AD.- Nos preguntamos que lleva a un tipo listo como Feijóo a rodearse de gente tan inútil. O a lo mejor es que Feijóo no es tan listo como pensábamos y se atraganta el papel de oposición. El problema es que los permanentes errores de su núcleo duro son la razón principal de que, en medio de un escenario inmejorable para salirse en las encuestas, con el sanchismo herido de muerte, el PP siga teniendo la mayoría absoluta a una distancia inalcanzable.

De entrada, hay que ser muy torpe, o muy tonto, o ambas cosas a la vez, para insultar a Trump, llamándole “ogro naranja” y “macho alfa de una manada de gorilas” cuando eres vicesecretario de Relaciones Institucionales de un partido cuyas bases, de forma abrumadoramente mayoritaria, está encantada con la victoria del neoyorquino. Hay que ser tonto y felón. Qué manera de ponerle obstáculos a la travesía del PP hacia La Moncloa. El problema de González Pons, como de tantos otros dirigentes populares, es que supuran socialdemocracia por la piel infectada por tantos años de erratismo ideológico y parasitismo institucional. En vez de contribuir a cauterizar esta purulenta herida, lo que hace Feijóo es dejar que los González Pons, los Sémpere, las Gamarra, los Bendodo… sigan haciendo una sangría de votos, que encuesta tras encuesta terminan yendo a VOX. Feijóo no puede mantenerse en la permanente equidistancia. Para hacer una tortilla hay que romper al menos un huevo. Su permanente inacción debería ser ya causa de preocupación entre los poderes facticos que apoyan al PP. Primero mantuvo al incompetente Mazón y ahora se conforma con un pellizquito de monja a González Pons. Uno de los cánceres del PP ha tenido siempre origen valenciano. Mazón y González Pons son sendas metástasis que comprometen seriamente las expectativas de  Feijóo.

Lo peor sin embargo no es la infinita torpeza de Pons, sino su irreverente propuesta en favor de la ordenación de mujeres obispas en la Iglesia Católica. Y lo ha planteado en tanto mandamás de un partido con una base electoral que se declara católica. El canalla quiere así imitar a la Iglesia anglicana, cuya razón existencial fue la legitimación, frente a la autoridad vaticana, del adulterio de Enrique VIII y Ana Bolano. Qué fuente de legitimación moral más repugnante para alguien que se dice creyente. En el fondo, lo que subyace tras esta insólita petición es la fascinación de este amoral por la agenda woke, representada por la obispas de comunión anglicana que pidió “piedad* a Trump por la comunidad LGTBI y por los inmigrantes ilegales, a los que el líder republicano ha prometido deportar masiva ente. Un discurso que el propio presidente estadounidense ha calificado de” hater” acusando a la obispa anglicana de “politizar la religión de una forma asquerosa”.

Con estos mierdas al frente del PP, con insultos a Trump e insólitas transgresiones del culto católico, que hasta en boca de la sectaria ministra de Igualdad habrían resultado escandalosas, ¿resulta extraño el permanente trasvase de votos a VOX? ¿Comprende ahora Feijóo por qué su partido permanece encallado en la barrera de los 145 diputados? Si no lo entiende, recurramos entonces al siguiente silogismo: ¿da o quita votos al PP insultar a Trump y proponer obispas de corte woke para la Iglesia católica? Si colige que lo segundo, entonces que se le muestre al valenciano ex de Fuerza Nueva la puerta de salida, antes de que los votantes se la enseñen al ex presidente de Galicia.

La realidad es así de dura: con gente como Pons, Sémpere, Gamarra y Bendodo, entre otros muchos, no se gana ni a las chapas. Si Feijóo sigue empeñado en que estos tipejos, acomplejados y consumidos por el veneno de la socialdemocracia, sigan siendo la voz del partido, entonces deducirsemos que Feijóo es más torpe que girar el cuadrado en el tetris.

González Pons es el ejemplo claro del por qué la izquierda gana a la derecha española las batallas culturales. Nada resultaría tan quimérico que escuchar a un representante de las izquierdas elogiar la figura de Trump, o decantarse electoralmente por el neoyorquino, como en cambio sí han hecho numerosos dirigentes del PP, comenzando por Aznar, al mostrar sus preferencias por Harris. Acaso en esos traqueteos ideológicos; o mejor, en la carencia de criterios ideológicos, radique que el PP no logre articular una mayoría social suficiente para imponerse en las urnas.

González Pons ha perdido una ocasión de oro para quedarse callado. Montar su adhesión a la obispa anglicana de Washington, una abanderada de la ideología woke, del aborto y la ideología lgtbiq+ no es una seña de identidad muy acorde con el sentir del votante popular medio, un partido con el humanismo cristiano en el ADN ideológico recogido en sus estatutos, aunque no lo parezca.

Y es que hay que ser muy torpe, o muy mendaz, para dar la espalda al nuevo escenario geopolítico europeo y global que se abrió precisamente con la llegada de Trump a la Casa Blanca en 2016. Nos sorprende que un tipo aparentemente listo como Feijóo cometa los mismos errores que Rajoy al permitir que se reasiente en el nicho de votantes conservadores la convicción de que el PP sigue careciendo de ideología y que todo lo empeña a las cuestiones económicas.

González Pons, como tantos y tantos en su partido, es un tipo sin principios ni convicciones ideológicas. La erótica del poder es su principal y único marco de referencia. El problema es que con su torpeza empuja a su partido a seguir en la oposición. Si Trump ha barrido a Harris se debe en buena medida a que el norteamericano medio está harto de la izquierda woke, de ingeniería social, de las ideologías de género, del empoderamiento feminista, del cambio climático, del sincretismo cultural, de la agenda 2030, de la “restauración de la naturaleza”, del ellos ellas y elles, de la basura hollywoodiense, de la corrección política, de la ruina económica y de la corrupción moral de los demócratas. ¿Qué ha visto Feijóo en estos y estas lumbreras? ¿Que ha visto Feijóo en Bendodo, que en plenas autonómicas andaluzas tuvo la ocurrencia de decir que Cataluña es una “nacionalidad del estado”? ¿Qué ha visto Feijóo en el progresito Borja Sémper, el dinamitador del PP en el País Vasco, cuyo clímax político lo alcanzó ideando para las generales la campañita del “Verano Azul”, la idea más chabacana, hortera y ridícula que uno recuerda en política? Así que no es extraño que con estas figuras tan grotescas y que tienen las mismas referencias ideológicas que la izquierda, el PSOE mantenga un suelo electoral insólitamente elevado. Y entre tanto, Ayuso y Cayetana apartadas del núcleo duro de Génova. La suerte de Feijóo es que al frente de Vox haya un Abascal, y no un Trump, una Meloni o un Orban, en cuyo caso el PP ya habría sido deglutido hace tiempo.

Ya no hay excusas que justifique por más tiempo la inacción de Feijóo. El ex presidente de Galicia no puede seguir actuando con expresa indiferencia, como si a él no le fuera nada. Salvo que haya sucumbido de antemano a las ordenanzas de alguna logia mexicana, no puede entenderse que teniéndolo todo tan a mano para llegar a la Moncloa, se obstine en seguir el camino equivocado con las personas equivocadas.