La deslealtad como virtud progresista
El sábado volvió por sus antiguos fueros la Andalucía chusca, inculta, zafia y cortijera. Fue en Sevilla y otra vez no acierto a explicarme cómo le queda cuerpo a muchos andaluces para reírle las gracias a ese trío de trileros que suman en total 189 años de mangancias y marrullerías en sus encorvadas espaldas. Cómo andarán las cosas por los predios socialistas para que nos sorprendan con este ‘Show business’ de pana y ajo en el mismísimo corazón de la Andalucía ajada y carroñera. El acto de Dos Hermanas, pequeño escaparate del sur más profundo, nos devuelve a las viejas fórmulas socialistas de convivencia: el chatito en la Casa del Pueblo, el PER en la de todos, el visiteo, la verbena y la tertulia mañanera, con aceite y ajo, en el bar de la plaza, entre jipíos y timbas de dominó. La Andalucía de pana y cebolla aún tiene quien la cante. En fin, ya hablaremos de esto en otro momento.
Lo que ya un asunto más serio es la manía de los progres de confundir la lealtad sustancial a una idea con el inmovilismo y la reacción. El secretario general de los socialistas malagueños me llama fascista cavernario en un acto electoral. Del mismo modo que los italianos del neorrealismo cinematográfico inventaron las virtudes de la cobardía, muy brillantemente por cierto, para justificar su lamentable conducta militar en el último conflicto mundial, aquí los progres han dado en la flor de asegurar que todo el que no cambia la chaqueta es tonto perdido, deficiente mental y fascista de las cavernas. El último alegato en favor de esta tesis lo ha defendido el ex ministro Mayor Zaragoza, ex de UCD y ahora miembro de la gavilla de ‘intelectuales’ que apoya a Rubalcaba.
Yo comprendo que los hombres, por las razones que sean, necesiten mudar de postura o que encuentren nobles razonnes para renegar de lo que hicieron. Me parece muy bien que salten de aquí para allá y de éste al otro campo. Incluso encuentro bien que me lo cuenten con el entusiasmo propio de un converso. Lo que ya no me agrada tanto es que los que encontramos más decente defender otros postulados diferentes de los oficiales, carguemos con sambenitos que no nos corresponden. Pero, claro, ellos son progres, y nosotros, no. Ellos son liberales, y nosotros, tampoco. Eso prejuzga definivamente la cuestión.
A mi me parece normal que un español del tiempo de Adolfo Suárez o del general Gutiérrez Mellado pensara que esos dos tipos fueron unos traidores de tomo y lomo. El hecho de que su traición consolidase la transición a la actual democracia, es algo que justifica de sobra su actitud, pero que a la vez justifica la de los españoles que les consideraron traidores. Incluso la de aquellos que los siguen considerando así, no sin reconocer que su obra marchó perfectamente de acuerdo con eso que se llama el viento de la historia, al que ayudó, con su soplido, el inquilino de la Zarzuela. Acaso el artículo único de la constitución moral de nuestro tiempo pudiera ser éste: “Queda terminantemente prohibido el ejercicio de la lealtad bajo pena de excomunión social”.
Obsérvese: el ejercicio de la lealtad, no la lealtad misma, si es resignada, silenciosa, incomunicable, es decir, siempre que no se ejerza. Precisamente este matiz es el que confiere un gran tono progresista a nuestro tiempo.
Estimado Armando, hace mas daño a la humanidad un tonto que un obús. -Bella Andalucía de poetas y hombres de linaje, casta de un pueblo de azahar aroma sangre jacobina y alegría suprema- quien te ha visto y quien te ve… Hoy, sumisa al poder, lisonjera de la mediocridad que un día recibió la paga de su silencio pensando que todo dura lo que dura la eterna alegría amabilidad y dulzura andaluza: pues no Andaluces, nada dura más que vuestra histórica dignidad, levantad los campos y vestir al Sol de verde naranja olivo y rosas y seguir siendo Andaluces, que… Leer más »
¿Honor, lealtad, coherencia?
Esos valores no interesan, no cotizan en bolsa.
Tarde o temprano la historia les deparará loq ue se merecen.