La guerra de mil días
El conflicto en Ucrania, que ya supera los mil días de duración, no solo ha traído destrucción y muerte, sino que también ha puesto al mundo al borde de un colapso político y económico. A pesar de los intentos de la administración Biden y Europa de seguir financiando a Ucrania sin exigir avances significativos hacia la paz, cada vez son más las voces que cuestionan esta estrategia. Entre ellas, destaca el expresidente y presidente electo Donald Trump, quien ha demostrado ser el único líder occidental con la valentía y la capacidad de buscar soluciones reales a una crisis de esta magnitud.
El progresismo global, que durante años ha demonizado a Trump como una figura polarizadora, ahora parece depender de él para evitar una escalada bélica que podría derivar en una Tercera Guerra Mundial. Irónicamente, este “villano” para las élites globalistas ,fue el único presidente en décadas que no inició guerras y que tuvo la osadía de cruzar la frontera entre Corea del Sur y Corea del Norte en 2019, en un acto histórico que nadie más se atrevió a realizar.
Trump se reunió personalmente con el líder norcoreano Kim Jong-un, logrando avances en la desescalada de tensiones en la península coreana, algo que el progresismo mundial consideró imposible. Este precedente demuestra que Trump no solo entiende el valor de la diplomacia directa, sino que también sabe cómo utilizarla para lograr resultados tangibles.
La guerra en Ucrania, que ha desgastado tanto a la economía europea como a la estadounidense, se ha convertido en una herida abierta para Occidente. A medida que los días pasan, el conflicto se aleja de una solución y se aproxima a una posible escalada global, como lo demuestran los recientes movimientos de Biden al autorizar el uso de armamento de largo alcance contra Rusia.
Frente a esta realidad, Trump ya está actuando. Según informa el periódico El País, el presidente electo ya habría llamado al líder ruso Vladímir Putin para pedirle que evite una intensificación del conflicto mientras se prepara su toma de posesión en la Casa Blanca. Durante la conversación, Trump enfatizó la necesidad de destensar la situación y expresó su interés en impulsar un diálogo de paz una vez asuma el poder. Además hizo alusión a las tropas estadounidenses que están en Europa. Este movimiento demuestra no solo el compromiso de Trump con la estabilidad global, sino también su disposición a tomar decisiones estratégicas incluso antes de asumir el cargo.
Con los mil días de guerra en el horizonte, Trump se posiciona como el único líder occidental capaz de mediar en el conflicto y evitar una catástrofe mayor. Su historial como negociador con actores complejos, como Kim Jong-un y Vladímir Putin, lo respalda. Mientras Biden y las élites progresistas buscan perpetuar un conflicto que beneficia a ciertos intereses, Trump propone un enfoque realista y pragmático: priorizar la paz por encima de agendas políticas y económicas.
En un momento en que el mundo parece estar al borde del abismo, Trump vuelve a demostrar que su liderazgo no es una amenaza, sino una oportunidad para restaurar la estabilidad global. Como ya lo ha demostrado en su conversación con Putin, está dispuesto a actuar para evitar una guerra total. La pregunta es: ¿permitirá el progresismo mundial que el hombre que tanto han despreciado sea quien los salve de una guerra que ellos mismos han ayudado a prolongar?