Sánchez, dimisión YA (y así sería en cualquier sitio)
Luis Ventoso.- El 7 de noviembre de 2023, el primer ministro socialista de Portugal, Antonio Costa, que gozaba de un aprecio popular alto, anunció su dimisión tras abrir la Fiscalía una investigación contra él y varios de sus colaboradores por posible prevaricación en proyectos energéticos: «Ser investigado es incompatible con la dignidad del cargo. Mi obligación es preservar las instituciones democráticas», explicó. Se fue y se convocaron elecciones, que ganó la derecha. Con el tiempo, los jueces tumbaron la investigación de la Fiscalía y el caso se desinfló. Pero Costa entendió que al margen del desenlace en los tribunales no podía permanecer en política, salpicado por semejantes sospechas. Solo por eso se marchó.
Boris Johnson cayó por mentir sobre unos vinos que se tomaron sus asesores en Downing Street en los días del confinamiento de la población por el covid. La democracia británica es inflexible: el dirigente que miente al público se va a casa, sea quien sea.
El austríaco Sebastian Kurz era el chico de oro del conservadurismo europeo, el primer ministro más joven del planeta. Tuvo que dimitir al descubrirse que había utilizado dinero público para engrasar el apoyo de periodistas y encuestas a su favor (¿les suena?).
La pésima calidad moral del sanchismo queda acreditada solo con señalar que en la España actual casos como los de Costa, Boris y Kurz serían meras notas pronto olvidadas, que en modo alguno harían caer al Gobierno.
Resulta insólito que la población española tolere sin protesta alguna en la calle que siga ahí un gobernante con el fardo de roña que tiene encima Sánchez. Habla también bastante mal de la oposición que no hayan logrado fijar en el ánimo colectivo de los españoles que el presidente Sánchez no puede seguir ahí ni un día más.
Hay que repetirlo, aun a riesgo de ser tildado de apocalíptico: Sánchez, dimisión ya. Las pruebas en su contra son políticamente demoledoras:
—Guerra sucia política. El último informe de la Guardia Civil confirma lo que ya se sospechaba: fontaneros de la Moncloa y Ferraz participaron en la guerra sucia contra Ayuso, secundando desde las oficinas de Presidencia del Gobierno y el PSOE la filtración de datos fiscales de la pareja de la presidenta de Madrid, hechos que han provocado también la imputación de García Ortiz.
—El bananero borrado del móvil del fiscal. Los guasaps del teléfono móvil del fiscal general del Estado, García Ortiz, que estaban llamados a reforzar la acusación contra él por la filtración contra la pareja de Ayuso, han sido borrados. Si los ha eliminado Ortiz, que es a priori lo más plausible, pues se le vio manipulando su móvil durante el registro en su despacho, tenemos a un fiscal general que se dedica a obstruir la labor de la Justicia y la Policía. Si los ha borrado la Guardia Civil, entonces todavía casi peor.
—El hombre fuerte de Sánchez, acusado de cuatro graves delitos. Tras el cacareo de ministros-papagayo repitiendo que «no hay pruebas, solo bulos y más bulos», el Supremo ha pedido el suplicatorio de Ábalos por indicios claro de cuatro posibles delitos: integración en organización criminal, cohecho, malversación y tráfico de influencias. El hombre que ayudó a Sánchez a ganar las primarias, el que negoció con los separatistas su llegada al poder en 2018, el que defendió su moción de censura, el que era su vicepresidente primero a todos los efectos y el número dos del PSOE, resulta que era un golfo de tomo y lomo que se lucraba con mordidas desde el ministerio con más presupuesto del Estado.
—Mordidas mientras morían los españoles. En el seno del Gobierno del PSOE medró una trama que se lucraba con comisiones de la venta de material sanitario mientras los españoles morían a miles en una situación aterradora. ¿Cabe villanía mayor?
—La Familia S.A. Sánchez es el único presidente europeo de este siglo que ha visto imputados por corrupción a su mujer y su hermano. También es el único que ha respondido acosando a jueces, arremetiendo contra la independencia del poder judicial y legislando contra la prensa crítica.
—Las mentiras flagrantes al pueblo. Sánchez ha mentido en todo y todo el tiempo, desde sus promesas electorales hasta la relación con Bildu y la amnistía. Su última gran mentira ha sido afirmar que en Paiporta hubo una actuación coordinada de radicales «de ultraderecha» para acosarlo. Las investigaciones policiales probaron que jamás existió tal cosa. Ni una disculpa y los medios y el público español apenas le han reprochado tan manifiesto engaño, porque las tragaderas son inmensas y el umbral de tolerancia se ha vuelto lamentable.
Lo sé: me dirán que soy un friki que pierde el tiempo pidiendo un imposible. Pero Sánchez tiene que irse, y YA, como ocurriría en cualquier otro país civilizado. Cada día que pasa sin que lo haga, la dignidad de España desciende un peldaño.