Fueron mimados hasta el tuétano, agasajados con una simpatía sospechosa e inoportuna. Fueron tratados con un paternalismo del que muchos ya se han arrepentido viendo que aquellos simpáticos muchachos de la izquierda que abogaban por cambiar la democracia -osando incluso con ponerle apellidos a semejante término, lo cual es para echarse a temblar,- han derivado en un izquierdismo trasnochado, liberticida, sovietizado y con el espíritu de la Cheka por bandera.

Por supuesto, que es lógico que exista un clima de indignación. No en vano, este gobierno ha llevado a más de un 20% de la población al sumidero del desempleo y a más de un 40% de los jóvenes a un futuro cuando menos negro. Sin embargo, estos indignantes no representan a nadie y no son los únicos indignados. La mayoría lo estamos. Sobre todo con este gobierno con un zombi a la cabeza, un postulante rubalcabiano que aspira a heredar la ruina en vez de estar sentado en un banquillo ante el juez por sus múltiples fechorías y su compadreo con la ETA –véase su hemeroteca histórica que no histérica- y una oposición que cuando no cumple sus obligaciones de opositar, espera obtener el poder sesteando, mientras toma chacolíes con los de Bildu en el Ayuntamiento de San Sebastián, se va de público a la telebasura patrocinada por Vasile o espera que lleguen los titulares en los diarios deportivos o en Teledeporte. El panorama es desolador y produce arcadas.

No obstante, todo se queda corto ante el bochorno cósmico que produce ese movimiento autodenominado del 15-M, que viendo que su índice de popularidad aumentaba de igual modo que la prima de riesgo, tomó las calles a su antojo, saltándose la legalidad democrática y se creyeron que podían vulnerar la ley si sacaban su carné de miembro del club de los indignados y que esto les daba patente de corso. A la sazón, ¿a alguien le puede extrañar lo que ha sucedido en Madrid en la mal llamada manifestación anti-papa? Porque las líneas de actuación estaban determinadas en las consabidas manifestaciones del orgullo gay en las que se utilizan palabras y expresiones lesivas contra los sentimientos y las creencias religiosas y morales de muchos católicos, sin que nadie intervenga, vaya a ser que nos llamen homófobos. Y en mi caso sería más que improbable, la evidencia así lo revela. Y es público y notable. Lo cual no quiere decir que haga bandera de ello. Así que, la careta de estos indignantes, manejados sin remisión por okupas y antisistemas, auspiciados tal vez por la ex generala Mayol, ex vicealcalde de Barcelona que puede presumir de ser la primera mujer declarada antisistema de la historia con coche oficial y entusiasta de una boutique de firmas de lujo del Paseo de Gracia, se ha derrumbado ante la llegada del líder de la Iglesia Católica.

Hubiese sido cuando menos necesario que antes de haber pisado la calle, estos indignantes dejaran de lado su indigencia intelectual y se ilustraran en diversos conceptos que al parecer no tienen claro y que mezclan como si tal cosa. Para ellos resulta ser lo mismo aconfesionalidad, laicismo, laico y anticlericalismo. ¡Cuánto daño ha hecho la LOGSE! Y de este modo, envueltos en el espíritu estalinista, los gritos que más se escucharon en su marcha fueron No estamos todos, falta Satanás, los cristianos a los leones y arderéis como en el 36. Lo cual no deja de ser revelador de sus intenciones de avenencia entre los españoles. ¿Y esto no es espíritu guerracivilista?

Sin embargo, faltaba el bufón de la cuchipanda de la inquisición progre. Y apareció el payaso italiano Leo Bassi, aclamado cual rajá. Con un vehículo con una carreta atada a dos bicicletas, una mala recreación del papa móvil, portando una vela cuadrada en la que podía leerse Choque de titanes, el combate espiritual del siglo XXI, con imágenes de Hessel y Ratzinger. Para no creer en Dios han hecho gurú de la causa a un personaje y un panfleto con aires de totalitarismo. Pero no me extraña en absoluto. Los mismos que allí se congregaron, con las venas hinchadas y un odio enfermizo intentando agredir a los jóvenes católicos en la Puerta del Sol, que tan sólo rezaban, son los mismos que serían incapaces de manifestarse por la libertad en Cuba, Qatar, Siria, China o Birmania. ¿Por qué no se han manifestado cuando ha venido el Dalai Lama a España? ¿Se manifestarán tal vez en la mezquita de la M-30 para protestar por el Ramadán y por la discriminación de la mujer en los países musulmanes? ¿Saldrán a la calle los mismos gays que han acudido a esa manifestación totalitaria contra Irán y su sana costumbre de ahorcar a los homosexuales? Ya saben la respuesta.

Ahora ellos solitos cavan su fosa y quedan retratados. Eso sí, con la inestimable ayuda de la izquierda de escaño, que ha pedido insistentemente que se prohíba dejar espacios y lugares públicos a los jóvenes y peregrinos que vienen a ver al Papa, sólo porque no comulgan con sus ideas. Son los mismos que les importa bien poco que sea la Iglesia Católica y Cáritas, en gran medida, los que están dando de comer a todos los desheredados de este gobierno ruinoso, cuya única vía de sustento radica en la solidaridad de los miles de voluntarios que están dando su tiempo en los comedores sociales. Esos mismos comedores sociales que brillan por su ausencia en las casas del pueblo regentadas por la UGT y el PSOE y que nos cuestan muchos millones de euros en subvenciones.

Este es el verdadero rostro de esta gente. Olvidan que la libertad de expresión y la causa de la libertad dejan de serlo cuando el único fin es menospreciar la libertad del otro. Tal vez por ello hoy más que nunca sea necesario reivindicar aquella magnífica frase del maestro Horacio Vázquez Rial, aquello de no creo en Dios, pero creo en los que creen. Mi agnosticismo no se tambalea, pero hoy abrazo más que nunca la causa de la libertad. Que para los que creemos en la democracia es la causa de todos.