Navidad versus globalismo: una fiesta cargada de futuro
Laureano Benítez Grande-Caballero.- Navidad. En un mundo donde se producen cada año 50 millones de abortos, nace un niño llamado Jesús, que viene sin arrobas LGTBI, por lo cual no se le puede calificar como niñ@.
Por ahí vienen los impresentables herodianos y las progrefemens, diciendo que «María hoy también abortaría». Sin embargo, año tras año, su fracaso es total, y la Virgen da a luz a un hermoso infante.
Niño Jesús contracultural, que, además, nace en un humilde pesebre de una cueva ignorada, aureolado de pobreza y sencillez, denunciando que para «celebrar» su onomástica se organicen pantagruélicos banquetes en el que participan incluso ateos, agnósticos, milicianos coletudos, y demás ralea.
Navidad. Navidad contracultural, amenaza para el pensamiento globalista que corroe los cimientos de Occidente como una feroz carcoma, como un agresivo virus, pues pone en escena a una familia como las que casi siempre hemos tenido desde los tiempos del australopitecus, formada por padre, madre e hijos, maravillosamente revolucionaria hoy, donde se habla de diversidad familiar, a la vez que de amplia diversidad sexual.
Navidad, que resiste ahora y siempre al invasor, a los luciferinos que en Estados Unidos pusieron un belén con dos San Josés vestidos de rosa, y al alcalde podemita de La Coruña que puso en un belén municipal a la primera pareja homosexual que se casó en España, en 1901, formada por Marcela y Elisa, boda que se celebró por la Iglesia porque Elisa se vistió de varón y así engañaron al sacerdote. Como vemos, esta chusma pretende adoctrinar utilizando cualquier medio, aunque sea la blasfemia.
Navidad que resistirá siempre a los milicianos de ahora ―clones de los matacuras y quemaconventos de antaño― que vuelven a las andadas, dejando vía libre a su ancestro luciferino, llegando hasta el punto de que en un pueblo de la Comunidad de Madrid quemaron el belén, alcanzando las llamas la fachada del Ayuntamiento, mientras que en otro pueblo de esta Comunidad pusieron a las figuras del belén en posturas procaces.
Navidad contracorriente, a la que quieren esconder bajo las ridículas risotadas de un señor gordo creado precisamente para ocultar el nacimiento de Jesús bajo una catarata consumista y solsticios invernales. Aquí viene la estampida de renos, en un país semitropical donde el animal más típico sería el caballo jerezano, o un camello del Rif. Aunque todavía más exóticos son los osos polares entre los que paseo estupefacto.
Así que, ya ven, además del multiculturalismo, también nos han impuesto el multianimalismo: el PACMA estará botando de alegría.
También estarán entusiasmados los animalistas esos al ver que en la cueva hay una digna representación faunística, con la mula y el buey, aunque, claro está, que no se le ocurra a nadie ponerlos en un belén viviente, porque eso sería salvaje explotación de los pobres acémilas.
Navidad que también tiene que contemplar a las «Reinas Magas» que ciudades masonizadas exhiben impúdicamente en sus aquelarres solsticiales, “reinas” que llevan los sospechosísimos nombres de Libertad, Igualdad, y Fraternidad.
Y, ¿qué decir del basurero “belenístico” de Barcelona, iniciado por la Kolau, y continuado por su sucesor, con cruces invertidas en su iluminación nocturna, y los colores elegetebianos en algunas zonas?
Otra figura contracultural es, por supuesto, María, por aquello de su virginidad, algo que hoy no se lleva en absoluto, pues por algo estamos en un país de cannabis y botellón, donde incluso en algunas CC.AA regalan preservativos y cremas anales y vaginales a los estudiantes.
Sin embargo, donde el cambiazo y el engaño alcanzan sus más altas cotas es en la maligna sustitución de la estrella de Belén por una estrella de cinco puntas invertida, la cual constituye el símbolo más diáfano del Señor de las Moscas, asociado a la cabeza de macho cabrío que forma el pentagrama invertido, representación del mítico dios Pan de la mitología griega, el cual a su vez simboliza los deseos carnales masculinos, porque es un dios de la promiscuidad. O sea, que esa maligna estrella no lleva precisamente a Belén, sino a un inframundo de esos.
Es realmente inenarrable ver por todas partes una enorme profusión de este símbolo satánico, formando parte ominosamente de todas las decoraciones navideñas, sin que nadie repare en su maléfica influencia. Bafomet satánico, que ha convertido la estrella de Belén en la Estrella de la Muerte, desde la que un siniestro Darth-Vader maneja los hilos del cotarro.
Luego están los tontos del cucurucho, que predican eso de la inclusividad, bogando para que se diga “Felices fiestas”, en vez de decir “Feliz Navidad”, porque esto puede molestar a algunos colectivos.
Pues nada, nada: ¡FELIZ NAVIDAD!.