De fieles compañeras a infernales enemigas
En mi condición de colaborador de la asociación catalana de padres separados he llegado a un acuerdo con Alerta Digital para publicar una serie de entregas sobre el papel que desempeñan las mujeres feministas en el proceso de descompoción moral que ha sido diseñado para los países del Occidente cristiano. Espero que mis trabajos sean observados con anchura de miras y sin los prejuicios acostumbrados por parte de los retroprogresistas. Aclaro antes que no todas las mujeres son de la misma condición. Mis denuncias, por tanto, van exclusivamente dirigidas a las que han execrado la condición femenina en nuestro país.
Soy un catalán de 45 años, separado desde hace siete, escritor aficionado, que ha sufrido en sus propias carnes, como tantos y tantos varones españoles, la infinita crueldad de una mujer sin entrañas y sin escrúpulos, izquierdista y feminista militante, un detritus humano sin más propósito en la vida que destrozar la mía.
Por desgracia, son ya muchos los españoles que han tenido que pagar con sus vidas las consecuencias de un sistema luciferino que ha visto en muchas de nuestras mujeres un aliado de incalculable valor. No es exagerado afirmar que, frente al pudor y la solidez moral de nuestras madres y abuelas, las mujeres adoctrinadas por este sistema son en su mayoría egoístas, insensibles, crapulosas, infernales, hedonistas, materialistas…
Siendo muy jóvenes nos explicaron que el matrimonio consistía en un proyecto de vida en común, donde los problemas debían ser asumidos por ambas partes en la búsqueda de la felicidad común. Hoy vemos que ese planteamiento tan angelical se ha convertido en un imposible. Casi todas las convivencias matrimoniales que conozco se han reducido a una batalla desigual donde las mujeres utilizan todos sus sinuosos recursos para adquirir una posición de fuerza. Saben que el sistema las protege y abusan del pobre infeliz que convive con ellas bajo el mismo techo. La convivencia se convierte en una insoportable competición. Hasta los problemas más triviales se sobredimensionan hasta el punto de terminar siendo insuperables. Una simple pelusa puede convertirse en motivo de fricción y posterior divorcio. El entorno social y mediático no ayuda precisamente a reconstruir eficazmente estas disensiones familiares.
No espere usted comprensión de su mujer si una mala racha económica le obliga a reducir los gastos domésticos. Olvídese de ideales trascendentes si usted no es capaz de responder a las expectativas sexuales o económicas que ella tenga. Si tiene la desgracia de separarse, lo normal es que ella consiga enfrentarle con sus hijos y quedarse con casi todo. Ese es el lamentable retrato de las familias en España y, en general, en toda Europa. Y no pretenda buscar amparo ni comprensión. En este sistema, nosotros somos los apestados sin derecho a la presunción de inocencia que no se niega ni al peor de los criminales.
Ocurre esto porque aquellos que buscan destruir nuestras sociedades se sirven de los bajos instintos femeniles para socavar la resistencia de los hombres, en tanto ejes sobre los que ha gravitado siempre todas las civilizaciones conocidas. Lo que se pretende no es otra cosa que minar la autoestima de los varones occidentales y, si conviene al sistema, convertirlos en lastres. Basta una denuncia por supuestos malos tratos para opacar el prestigio de cualquiera de nosotros. El sistema lo sabe y por eso nos amordaza de pies y manos con una serie de leyes de género aberrantes que cumplen el doble objetivo de erosionar la sociedad por dentro, impedir su renacimiento moral y tenernos aterrorizados. Es como si a través de esos castigos nada ejemplares nos estuvieran lanzando la siguiente disyuntiva: Aténgase al guión o aténgase a las consecuencias.
