Marisu, la chirigota de Sánchez para Andalucía
Mayte Alcaraz.- María Jesús Montero Cuadrado (Sevilla, a punto de cumplir 59 años) es la mujer orquesta de Pedro Sánchez. Toca muchos instrumentos y hay consenso sobre lo desafinados que suenan todos. Ahora reúne en su persona, además de su escaño en el Congreso, la vicepresidencia primera del Gobierno, el Ministerio de Hacienda, la vicesecretaría general del PSOE y, desde esta semana y saltándose las primarias y a su compañero Juan Espadas, el liderazgo socialista en Andalucía. Montero contra Moreno. La defensora de los privilegios de los catalanes, contra el barón popular más votado por la izquierda. Y cuando le recuerdan que los sondeos dan por perdida la batalla socialista por el palacio de San Telmo, dice que no, que ella puede, que además no está de vuelta en Andalucía porque nunca se fue. Una chirigota inagotable.
Todo ello con mucha gesticulación y verborrea, como es costumbre en María Jesús, la más disparatada de las colaboradoras de Sánchez: la que más sobreactúa cuando hay que aclamar al jefe si se toma cinco días retribuidos de reflexión, la que más bulos propaga contra Feijóo, la que está dispuesta a desvelar datos protegibles de un ciudadano particular, como el novio de Ayuso, la que defiende con más ahínco la amnistía y el pacto fiscal y la que aplaude que el Constitucional haya borrado los delitos de Chaves y Griñán, condenados por su pasividad ante el robo del dinero de los desempleados andaluces.
La familiarmente llamada Marisu es una trianera hija de profesores, y a su marido, el hoy abogado de CC.OO. Rafael Ibáñez Reche, lo conoció en la Universidad, cuando este militaba en las juventudes comunistas y ella en las cristianas andaluzas. Tuvieron dos hijas, pero la pareja está distanciada desde hace unos años. La vicepresidenta alardea de un desparpajo verbal inversamente proporcional a la claridad de los conceptos con que trata de adoctrinar. Sus pedradas fonéticas, destinadas siempre a caldear los ánimos, la hicieron inconfundible desde que asumió la portavocía del primer Ejecutivo de Sánchez.
No para de disparar contra todo lo que se mueve en la oposición. «Estaría bien que explicara por qué la mujer del señor Feijóo recibió una ayuda –su empresa– por la Xunta de Galicia». Vestida de rojo pasión, Montero le espetaba esta acusación al líder del PP el año pasado en el Congreso de los Diputados; y todo, acompañada de su jefe, Pedro Sánchez, que a su vez amenazaba al líder de Génova con «y más cosas, y más cosas». Con mucho aparato de gestos y gritos, como es costumbre en ella, la vicepresidenta propagaba un bulo contra una ciudadana anónima, desde nada menos que el Parlamento, que tuvo que ser desmentido por el mismo medio que lo publicó.
Pero la jefa del fisco todavía no ha pedido perdón, a pesar de que durante ese pleno tanto ella como Sánchez recibieron llamadas que les informaban de la clamorosa metedura de pata: los fotógrafos de prensa captaron el momento. Tampoco lo ha pedido por haber formado parte como consejera del Gobierno andaluz cuando se perpetró el caso de corrupción más importante de la historia democrática de España: los ERE. De hecho, acaba de asegurar que se siente muy orgullosa de aquella etapa y del latrocinio cometido por sus compañeros. Adoctrina que fue un invento del PP.
Además, afrontó una denuncia –ya archivada por el Tribunal Supremo– por haber revelado información secreta del procedimiento contra Alberto González Amador, pareja de Díaz Ayuso, cuyos datos adelantó cuatro horas antes de que los medios lo publicaran por primera vez. Su dedo intimidatorio desde el escaño azul es hoy el faro amenazante de la Agencia Tributaria contra todo aquel que ose criticar al Gobierno.
Acumula tantos deslices dialécticos que con ese bagaje era imposible que no cautivara al presidente para depositar en ella todo el peso del Gobierno y del partido, hasta convertirla en la dirigente que acumula más poder desde Alfonso Guerra. Licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad de Sevilla, nadie ha podido explicar por qué terminó de consejera de Hacienda en Andalucía nombrada por Susana Díaz, a la que luego traicionó por Pedro. Salvo unos pocos años en los que fue gestora sanitaria de dos hospitales andaluces, toda su carrera ha sido política. Ha vivido y vive de las arcas públicas y en gran parte de su trayectoria ha sido responsable de gestionarlas. El lobo cuidando las gallinas.
En nombre de la igualdad de todos acaba de dar los primeros pasos para romper la caja única y abrir la puerta a una Hacienda catalana, extremo que tendrá que explicar muy bien a los andaluces a los que quiere gobernar. Marisu o Chiqui –como se dirige a algunos periodistas– fue premiada por Sánchez por subir los impuestos a todos los andaluces, nombrándola ministra de Hacienda en 2018 para que hundiera también las cuentas nacionales, una vez llevadas a la bancarrota las de Andalucía. Con la verborrea barata e incansable propia del personaje, que acompaña siempre con movimientos compulsivos de cabeza, nos ha obsequiado con chatarra ideológica que pide urgentemente un vídeo de grandes éxitos en momentos estelares.
A Montero debemos aquello de que el líder del polisario que coló España y enfadó a Marruecos «no entró con una identidad falsa, sino con una identidad distinta». Antológica fue también su contestación ininteligible sobre por qué no daba el gobierno el número de fallecidos por la covid. Y cómo olvidar cuando tuvo un rapto de sinceridad y deslizó que las pensiones de los mayores no eran para ellos, sino para cubrir las necesidades básicas de hijos y nietos. Vamos, el reconocimiento explícito de que los españoles se han empobrecido como nunca en nuestra historia (un 20 %) gracias a su inestimable ayuda.
Cuando su jefe se retiró cinco días fue de las más activas en pedir que se quedara. De hecho, hay socialistas que cuentan que Sánchez la obligó a hincarse de rodillas en favor de Begoña porque esta denunció que los compañeros del metal de su marido no la habían defendido suficientemente en su proceso penal. Ahora va arrastrando los pies a Andalucía. Sabe que su próximo cargo dentro de año y medio será el de jefa de la oposición en el Parlamento regional o/y aspirante a cocinera haciendo tortillas en Masterchef, como su otrora amiga Susana Díaz. En la presentación de su candidatura el pasado miércoles, y con la música de Medina Azahara de fondo, homenajeó al Che Guevara y a Lina Morgan. Imposible mejorarlo.
Pues no sé quién la va a votar aquí la verdad. No hace mucho tiempo atrás:
“En la reapertura ni estuvo ni se la esperaba la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, la mujer que dejó morir el Vigil de Quiñones tras comprárselo al Ministerio de Defensa para convertirlo -supuestamente- en civil.
Aquel fue uno de los grandes pufos que dejó la ministra portavoz en Andalucía cuando era consejera de Salud.”
https://www.esdiario.com/nacional/210201/59692/la-junta-reabre-el-hospital-de-sevilla-que-la-ministra-montero-compro-y-cerro.html