haga caso ni de unas ni de otras. Porque es evidente que no se puede mantener en alerta permanente a una población dada la tensión y problemas físicos y psíquicos que comporta, así como tampoco un estado de movilización permanente y extrema de los medios necesarios de prevención.
Sirva de ejemplo las alarmas en la lucha antiterrorista y el elevado riesgo de declarar el nivel máximo salvo cuando está muy acreditado, por la dificultad que comporta rebajarlo posteriormente ante la amenaza de un inmediato y posterior atentado.
Por ello, una de las lecciones a extraer de la actual catástrofe, es actuar conforme exige una política de Estado en la declaración de las correspondientes situaciones previstas en la ley del Sistema Nacional de Protección Civil y Emergencias.
Ahora y para que se cumpla que «no hay mal que por bien no venga» en la actual tragedia, es necesario olvidarse de los dogmas del «cambio climático» y repasar las desgracias sucedidas en esa zona de la provincia valenciana a lo largo de la Historia que están perfectamente documentadas.
Al respecto y como un ejemplo de ellas es de interés repasar la obra «Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía y Agricultura del Reino de Valencia» de D. Antonio Josef Cavanilles, editada en 1795. En ella se recoge en la lengua castellana de la época lo siguiente, sucedido en 1775: «y continúa por el término de Cheste donde recibe otro considerable engrosado … junto a la venta de Poyo, pasa después por las cercanías de Torrent como igualmente Catarroja y desagua en la Albufera de Valencia. Su profundo y ancho cauce siempre está seco salvo en las avenidas cuando recibe tantas aguas y corre tan furiosamente que destruye cuanto encuentra.
En 1775 causó muchísimas desgracias en Chiva sorprendiendo a medianoche a sus vecinos; asoló un número considerable de edificios, esparciendo por más de dos leguas los tristes despojos y los cadáveres de los pobres que no pudieron evitar la muerte…». Al parecer en 1775 ya había comenzado el «cambio climático» aunque no lo sabían; igual que en las inundaciones de 1957 o las de 1962. Por eso Sánchez se ha ido a la Cumbre del Clima en Bakú a decir que «el cambio climático mata». Y de paso no tener que explicarlo en el Congreso.