La corrupción sistémica del PSOE
Francisco Marhuenda.- A estas alturas ya no queda ninguna duda sobre la existencia de una corrupción sistémica en el PSOE. Al margen de la campaña para desprestigiar a Aldama, persona cuya condición de corruptor ha quedado contrastada tras escuchar sus propias palabras en las que reconocía su sistemática actividad delictiva, la realidad es que consiguió corromper a altos cargos del gobierno de Sánchez. La cuestión ahora es dilucidar judicialmente el alcance del escándalo, que será uno de los más graves de la historia reciente de España. En este aspecto no cabe ninguna duda. Aldama asegura que tiene pruebas que sustentan las graves acusaciones que ha realizado en sede judicial. No estamos ante una invención de la fachosfera, sino de un delincuente que era amigo de unos políticos que tuvieron un comportamiento repugnante. Es muy significativo que fuera premiado por Fernando Grande-Marlaska con la orden del mérito de la Guardia Civil. Por tanto, el ministro del Interior consideró que reunía las condiciones éticas y morales para recibir una condecoración tan prestigiosa. Nadie le conocía, dicho irónicamente, pero se movía con notable habilidad en las covachuelas del sanchismo. Es lógico que todos los afectados nieguen los hechos. Lo estrafalario sería lo contrario.
No conozco ningún caso en que se haya producido un reconocimiento del delito por parte del receptor de los sobornos. Lo habitual es desprestigiar al pagador y anunciar acciones legales para defender su honor. En este caso cabe aplicar la presunción de inocencia, pero parece difícil de creer que todo sea una fabulación. La estrategia de caricaturizarlo como un fabulador es una salida desesperada, aunque sirve para que la poderosa izquierda mediática pueda defender a Sánchez y sus colaboradores. No esperaba menos. En este caso, no exigen dimisiones o elecciones anticipadas como hacían con el PP. A estas alturas estoy convencido que no lo harán si salen pruebas. No hay más que ver cómo se desarrolla el relato desde que surgieron los primeros brotes de corrupción sanchista. Por supuesto, que nadie espere que el PNV actúe como lo hizo con la sentencia que acabó con Rajoy. Hay muchos intereses en juego y el nacionalismo vasco se ha convertido en un vasallo fiel del inquilino de La Moncloa. Lo mismo sucede con ERC y Bildu, ya que todos están para ayudar incluso chapoteando gozosos en este cenagal de corrupción.