Justo lo contrario
Con esta expresión casi siempre nos referimos a la parte opuesta de algo que ha dicho alguien o cuando, tras explicar algo, nuestro interlocutor ha comprendido lo opuesto a lo que pretendíamos transmitir. Yo propongo convertir esta frase en el eslogan de los jueces, de los magistrados y de lo que todos entendemos por justicia. Claro que cambiaríamos el “justo” relativo a exacto y ajustado por el “justo” de justicia, ya que es demasiado frecuente ver que las sentencias judiciales parecer ser lo opuesto de lo que todos consideraríamos justicia.
Según los jueces, ellos se limitan a aplicar la Ley, además hablan de ella (de la Ley) como si se tratase de una mano de pintura que sólo se puede aplicar de una forma concreta y que necesita después un cartelito que diga “ojo que mancha” y después, como los malos empleados, si se les dice que eso así no vale te dicen aquello de “a mí me han dicho que la aplique así y si no le gusta pues lo siento, reclame a mi jefe que se llama Constitucional”.
Aunque la ley puede ser interpretable en muchos casos y las sentencias están previstas con máximos y mínimos por delito, los jueces deberían usar el sentido común y pensar en el beneficio de la sociedad. Si una Ley no cumple con el objetivo previsto de justicia sin importar como se aplique, entonces deben ser ellos mismos como conocedores plenos los que acudan al legislador y le digan: “jefe, esta herramienta no vale”. Claro que como le pasa a los trabajadores, protestarle al que te ha dado la plaza no es muy conveniente, y en en este caso los jefes son los partidos que han colocado a sus jueces según las cuotas que ellos mismos acordaron en su momento.
Casos como el de Sandra Palo o Marta del Castillo nos hierv la sangre ante tanto descaro e injusticia. Comerciantes (sobre todo joyeros) arruinados porque les atracan individuos con más detenciones a sus espaldas que parados tiene España, casos de “cuernos despechados” en el calabozo y mientras los maltratadotes buscando venganza asesina en la calle, más exactamente en la puerta de sus ex mujeres. Cargos públicos, empresas y bancos sin responsabilidad alguna por sus actos mientras otros son responsables subsidiarios de cosas que no pudieron impedir. Farruquitos adquiriendo fama por algo que debería haberles dejado entre rejas y etc., etc., etc.
Por eso siempre digo irónicamente que si los jueces no son capaces de ser el lado humano y el sentido común que toda Ley necesita al aplicarse, y sólo van a ser los que en órganos superiores se dediquen a variar sentencias en socorro de los partidos que les adjudicaron el poder de juzgar, entonces lamentablemente debo decir que es preferible despedirlos y ahorrarnos su sueldo y los costes de todo su entramado burocrático, y sustituirlos por un software de evaluación con una ventana para alegaciones y otra para acusaciones, pulsar enter y leer la sentencia. Al menos será más rápido y siempre quedará la justificación tan habitual como estúpida de “es que es lo me dice el ordenador”. Además es muy probable que las sentencias así fuesen más justas, porque evitan los prejuicios personales del magistrado y sus síndromes de Estocolmo que les lleva a veces a identificarse más con los acusados de hechos delictivos que con sus víctimas.
Cuando una sentencia te parece injusta, el juez te indica los días que tienes para apelarla, aunque creo que lo que realmente te dice es: “a pelarla”.