España es ya el tercer país europeo en número de suicidios juveniles tras Rusia y Francia. El Instituto Nacional de Estadística alertó de que la primera causa de muerte entre la gente joven es el suicidio, por encima de los accidentes de circulación. El número de españoles que se quita la vida ha crecido en un 31% en sólo 10 años. El tema es inquietante. Decía Albert Camus, el filósofo existencialista: «Sólo hay un problema filosófico realmente serio: el suicidio» (el mito de Sísifo).

El asunto es verdaderamente preocupante. ¿Qué está pasando, qué ha sucedido en nuestra sociedad para que en la edad mas vital de la existencia, tanta gente no quiera seguir en la aventura de la vida?

La infancia es la razón en reposo. La juventud es la emotividad saltando con bravura dentro de uno. Cuando eres joven estás lleno de posibilidades; cuando eres mayor estás lleno de realidades. El problema es que hoy los jóvenes están perdidos, sin rumbo, sin expectativas de futuro, bombardeados por un sinfín de noticias… y cada vez con menos criterio. Hay mucha información, pero poca formación: es decir, ideas claras, nitidez en los conceptos, comprensión de lo que está pasando.

Cada año más de mil jóvenes españoles intentan suicidarse, pese al mutismo de los partidos. Según las estadísticas, las mujeres lo intentan hasta 4 veces más que los hombres, pero los chicos son los que persisten hasta lograrlo. Las razones casi siempre son las mismas: problemas en los estudios, conflictos con los padres, fracasos en la vida personal y sobre todo, falta de ideales trascendentes a los que aferrarse. Aunque se antoja que el sistema reconozca el fracaso de sus propuestas, el laicismo radical vigente está siendo más destructivo para los jóvenes que cualquier enfermedad.

La televisión es en parte responsable de este fenómeno. Desde los medios se promocionan modelos sociales y conductas éticas que no son en absoluto ejemplarizadoras. Muchas adolescentes españolas imitan los modos y maneras de muchas de las estrellas mediáticas del momento. Quieren ser como ellas. Se ha revertido tanto la conducta moral de los jóvenes que Belén Esteban cuenta con más adeptas juveniles que cualquier otra española que hubiera logrado el éxito profesional gracias al estudio y el esfuerzo.

Muchos especialistas señalan que ésta es la mayor razón que lleva a los adolescentes al límite cuando no consiguen sus objetivos. Nadie desde la base los disuade de tales preferencias y tampoco un ambiente social tan corrosivo como el que se vive en España contribuye demasiado a que las cosas mejoren.

“Los niños no son como lavadoras o televisores, no se atrofian por sí mismos, sin razón. Si un niño se sale del control, o si se ha ‘roto’, lo más probable es que el problema esté en la familia, en el entorno”, sostiene el psicólogo Carlos Valle.

Las estadísticas oficiales tampoco reflejan un aspecto sin duda clave en este proceso de destrucción masiva que vive la juventud española, al carecer de referencias morales sólidas. Los niños que crecen dentro de familias estructuradas y que cuentan con una orientación humanística en su educación, son los que tienen menos riesgo de caer en la desesperanza. El Gobierno de Zapatero quiso alimentar el desarrollo de los jóvenes con las ineficientes fórmulas laicistas que se incorporaron al modelo educativo. El resultado salta a la vista: fracaso escolar y una juventud mediocre e indefensa, con escasos pertrechos morales y culturales para sobrevivir a una crisis que las ideologías progresistas han incorporado a la agenda de nuestro tiempo.