Libia y Siria, dos pesos y dos medidas
En las relaciones internacionales, la frase aludida hace referencia al doble estándar internacional, es decir, que ante situaciones iguales o similares, los gobiernos actúan de diferente manera, porque los actores involucrados, tienen distinto peso o porque los intereses son disímiles. Para el observador menos avezado, es evidente el doble rasero que se aplica al actuar frente a las revueltas en Túnez , Egipto y Libia y la anémica reacción internacional, respecto a las que se desarrollan en Arabia Saudita, Bahréin, Yemen y ahora Siria.
Como quiera que el ojo de la tormenta se traslada por el momento a Siria, trataré de presentar las causas del porque si contra Libia y no contra Siria, a pesar de que las razones humanitarias que justificaron la defenestración de Gadafi, son tanto o más validas en el caso de Bashar Al Assad. Inicio ponderando el factor geoestratégico. Sobre el particular, Siria contrario al “ejercito” libio, cuenta con una de las Fuerzas Armadas más numerosas, mejor equipadas y entrenadas de Oriente Próximo, además, aparte de la especulación sobre posesión de armas químicas y biológicas; lo cierto es que sus fuerzas paramilitares están entre las 13 más grandes del mundo. Otro elemento divergente, es que a discrepancia de África del norte y del Magreb, donde no existe comercio intraregional y la interdependencia política de los regímenes es casi nula, en Oriente Próximo los intereses y las dinámicas fronterizas crean un vínculo, cuya alteración tiene un efecto dominó en toda la subregión.
Siria, al contrario que Libia, obtiene gran parte de su valor político agregado, de su situación geoestratégica en una zona volátil ya que limita con Irak, el Líbano, Israel, Jordania y Turquía, de allí que, la hipótesis de que una intervención extranjera, podría suponer, una guerra regional, inclusive, con posibilidad de escalar a lo nuclear; no es ficticia. En virtud de ello, no es de extrañar que si Siria es atacada, reaccione tratando de desestabilizar a Iraq. Por otra parte, si se convulsiona Siria, existe el temor de que Israel se aproveche de la situación y la utilice como excusa, para de una vez por todas, intentar defenestrar militarmente el programa nuclear iraní, acción con la cual, podría obligar a Washington a involucrarse directamente en el conflicto.
Al revés, Teherán y Damasco ante una inminente caída de Al Assad, podrían abrir un frente de guerra contra Israel desde Siria, apoyados por el Hezbolá en el Líbano y Hamás en Gaza, lo que presionaría al nuevo gobierno egipcio a tomar partido en la vorágine militar. En la misma categoría de hechos, otro argumento de la “extraña” reacción occidental sobre Siria, quizás se justifique, porque aunque parezca paradójico, Israel, se debate entre la tesitura de apostar por un enemigo con el que mantiene más de cuatro décadas de paz fría o decantarse por el caos; o sea que, tal como le ocurrió con Mubarak , apueste ahora por la permanencia de Al-Assad, bajo la premisa de que el actual gobierno sirio es más proclive a alcanzar un acuerdo negociado sobre el territorio en disputa de los Altos del Golán, que resguarde los intereses judíos de garantizarle el abastecimiento acuífero de la zona; a la incertidumbre de que Damasco termine dirigido por un gobierno bajo influencia de la Hermandad Musulmana, que reivindicaría sin ambages, la meseta capturada y ocupada por Israel en las guerras de los Seis Días (1967 ) y Yom Kipur (1973).
Otro elemento que atiende al problema sirio, es el económico. Si bien su principal recurso es el petróleo, la producción no alcanza un volumen comparable al libio. Para comercializarlo, Siria necesita tener en los bancos occidentales garantías para sus transacciones. Basta con congelar tales garantías, para cortarle la yugular a Damasco.
Para materializar ese objetivo, Washington ha decidido tomar medidas tales como: bloquear las propiedades del gobierno sirio; prohibir a personas y corporaciones estadounidenses hacer nuevas exportaciones o inversiones en Siria; prohibir todas las importaciones a Estados Unidos; y todas aquellas que tengan que ver con el petróleo sirio o sus derivados; congelar activos sirios en Estados Unidos y prohibir a personas y corporaciones hacer negocios con varias empresas o personas. Mas, aun el 29 de abril de 2011, dictó la Ley 13572, en la cual menciona, incluyendo al presidente, los nombres de personas involucradas en violaciones de derechos humanos. Se añade a ello la firma por Obama de la Orden Ejecutiva 13573 del 18 de mayo de 2011 en la que se identifica al gobierno sirio y varios de sus principales funcionarios, incluyendo al presidente al-Assad, como responsables de la escalada de violencia en su país, además de imponer el 22 de julio de 2011 restricciones de viaje al personal diplomático sirio acreditado en Estados Unidos.
