ETA ya no necesita matar para lograr sus objetivos
Esta semana, como era previsible, hemos recibido todos una magnífica noticia con el comunicado de ETA. Con la supuesta conferencia de paz que encajaba perfectamente en el calendario de escenificación de la banda, era cuestión de días que se anunciara el fin de la violencia. No obstante, las personas de buena voluntad, entre las que me incluyo, nos alegramos sinceramente. Son casi 50 los años de terror que los españoles venimos soportando con extorsión, atentados, bombas y muerte.
Me vinieron a la cabeza los 858 asesinados por esta formación terrorista y volví a pensar en la crueldad de una organización que no se ha achicado jamás, que no ha sentido piedad. Ahora, han decidido dejar de matar definitivamente. No es la primera vez que prometen el abandono de las armas permanentemente o indefinidamente. Nunca cumplieron la palabra y mantengo cierta incredulidad respecto al nuevo aviso.
En España tenemos derecho a dejar de sufrir por la ilimitada maldad de los que imponen sus opiniones a la fuerza matando siempre a inocentes. Por eso, ojalá en esta ocasión sea diferente. Y la verdad es que puede serlo. Hay suficientes razones para tener esperanza. ETA vive una situación de privilegio insólito y dispone de apoyo logístico institucional.
Desde que el PSOE decidió introducir a ETA por la puerta grande en las administraciones públicas, su perspectiva y su estrategia han cambiado radicalmente. Ya no necesita matar para lograr sus objetivos. Cuenta con medios y recursos para organizarse con comodidad y actuar de forma mucho más fácil y sutil. Es dueña de información, da órdenes a la policía que hasta hace poco asesinaba, se desplaza en coche oficial, toma decisiones importantes que hay que acatar y forma parte del protocolo institucional.
Esta realidad no nos debe confundir. No olvidemos que los miembros de ETA son asesinos sanguinarios, antes del comunicado y después de él. Sus almas no se han convertido en bondadosas. Siempre hemos defendido que no hay que ceder por frenar sus fechorías, pero tampoco porque dejen de cometerlas. Son las mismas personas que han destrozado la vida a cientos de familias españolas.
No olvidemos que ETA no se ha disuelto, no se ha rendido, no ha entregado las armas. ETA no ha sido derrotada, ni ha expiado sus macabras culpas. Más de 350 terroristas están huidos, en busca y captura. A estos hay que detenerlos y entregarlos a la Justicia. Los ya sentenciados, deben cumplir su condena. Aun cuando todo ello se haya llevado a cabo, ETA no estará derrotada.
Queda mucho por hacer, nos queda vencerles en su acción más sibilina. ETA pretende triunfar en las elecciones autonómicas del País Vasco para nombrar lehendakari a Otegui, o a otro similar. Con esa plataforma política, reivindicaría sin cesar la anexión de Navarra y la independencia de su querida, soñada e inexistente Euskalherria. Intervendría en la educación de niños y jóvenes vascos para que crezcan en el odio y en la mentira. Sería implacable con los que se atrevan a pensar de otra manera.
Este sórdido panorama acompañará, seguramente, a Mariano Rajoy. Entre los innumerables problemas graves y profundos que padece España, las consecuencias del comunicado de ETA no será el menor de ellos. Por el contrario, exigirá también responsabilidad, contundencia y buena memoria. Las víctimas que hemos visto caer a lo largo de las últimas décadas no se merecen, bajo ningún concepto, que su muerte se convierta en inútil. El futuro gobierno de España debe gestionar una promesa de abandono de las armas, sin concesiones políticas, sin que le ganen el pulso.
Deseo por lo anterior, que esta vez sea la definitiva. Pero también deseo que, entre todos, estemos a la altura de las circunstancias para aprobar juntos las numerosas asignaturas pendientes. Sólo así alcanzaremos la victoria. Sólo así, España vivirá en paz.