Cómo entender a los políticos
¿Han oído alguna vez ese chiste sobre cómo distinguir el capitalismo del socialismo? dice que el capitalismo es la explotación de los hombres por otros hombres y el socialismo es la explotación al revés. Efectivamente siempre y sin importar las ideologías del partido que gobierne, una parte tiene siempre la sensación (o la certeza) de ser estrujada por la otra.
Con este caldo de cultivo aparece la clase política, compuesta de malabaristas de palabras y promesas. Un político es alguien que obtiene dinero de los ricos y votos de los pobres, con la promesa de proteger a unos de los otros. Por eso para entender la política que hacen nuestros políticos debemos empezar a ver a los partidos como a empresas, ya que para un político profesional su partido es su empresa a efectos prácticos de ocupación laboral y forma de ganarse la vida. En esos casos la ideología no es más que el producto que se comercializa y lo que interesa es facturar lo más posible (sacar el mayor numero de votos) porque eso te va a permitir aumentar los ingresos (conseguir más dinero de los presupuestos públicos por escaños y otros cargos) y además si consigues mayoría absoluta te permitirá regular a la competencia y buscar el monopolio (hacer leyes a la medida de tus propios intereses de partido).
A partir de ahí, la ideología es un vehículo que te lleva al destino buscado, por eso los partidos regularon a los tránsfugas (competencia desleal) y es tan habitual encontrar casos como el de Rosa Aguilar, de toda la vida en IU y su ideología no la retuvo allí cuando el PSOE le ofreció los Ministerios de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, esto es como los que se van de una empresa mediana en la que son directores locales (Alcaldesa de Córdoba) a otra más grande porque allí le ofrecen ser jefe de un departamento nacional y mejor sueldo (Ministra).
También se producen casos como el de Rosa Díez marchándose del PSOE o Álvarez Cascos diciendo adiós al PP para montar sus partidos, como esos directores comerciales que tras muchos años de servicio en sus empresas (partidos) se sienten menospreciados y no premiados por su labor y deciden ponerse por su cuenta. Hablan con algunos compañeros que también estén quemados en sus empresas (partidos) y montan la suya propia. En algunos casos como el de Álvarez Cascos queda patente que los clientes compraban (votaban) allí por él más que por la empresa (partido), porque ahora le compran (le votan) en su nueva empresa.
En otros casos como el de Rosa Díez, montan algo más parecido a las empresas con distribuidores multinivel, donde los de arriba se mantienen con la inversión y el esfuerzo de los de abajo que confían en su exclusivo producto milagroso y sobrevalorado (algo frecuente en empresas multinivel), producto que promete mejorar tu vida como nadie lo ha logrado y al que “la competencia” (otros partidos) se empeñan en tapar porque les dejaría, según ellos mismos, sin ventas (sin votos).
A partir de que todos los ciudadanos consideremos a los partidos “empresas buscando su beneficio propio y crecimiento corporativo” entenderemos mejor lo que dicen y los efectos sociales de lo que hacen, y comprenderemos que son necesarios pero que no todo lo que fabrican y venden tiene por qué ser bueno aunque así lo argumente el vendedor (presidentes, ministros, etc.); y sobre todo dejaremos de sentir pasión futbolera por uno y odio por otro y, como mucho, sentiremos simpatía o preferencia por una marca comercial (partido político) pero sin lealtad incondicional.
El discurso de los partidos es como si un fabricante de pistolas te dijese: “cómprame una para defenderte de tu vecino que tiene malas intenciones” y después fuese a tu vecino a decirle lo mismo de ti. Al final nuestro tranquilo barrio tendría a unos vecinos armados en permanente sospecha sobre las intenciones dañinas de otros vecinos y al vendedor de armas más rico que antes a la espera de que se oiga algo parecido a un disparo para decir: “¿has visto como yo tenía razón? menos mal que te compraste mi pistola para defenderte de tu vecino que va disparando”.
En definitiva, para entender a los políticos y desvelar sus intenciones debemos hacer con ellos y con sus mensajes como con aquellos LP de vinilo de Heavy de los 80’s, hacerlos girar en sentido inverso para ver si contienen un mensaje satánico oculto y así descubrir la realidad para que no nos confundan. Por eso si consideramos que son empresas pensaremos como clientes y gastaremos nuestro dinero (nuestro voto) en lo que consideremos qué nos conviene más a nosotros, sin importar dónde comprásemos (votamos) la vez anterior.
Seamos consumidores (votantes) exigentes, pero no sólo en campaña sino durante toda la legislatura para evitar que nos tomen el pelo. No seamos como aquel al que le preguntaron: “¿Qué es peor, la ignorancia o el desinterés?” Y contestó: “Ni lo sé, ni me importa”.
Señor Carrascosa: Si ambos nos conocieramos, le diría que la telepatía existe. Y estaría invirtiendo hasta el último euro de mi escurrida cuenta bancaria para realizar un estudio en el que se demuestre que la telepatía existe. Sin embargo discrepo en un punto, pequeño y cito: “Un político es alguien que obtiene dinero de los ricos y votos de los pobres, con la promesa de proteger a unos de los otros” La discrepancia está en que, formalmente, teóricamente un político se podría definir asi. Sin embargo la tozuda realidad y viendo la punta del iceberg respecto a los multiples sueldos… Leer más »
Lleva razón y yo estas elecciones me lo voy a plantear desde mi interés ciudadano y no de ideología. Como cuando cambio de móvil o de coche, ¿qué ofrece este y me ofrece aquel? y así según mi situaci´´on votar lo que sea más conveniente.
Esta es la explicación más clara que he leído del espíritu de la política por eso siempre estamos cabreados, porque creemos que lo hacen por nosotros y nosotros somos el cliente no el objetivo. Genial!!!