Las Jennifers
Hay que ver lo agitado que anda estos días Don Jordi Pujol -líder respetado de la Cataluña oficial- por hacer evidente que es posible el concúbito de las Jennifers con catalanes raciales. ¡Qué descubrimiento para nosotras las Jennifers catalanas! Aunque, eso sí, para que el cuento tenga un final feliz, siguiendo la doctrina Pujol, los hijos de las Jennifers deberían acabar hablando en catalán para integrarse. A imagen y semejanza de un locutor de una famosa radio fiel al gremio de los taxistas y a la doctrina pujolista y, por tanto, aceptado en la oficialidad. Todo so pena de no quedar fuera del pesebre. ¿Integrarse las Jennifers en la sociedad catalana?
Según el líder espiritual del catalanismo ese es el camino. Y ya sabemos lo que le ocurre a aquellas ovejas, como es el caso de la Jennifer Caja –o sea Francisco- o Jennifer Rivera –dícese Albert- que se atreven en voz alta a discutir la inmersión lingüística en catalán y a que se cumpla la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Si no fuera porque la sangre mancha y da mala imagen, leitmotiv de la Barcelona de diseño, veríamos a las hordas entregadas a la causa de la lengua ejecutando públicamente a ambas Jennifers, en una concurrida plaza a ritmo de timbal bajo la acusación del famoso mantra de botifler.
Pero hay que ser comprensivo con el bueno de Pujol. Como siente pesadumbre por esa gente que no ha accedido al edén de la sociedad catalana, quiere que se integren por caridad. Cristiana, por supuesto, que para eso son convergentes. ¡Cuánta amabilidad con nosotras, las Jennifers! Hijas de mujeres de la España que ellos llaman mesetaria y que llevamos apellidos que marcan nuestro origen y que delatan al enorme opresor español que emerge detrás. Pobrecitas, pues, nosotras, Jennifers García, Jímenez, Rodríguez o Montilla. ¡Qué desgracia! ¿verdad?
A decir verdad, tendremos que pedir perdón por ser hijas de esas otras Jennifers, primitivamente llamadas Cármenes- que vinieron de las Españas y que osaron desplazarse al extrarradio de la sociedad catalana emigrando de esas tierras con gente con pañuelos en la cabeza y que velaba los cadáveres en las casas, allá por Extremadura o Andalucía. ¿Verdad, Sr. Pujol? Pero no se entusiasme.
Algunas Jennifers preferimos vivir en la Cataluña real, la que no muestra el mayor interés por poner una barrera y prefiere convivir con naturalidad, que ser partícipes de su Cataluña virtual. No queremos hastiarle más de la cuenta ni, huelga decir, que no pretendemos parecernos a usted o al círculo social en el que se mueve.
¿Cree usted que nosotras, las Jennifers, nos gusta codearnos con gente que se dedica a expoliar el Palau de la Musica, asunto del cual no se ha vuelto a hablar en la televisión pública? ¿Usted cree, Don Jordi, que nos gustaría parecernos a su consorte, Doña Marta Ferrussola, la cual sufriría un sarpullido si el F.C.Barcelona hiciese promoción del turismo español o a la que le molestaba que Montilla fuese un andaluz con nombre en castellano? No se ilusione, porque no queremos. ¿Usted cree Don Jordi que envidiamos parecernos al apóstol primogénito contemporáneo del separatismo -doctrina con la que usted ahora coquetea- Don Heribert Barrera? Ni lo sueñe. Porque a nosotras, simples Jennifers, no se nos ocurriría decir jamás que los negros norteamericanos tienen un coeficiente intelectual inferior al de los blancos. Cosas de las Jennifers, que no sabemos ni que significa eso de ser racista. ¿Cree usted, Don Jordi, que nosotras, las Jennifers, que, lejos de presumir de honradez sí tenemos cierto pudor, íbamos a estar tranquilas moviéndonos en los círculos en los que usted se mueve y teniendo que esquivar a tanto corrupto, saqueador y cuatrero? ¿Cree usted, Don Jordi que nosotras, las Jennifers, que siempre hemos ido con la soga al cuello, económicamente hablando, íbamos a cobrar un 3% a los constructores a los que se concede obra pública? Cosas que oímos las Jennifers de vez en cuando en TV3. No osaríamos ni plantearlo. Sobre todo, porque algunas Jennifers somos tan analfabetas que esto de los chanchullos se lo dejamos a ustedes, los que, como es su caso, estudiaron en los buenos colegios a los que sólo podía acceder la burguesía catalana.
