La economía con la República y Franco: de bordear la quiebra al espectacular desarrollo de su última etapa
José María Rotella.- Como he comentado en artículos anteriores, la II República fue la gran oportunidad perdida para completar el desarrollo económico que España había experimentado en el reinado de Alfonso XIII. Bajo su reinado, España avanzó en múltiples ámbitos y se modernizó. Sin embargo, la II República no supo aprovechar la situación y hundió la economía, hasta sumirla en la miseria provocada por la Guerra Civil como consecuencia del enfrentamiento que el régimen republicano avivó entre los españoles.
La República lo tenía todo para haber hecho prosperar a España, pues venía, como digo y como he escrito hace unos días en otro artículo en El Debate, de una tendencia económica positiva del reinado de Alfonso XIII, una vez superada la guerra de Marruecos: España había empezado a modernizarse, se habían creado las grandes compañías, como Telefónica, Iberia, CAMPSA, y empezaba a brotar una incipiente clase media. La República sólo tenía que generar confianza tras la caída de la dictadura de Berenguer y del almirante Aznar, apareciendo como un régimen democrático alternativo a la monarquía, como en Francia, por ejemplo, y profundizar en las reformas del reinado de Alfonso XIII.
Sin embargo, nada de eso se hizo, porque se primó el dogmatismo político a los argumentos de progreso técnico. La expropiación de tierras que se produjo no fue con el objeto de movilizarlas para la producción eficiente, como en la desamortización de Mendizábal del siglo anterior, por ejemplo, sino como ataque político a los Grandes de España.
Tampoco se impulsó la clase media, que fue perseguida en muchas ocasiones por motivos religiosos, sino que el régimen republicano, virado cada vez más hacia la revolución comunista, impedía su participación efectiva, pues no reconocía a los partidos de centro-derecha como legítimos para poder gobernar, pese a ganar las elecciones. Junto a ello, sembró el resentimiento entre las capas más bajas de la sociedad, que en cuanto estalló la guerra quedó al descubierto.
No completó el plan hidrológico nacional, ni vertebró España con una buena red de carreteras. Tardó en acabar el proyecto de Ciudad Universitaria impulsado por Alfonso XIII y sumió al país en el desorden y en la inseguridad, que son dos elementos enemigos de la economía.
La inestabilidad política, con una veintena de gobiernos, estados de alarma y de guerra, junto con alrededor de 4.000 huelgas, con la pérdida de casi cuarenta jornadas de trabajo, minaron a la economía, que retrocedió en todos los índices económicos. Las series económicas analizadas por Gabriel Tortella son concluyentes: la producción de acero pasó de 1.000.000 de toneladas en 1930 a poco más de la mitad en el mejor año de la República; el consumo de cemento pasó de 1,8 millones de toneladas en 1930 hasta 1,46 millones de toneladas en 1935; la industrialización por habitante de 1930 no se volvió a alcanzar hasta 1952; el PIB a precios de mercado no logró superar las cifras de 1929, siendo los años del bienio radical-cedista los únicos que crecieron. Por su parte, la agricultura nunca recuperó los niveles anteriores a 1930 y las exportaciones pasaron del 10 % del PIB en dicho año al 4 % en 1935. El número de parados pasó de 339.000 personas en 1932 a 821.000 personas en 1936. Ése es el desastre económico que provocó la II República.
Y, lo peor de todo, con su actitud provocó una horrorosa guerra civil que dividió a los españoles -división que ahora la izquierda resucita- y que arruinó la economía española, con una posterior dictadura que, en su primera parte, hundió todavía más la economía fruto del dominio de Falange, tan intervencionista como la izquierda. La miseria de la guerra es fruto directo de la II República, pues la guerra es consecuencia de sus desmanes, al renunciar al ser un régimen democrático y tratar de imponer la revolución comunista.
España salió de la República más pobre de lo que entró tras la guerra que provocó, sin futuro y con una dictadura que supuso una asfixia más en la economía nacional en sus primeros veinte años de existencia.
Así, el franquismo salido de la guerra fue un régimen, además de autoritario, profundamente intervencionista, con una primera parte autárquica, dominada por el intervencionismo falangista, que estuvo a punto de hacer quebrar a España. La dictadura franquista, aunque formalmente se escudase en ser un reino, fue una dictadura autoritaria y personalista, consecuencia del sectarismo de la II República y de la guerra, que aisló a los españoles durante muchos años. Su primera parte, en la que dominaron los postulados falangistas, fueron económicamente penosos, pues el falangismo coincide con el comunismo y el socialismo en muchos postulados de intervencionismo económico, con regulación de precios, rigidez en los mercados y proteccionismo. Este período falangista estuvo a punto de hacer quebrar a España, como digo, que, afortunadamente, viró hacia los postulados tecnócratas, con un mayor aperturismo económico y político -insuficientes en ambos casos, pero mejores que lo precedente- y consiguió un espectacular desarrollo económico con el esfuerzo de todos los españoles: el turismo deslumbró, así como la captación de mucha inversión extranjera que generó actividad económica y empleo, creciendo a doble dígito, en términos constantes, durante muchos años, pese al agotamiento de los últimos años derivado de las crisis del petróleo y del fin del sistema de Bretton Woods, que creó presiones inflacionistas.
Con todo ello, al analizar los datos de PIB per cápita en términos constantes, PIB en términos corrientes y nivel de empleo en 1935 y 1975 -de 1936 apenas hay datos-, se puede concluir que, mientras que la II República tenía todo para modernizar España, lo dilapidó por sectarismo, empobreciendo el legado recibido, y el franquismo, en su segunda etapa, tras la firma del plan de estabilización con el FMI y las reformas llevadas a cabo por los tecnócratas, y pese a mantenerse como un régimen autoritario, no homologable políticamente con el resto de países desarrollados de su entorno, supo impulsar el desarrollo económico español a partir de la creación de una amplia clase media.
Así, en términos de PIB corriente, en 1935 era de 318,54 millones de euros, mientras que en 1975 era de 36.290,30 millones de euros.
Si hablamos en PIB per cápita en términos constantes, en 1936 era de 3.618,97 dólares constantes de 2015 frente a 14.009,80 dólares constantes de 2015, casi cuatro veces más.
Y si hablamos del número de ocupados, además de incrementarse espectacularmente la población y la población activa, el número de ocupados pasó de casi cinco millones en 1936 a 12,8 millones en 1975.
Todo ello, sin tomar como punto final de la II República el final de la guerra, donde la miseria se había apoderado de la economía española y los registros económicos -los pocos existentes- eran mucho peores.
Afortunadamente, la restauración de la monarquía de todos (en acertada expresión de Luis María Anson) ha impulsado e impulsa el desarrollo económico de España en el marco de la democracia que propició a los españoles.
*José María Rotellar es profesor de Economía y director del Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria
El Debate