La dictadura está madura
Andamos en general muy preocupados por todo cuanto está sucediendo en Venezuela. Pero a nadie sorprende la decisión tomada por el bolivariano Maduro de no respetar el resultado de las urnas, riéndose una vez más de los pobladores de la cuenca del Orinoco. Los autócratas actúan así. Si piden cara y la moneda les da la razón, aceptan la tirada. Si sale cruz obligatoriamente habrá que volver a tirar la moneda al aire. No aceptan la derrota aunque esta sea tan flagrante como abultada.
La solución está en manos de un país cercano, cuyo gobierno ha puesto precio a la cabeza del narcodictador y a las de sus adláteres.
Han sido muchas las dictaduras implantadas en Venezuela a lo largo de su historia, como país independizado de España y escasos los periodos de verdadera democracia de los que nuestros hermanos venezolanos, antiguos españoles, han podido disfrutar.
El llamado libertador Simon Bolivar fue un verdadero tirano durante el mandato de tres años de un gobierno que duró de 1828 a 1830.000. En 1847 se instaura otra dictadura protagonizada sucesivamente por los hermanos Monagas y que duró hasta 1858. A este periodo de dictadura militar se le conoce como “El Monagato” y al cual sucedió el “Guzmanato” hasta 1887. Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez gobiernan dictatorialmente desde 1899 a 1935.
Desde 1948 a 1958 gobierna Venezuela un directorio militar con Marcos Pérez Jiménez al frente.
Es decir, Venezuela ha vivido bajo gobiernos autocráticos un total de 88 años desde su independencia en 1812. La mitad de su historia, como nación soberana, se la ha pegado dirigida por gobiernos dictatoriales. Siempre con medidas manu militari y bajo la fuerza de las armas, en franca decadencia hasta llegar a Nicolás Maduro, un ex chofer de ómnibus que se ha vuelto un dictador aferrado al poder y enfrentado al mundo.
Su antecesor en el cargo el militar socialista Hugo Rafael Chávez Frías le dejó una herencia envenenada en forma de mujer opositora irreductible: María Corina Machado Parisca, ingeniero industrial de 57 años, culta y pausada, líder opositora y con unos ovarios bien puestos, con la que Chávez no pudo y que a Maduro y Cabello les está provocando algunos graves y severos dolores de cabeza. María Corina es una mujer valiente, audaz y… constante. Buena oradora y conocedora de la técnica de transmisión de ideas y de persuasión colectiva. Una auténtica líder querida y admirada por una inmensa mayoría del pueblo venezuelano.
Los dictadores pasan, los países permanecen y las dictaduras modernas sólo pueden madurar en el árbol de la inacción de los gobernados.
Una dictadura no nace de la noche a la mañana. Se va introduciendo, como se desmigaja una telera cordobesa. No se ve, pero se presiente y cuando la ciudadanía quiere reaccionar ya es tarde. Todo ha sido legal y perfectamente controlado, incluidos los tres poderes del Estado y los medios de comunicación. Las leyes son apañadas atendiendo a los fines que resulten necesarios para asentar la más vil de las formas de gobierno: una dictadura de izquierda social comunista sin ton ni son, contraria al espíritu de las teorías liberales e irrespetuosa con el libre albedrío que todo ser humano debe exigir como imprescindible para llevar una vida digerible y respetable.
La República Bolivariana de Venezuela, como sus sátrapas la han denominado, es el espejo en el que los españoles nos estamos mirando, conscientes de que quienes les enseñaron cómo hacerlo, eran hispanos y que hoy andan poniéndolo en práctica aquí y para todos nosotros.
La dictadura en la monarquía parlamentaria española está madura y pronto podremos recoger sus pestilentes frutos, si entre todos nosotros no lo evitamos.
Estamos a la espera de oír de boca del ínclito presidente Sánchez, inventor de la “ley paraguas”, las razones que le impiden reconocer a Edmundo González Urrutia como legítimo presidente del pueblo venezolano. Entre dictadores anda el juego.