Sorprende, pero hoy son infinitamente más las posibilidades que tiene un hombre decente de entrar en prisión que las que tenía en aquel régimen supuestamente dictatorial que lideraba Francisco Franco. Para entrar en la cárcel durante el franquismo había que liarla parda. A finales de los años 60, España tenía la población penitenciaria más baja de Europa. Hoy basta una mera denuncia, un simple grito, un amago de ofuscación, un signo de impotencia, para que el hombre más honorable termine con sus huesos en los calabozos de alguna comisaría. Las mujeres saben que el sistema las protege y, salvo honrosas excepciones, han decidido sacarle punta económica a una situación legalmente tan ventajosa para ellas, aunque el resultado esté siendo el destrozo de nuestra civilización y el reclamo de fórmulas de gobierno radicalmente distintas a las de ahora por parte de cada día más ciudadanos.
Los resultados de las políticas de género saltan a la vista: desestructuración familiar, hecatombe demográfica, caos económico y una juventud desnortada al no tener otro patrón de referencia que el ejemplo de muchas madres. Según datos correspondientes a mayo y aparecidos en una publicación feminista, siete de cada diez españolas son infieles a sus parejas. Alrededor de las mujeres prolifera una siniestra ideología que las induce a la infidelidad y al rencor permanente. Animadas por los grandes lobbys de la moda, empujadas por un consumismo desenfrenado, adoctrinadas por el belenismo televisivo, muchas mujeres han decidido prescindir de todo cuanto tuviera algún valor sentimental o trascendente durante siglos. El feminismo, en feliz consorcio con quienes desde la oscuridad han planificado el suicidio de nuestra civilización, ha sido elegido como el instrumento perfecto para la desintegración de los valores que hasta hace poco eran hegemónicos en los hogares, en las escuelas, en los cuarteles, en los centros ficticios de poder…
El sometimiento de las mujeres a los cánones morales y estéticos en boga, el soterramiento de cualquier sentimiento noble hacia su pareja, su utilización partidaria para orillar el orden natural, son algunas de las cuestiones que iremos analizando en próximos capítulos. (Dedicado a Gala).
*Richard Solé es escritor y colaborador de la asociación catalana de padres separados (ACAPASE).
Curioso el código civil catalán al respecto en el que dice que los hombres ostentan OBLIGATORIAMENTE la Patria Potestad los hijos “bastardos” mientras el padre biológico no lo reclame. Es decir, que te la pegan, se quedan embarazadas y estás condenado a asumir el hijo como tuyo en todas las obligaciones (yo seguramente lo haría encantado, pero nunca porque creo que pueda haber una Ley que me obligue a ello) y si aparece el padre a los 12 años, te lo quitan… O peor aún, deja de estar enamorada de ti, se enamora de un perroflautico que nunca más va… Leer más »
Encima de CABRON apaleado. Se supone que las leyes para poner orden y equilibrar las balanzas, y estos chupatintas lo que consiguen con leyes absurdas es precisamente lo contrario, la confortación civil de géneros, en casos extremos a ostia limpia, y si no hay ostias se las inventan.
Solo estoy en desacuerdo con lo de entrar en la cárcel con Franco. Se entraba muy facilmente, lo que pasa es que no se entraba ni por pegar a una mujer, insultarla o denigrarla. Lamento su experiencia en su divorcio, a veces del amor al odio hay solo un paso y retrasarlo hace que se acumule mucho rencor que luego revierte en una vendetta personal.
Jackson, supongo que no estas al corriente de la reinstauracion de los Juzgados de Derecho Penal de Autor, juzgados específicos solo para juzgar a hombres, incumpliendo el art 7 del Tratado de Roma rubricado por el Estado Español. Tampoco sabrás que se están conculcando uno de los derechos constitucionales mas sagrados en los hombres españoles, el 18. La presunción de inocencia, todo hombre esta pendiente de condena en España a la espera de que la mujer de turno te señale, cientos de miles de hombres pasan por el calabozo por la simple acusación de una mujer, a partir de ahí… Leer más »
Siete de cada diez españolas son infieles, Y EL 35% DE LOS ESPAÑOLES SON HIJOS BASTARDOS!!!!, Manada de P…Feminazis!!!, Y el a pagar las facturas con el sudor de sus cuernos…Esto pronto cambiará!!!!