Sin embargo, Don Jordi, lo que nos molesta severamente a las Jennifers, llámenos quisquillosas, es que mientras nosotras tenemos que llevar a nuestros hijos a la escuela pública, negándoles la posibilidad, al contrario que ustedes, de recibir como lengua vehicular el castellano, además del catalán, otros, como usted, han tenido medios económicos para matricular a sus hijos en un centro privado y tener el castellano como lengua vehicular. ¡Qué desgraciadas somos las Jennifers! Porque eso es lo que han hecho, por ejemplo, José Montilla en la escuela alemana con sus hijos o Mas en el colegio Aula, para garantizar que sus hijos recibieran una enseñanza de calidad y plurinlingüística.
En cambio, a nosotras, simples Jennifers, nos dicen que no seamos excéntricas y que dejemos de perjudicar al niño si reclamamos mayor presencia del castellano. ¿O ha olvidado, Don Jordi, las declaraciones de la presidenta de Òmnium Cultural, a la que ustedes le conceden millonarias subvenciones, acusándonos de ser maltratadores? Malas madres que somos las Jennifers. Usted sabe que cerrando las puertas de una educación de calidad a tantas Jennifers, se asegura que no prosperen socialmente, porque usted ha vivido muy bien a costa de las Jennifers. ¿Por qué no tiene la valentía de confesar que lo que no quiere es que les quiten el puesto en su escala social? ¿No recuerda, tal vez, que gracias al esfuerzo de nosotras, las Jennifers del charneguismo, Cataluña fue otrora la locomotora económica de España? Lo sabe muy bien, pero eso no le es rentable mediática ni políticamente. Sus cachorros no se lo permitirían.
No queremos molestarle más, Don Jordi. Las Jennifers estamos muy ocupadas en llegar a fin de mes, amén de estar perfectamente hablando catalán sin ninguna connotación política. Apolíticas que somos las Jennifers. Porque nosotras, simples Jennifers, amamos el catalán. No sólo porque es nuestra lengua, sino porque vibramos y nos emocionamos con Llach y Serrat. Pero, tal vez, nuestro máximo pecado sea amar también ese idioma de catetos que sólo hablan 500 millones de personas en el mundo. Y ese es el verdadero motivo para que no tengamos cabida en su maravilloso Olimpo. Siga usted con su vida en esa sociedad con gente tan distinguida y siempre a la última que luego participa de quiebras tan extrañas e impunes como el caso Banca Catalana. Eso sí, desfalcos con su corbata y su traje tan inmaculado. Y mientras tanto que el pueblo vaya descalzo, que nosotros luciremos zapatos. Marx o Sandino no lo hubieran dicho mejor. ¿Verdad, Don Jordi?
un articulo a mi entender muy fuerte, pero no falto de dar en el clavo en muchos de los puntos relatados.
Magnífico artículo que muestra el desenmascaramiento del pujolismo; Pujol es un fenicio de la política, como los politicastros de CiU.
Estas palabras sobre las Jennifers serán reflejadas por los libros de Historia de España del futuro como ejemplo de la máxima decadencia, sectarismo y corrupción.
El millonario vago y corrupto contra las capas humildes de una sociedad también corrupta creada por él y cuatro amigos con el dinero de los trabajadores.
Cuatro amigachos que perpetúan su casta condenado a la ignorancia a los hijos del pueblo trabajador mientras sus hijos aprenden castellano e inglés y apenas dan catalán.
Porque ignorancia y analfabetismo es no saber escribir en español en el XXI.
Después les llaman Jennifers encima. Menudos paletos prepotentes