El cazador cazado: Un agricultor muere tras ser atacado por un jabalí
El infortunio y la muerte se dieron la mano el sábado en un campo del paraje de la Garrofera en Guadassuar. Un agricultor de 61 años, Miguel E., murió tras sufrir varios colmillazos de un jabalí que presuntamente había caído en una trampa de lazo. Junto al cuerpo sin vida del hombre apareció una azada con el astil partido, herramienta con la que se defendió del ataque del cerdo salvaje, y su teléfono móvil.
La última llamada fue para pedir auxilio a su hijo, que estaba trabajando en un campo cercano en Tous. Eran cerca de las nueve de la mañana. «Ven que estoy muy grave y tráete un médico», balbuceó el agricultor con pronunciación dificultosa. Sólo tardó unos minutos en llegar al huerto de su padre. Sus prisas fueron en vano. La víctima ya había fallecido. Su débil corazón había dejado de latir. El teléfono estaba a escasos centímetros de la mano del labrador.
El cuerpo presentaba profundos cortes de colmillo a la altura de la ingle y en un brazo. El pantalón estaba desgarrado. Varias huellas de jabalí aparecieron junto al cadáver, pero la bestia había escapado tras soltarse. Su lucha contra el hombre tuvo un trágico desenlace.
Tras tener conocimiento de los graves hechos, un equipo de investigadores de la Guardia Civil, el forense y el juez de guardia acudieron al lugar. Los agentes inspeccionaron de forma minuciosa el cadáver y el rastro que dejó el cerdo salvaje. No había ninguna duda del ataque del animal.
Ataque cardíaco
Pero las heridas de la víctima no eran mortales. Tampoco había perdido tanta sangre. Según una primera estimación del forense, el agricultor pudo fallecer de un ataque cardíaco como consecuencia de la situación de estrés y pánico por los colmillazos. Además, su corazón «ya le había dado un susto» varios años atrás», explicó un familiar.
Cuatro horas después del macabro hallazgo, el juez ordenó el levantamiento del cadáver y su traslado al Instituto de Medicinal Legal de Valencia para practicarle la autopsia. La viuda también acudió a la Garrofera tras ser avisada del trágico suceso. La escena fue muy dramática.
Los cazadores de jabalíes suelen poner trampas en campos de naranjos y hortalizas. «Escarban en busca de lombrices y rompen los tubos del riego por goteo», explica un agricultor de Tous, localidad donde residía la víctima. «Con los lazos protegemos los huertos y acabamos con estos animales tan dañinos», añade. La Guardia Civil investiga quién puso la trampa en la parcela de la Garrofera. Los familiares de Miguel E. aseguran que él no lo hizo.
El funeral se celebrará hoy a las cuatro y media de la tarde en la iglesia de San Miguel Arcángel. La caza era una de las grandes aficiones de la víctima. Sus vecinos coinciden al decir que era una persona muy querida, familiar y afable. Sus dos hijos recibieron ayer numerosas muestras de condolencia.