A las medidas norteamericanas se suman las adoptadas por la Unión Europea, la cual ha introducido un embargo de hidrocarburos, vetando así la importación de petróleo desde Siria. Si convenimos que, ya la economía siria estaba seriamente debilitada, pues su sector turístico, que constituye el 12% de la economía, está paralizado; es evidente que las medidas estadounidenses y europeas terminaran por asestarle un golpe demoledor a este país, que vende el 95% de todo el crudo que extrae a Europa, lo que constituye el 30% del presupuesto estatal. En resumen, estamos hablando de que en estos momentos, con casi un 50% de la economía lisiada, si Siria, no es asistida inmediatamente por algunos de sus aliados, el desbarajuste económico, la encaminará indefectiblemente hacia una guerra civil.
Otro asunto que haría esta síntesis incompleta, lo constituye la cuestión política del problema, esta, que se combina con lo religioso, tiene dos caras, la interna caracterizada por que la población de Siria pertenece a diferentes confesiones. Los musulmanes son los más numerosos y constituyen el 90% de los habitantes, una cantidad que se reparte entre los suníes (entre el 67% y el 74%), los chiíes (12-13%), los alauíes (8-9%) y los drusos (rama del chiísmo ismailita, con alrededor del 3%). El 10% restante pertenece a otras corrientes. Para mantenerse, en el poder, el régimen permite que el 90% del gobierno formal sea suní y cristiano. Sin embargo, el poder real, lo detenta el presidente alauí, Bashar al-Assad, que es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, donde su minoría religiosa y su clan familiar, controlan el Ejército, el cual está integrado por el subgrupo minoritario chií Alawiyin (seguidores de Alí o alauíes), en contraposición a la inmensa mayoría de la población siria que profesa la fe sunnita.
En razón de tan execrable distribución del poder, (símil de lo que ocurre en Bahrein, pero a la inversa, donde una minoría sunnita, subyuga a la inmensa mayoría shiita ), desde 1978 existió una campaña terrorista de asesinatos contra miembros del partido gobernante Ba´ath por parte de los Hermanos Musulmanes, que posteriormente, se extendió hacia la comunidad gobernante alawita y contra los drusos, a quienes se les acusaba de colaborar con el régimen. La situación interna se mantuvo inestable, hasta alcanzar su cenit en 1982 con el levantamiento de Hama. En esta oportunidad, los Hermanos Musulmanes tomaron la ciudad y masacraron a todos los representantes en ella del gobierno ba´athista “infiel” y a sus “colaboradores” drusos. La respuesta de Damasco fue tan violenta, que con un saldo de 20 mil muertos, aplastó la revuelta. En cuanto a la parte política externa del problema, es evidente que a desemejanza de Libia, en el rompecabezas sirio, la oposición apenas empieza a articular una alternativa creíble, lo que le dificulta apoyo internacional.
Finalmente, por lo que atiende al tratamiento iusinternacional que se le ha dado al asunto libio y su contraste con el sirio, está claro que la Resolución que aprobó el Consejo de Seguridad de la ONU, se apoyó en el principio de la responsabilidad de proteger (RdP), dirigido a socorrer los civiles. La misma fue apoyada por la Liga Árabe y habilitada por las abstenciones de la Republica Popular de China (RPCh) y de la Federación de Rusia. Sin embargo, en el abordaje que el tema sirio pueda tener en el seno del Consejo de Seguridad, la conducta respecto a la propuesta de una Resolución semejante a la Libia, sea quizás diferente. En efecto, si bien es posible que China repita el pasaje anterior, donde se vio compelida a renunciar a su derecho de veto, so pena de perder todo acceso al petróleo saudita, diferente será la postura de Rusia, que sin duda recurriría al veto.
No obstante, si la situación entra en un callejón sin salida y el carnicero de Damasco logra columpiarse en el poder, basado en la presunción, de que la salida militar en su contra, siempre será bloqueada en la ONU; a nuestro juicio, estaríamos ante los siguientes escenarios: Uno, que prospere el Plan de paz de la Liga Árabe, que consta de 13 puntos entre los que destaca el cese inmediato de todos los actos de violencia contra los civiles, la retirada del ejército de las ciudades, la formación de un gobierno de unidad nacional y el anuncio de elecciones libres en 2014. Dos, que Rusia logre la implementación de su Iniciativa de paz, sin excluir a Bashar al Assad del proceso, Tres, que las potencias occidentales y Turquía suministren armamento a través de las porosas fronteras sirias alentando con ello, una guerra civil en el país y Cuatro, que la OTAN, usando el precedente de Kosovo, patee nuevamente el tablero del orden jurídico internacional y proceda manu militari, a apoyar la parte más débil del conflicto aplicando una solución, con o sin el aval de la ONU.
Por Euclides E. Tapia C. Profesor Titular de Relaciones Internacionales de la Universidad de Panamá.