¿El PP se atreverá con Teresa Ribera?
Francisco Marhuenda- Creo que Teresa Ribera no tiene que preocuparse, porque no creo que el PP lleve el pulso más allá de los fuegos de artificio. Es poco probable que quieran disgustar a los sorayistas que nacieron rendidos ante Sánchez. Hay que reconocer que estarían muy bien como ministerio de la oposición en el gabinete socialista comunista. A las órdenes de Bolaños, están Conde-Pumpido, como ministro de Justicia en la sombra, y «cariño» Armengol al frente de la cartera del Poder Legislativo.
El simpático Borja Sémper encajaría como satélite del sanchismo. Nada que ver con el PP que consiguió la victoria de 1996 y la mayoría absoluta de 2000. He de reconocer que todavía confío en que Feijóo se caiga del caballo como San Pablo y vea la luz. Hasta el momento hay más oscuridad que claridad. Por suerte, Ayuso defiende la posición con mano firme mientras el barón valenciano ha quedado fuera de juego y Moreno sigue en silencio a la espera de heredar sin esforzarse. No me sorprende. Hace muchos años que le conozco y es un político listo, trabajador y hábil, aunque no se moja ni en la ducha.
El PP Europeo acabará votando a Ribera como vicepresidenta, aunque le hagan sudar la camiseta. No se atreverán a llevar el veto más allá de las florituras aburridas e intrascendentes que caracterizan al Parlamento Europeo. Es un gran balneario que está al servicio de Ursula von der Leyen, aunque controlado con mano férrea por los grandes partidos.
Hay que recordar que es una correa de transmisión y quien se mueve no vuelve a salir en la foto. Por tanto, ningún gesto heroico. Se cobra una pasta gansa espectacular y ya tienen una edad en la que es importante pensar en la jubilación y, sobre todo, en la pensión. No hay mejor vida para un político que acabar su carrera con el máximo chollo de la política europea. Esto permite garantizar que Ribera será vicepresidenta de la comisión, aunque le limiten su poder, algo que estaba previsto, y entre a formar parte de ese olimpo que maneja con mano férrea la ambiciosa Ursula, que nunca ha querido a España, sueña con ser una canciller de hierro y le ríe las gracias a Sánchez mientras le levanta la cartera a Feijóo.