La encrucijada de Zapatero
Cuando se anuncia la convocatoria de unas elecciones generales con demasiada antelación, todo se complica más de lo debido y los problemas se multiplican hasta el infinito. El dedicar tanto tiempo a despedirse como pretende nuestro prejubilado de lujo es insufrible. Si lo que desea Zapatriste es montarse un periplo en plan plañidero, derramando lágrimas por todos los errores cometidos, se equivoca rotundamente. No logrará el menor atisbo de piedad. Una vez perdido el poder, ya no te queda rostro ni dejas rastro.
Para Zapatero, el pensar que tendrá que abandonar la Moncloa, muy posiblemente, tras una humillante y aplastante derrota en las próximas elecciones generales, le está amargado la existencia, pero además, es consciente de que si tal destrozo electoral se produce, todos, incluido el mismísimo Rubalcaba, le culparan y acusaran de ser el principal y único responsable. Algo que ya ha deslizado solapadamente en algunas ocasiones el exviceprisidente.
No obstante, para tratar de minimizar la debacle, no le queda otro remedio que colaborar y apoyar al candidato, tragando humillaciones como la recuperación del Impuesto sobre el Patrimonio, totalmente inapropiado y menos en una etapa de crisis como la que estamos padeciendo. La ciudadania , que no es idiota, sabe que para salir del pozo solo se producirá con un giro a la derecha como ya lo hizo en los comicios del 22-M, castigando la desastrosa gestión del PSOE.
En el partido socialista, desde hace bastante tiempo, ya no se discuten ideas ni propuestas. Lo que verdaderamente ocupa y preocupa es morder poder, claro que cuando se pasa a formar parte de la oposición, los carguitos se reducen de forma espeluznante y la lucha por figurar en las listas bien colocado es durísima.
Rodriguez Zapatero, fiel a las encuestas, está comprobando dolorosamente como todas las maniobras y estrategias de Rubalcaba, no mejoran pronósticos ni expectativas, con lo cual la amenaza de derrora está pasando de mera suposición a la más cruda de las realidades.