Los últimos coletazos
Me han pedido que escriba sobre el “decretazo” que aprobó el gobierno andaluz sin consenso alguno. Yo no lo tenía previsto, pero me parece oportuno dado que es un auténtico abuso y una muestra más de la arrogancia y el despotismo que emana del talante socialista. Son sus maneras de siempre. La novedad en esta ocasión radica en la respuesta. Por primera vez se ha producido una gran reacción de protesta.
Andalucía estaba acostumbrada a soportarlo todo. Tal vez porque es una tierra sufridora que sabe de resignación, que ha aguantado sin rechistar. Ya no. Hace un par de semanas se manifestaron en Sevilla alrededor de 50.000 personas para solicitar la derogación de este decreto injusto y discriminatorio. Los funcionarios de la Junta de Andalucía no querían privilegios para algunos elegidos. No obstante, se producirán.
El gobierno andaluz, en la desesperación que le producen las encuestas de intención de voto, pretende blindarse. Se atrinchera frente a una batalla que puede perder. Nunca antes se había instalado la duda sobre el éxito electoral en la familia socialista de nuestra tierra. Por eso quieren prepararse para lo peor. Puede acercarse el día de la derrota. Puede que los andaluces en el ejercicio de su libertad prefieran otras políticas, otras personas, otros modos.
Los socialistas no lo van a consentir. Para intentar contar con ayudas leales, nada mejor que hacer fijos a una serie de personas que no accedieron a la función pública, que no compitieron dentro de la igualdad de oportunidades, que no superaron pruebas de conocimientos ni de esfuerzo. Son unos 20.000 trabajadores de los más de 300 entes que a modo de empresas públicas conforman una auténtica administración paralela oculta al control parlamentario. Son personas que fueron contratadas por el mérito insólito de su afinidad.
Las empresas públicas de la Junta de Andalucía forman una estructura férrea de protección incondicional al régimen. Nos cuestan cada año unos 5.000 millones de euros que los socialistas no están dispuestos a rebajar. Son su guardia pretoriana, su reserva electoral, su garantía de clandestinidad, su disfraz de invisibilidad. No están supeditadas a la fiscalización en el parlamento. No rinden cuentas, no sabemos nada sobre sus contrataciones infinitas, sobre sus maniobras, ni sobre su gestión. Son el secreto mejor guardado. Son el tesoro que hay que precintar. Son su estrategia perfecta.
El “decretazo” del gobierno andaluz no tiene otro objetivo que endurecer este montaje. Se ha diseñado para buscar fidelidades eternas frente a posibles gobernantes intrusos. Es casi una cuestión de supervivencia. Por eso el empecinamiento. Por eso la intransigencia. Por eso la obcecación. Son las rabietas de la falta de razón. Son los últimos coletazos de un ciclo en peligro de extinción.
La sociedad lo percibe. La sociedad ha perdido el miedo a la omnipresencia socialista que ya no lo es tanto. La sociedad sabe que una etapa va terminando a la vez que otra se abre paso con ideas nuevas e intactas, con fuerzas intocables, con la intención de alcanzar prosperidad. Somos la alternativa y Andalucía merece esa oportunidad.
El “decretazo” es el síntoma del punto y final. Es el síntoma de un mal convertido en crónico. Es la peor cara del socialismo andaluz que confunde sus intereses con los de todos, que se olvida de la libertad para imponer su voluntad. Ataca la equidad, vulnera el derecho a un empleo respetando las reglas y humilla a los funcionarios que sí tuvieron que someterse a los principios básicos de concurrencia. En esta Andalucía del PSOE no todos somos iguales. Siempre ha habido clases.
En las últimas semanas los funcionarios andaluces han defendido sus derechos ante la ofensa y la intromisión. Se han atrevido en múltiples ocasiones a manifestarse y dar la cara. Se han enfrentado al poder avaricioso y egoísta. Han protestado y reivindicado hasta la extenuación. Han sido ciudadanos libres. Eso lo sé.
Sin embargo, no sé si lograrán con ello el reconocimiento a su prestigio pisoteado. Cuando cambie el tiempo, seguro que sí. Hasta entonces continuaremos presenciando los patéticos estertores de la agonía.
*Alcaldesa de Fuengirola y portavoz del PP en el Parlamento de Andalucía.