Ni productivos ni competitivos
Recientemente, y cada vez con mayor reiteración, todos los medios citan la urgente necesidad de acometer las reformas pendientes, destacando entre ellas, la del “mercado de trabajo”, pero no solo a base de parches y retoques como se ha realizado hasta el momento. Analizando el crecimiento del paro, tanto a nivel porcentual como en cifra absoluta, ha quedado palmariamente demostrado que los maquillajes, como su propio nombre indica, se ocupan de mejorar la imagen, pero al día siguiente, inexorablemente, afloran nuevamente las arrugas.
Las considerables ayudas y subvenciones gubernamentales a los sindicatos mayoritarios (CC.OO. y UGT), intentando comprar una pretendida paz social han resultado un fracaso. Nuestro prestigio a nivel europeo está sufriendo un deterioro galopante, y los mercados, dudan de la capacidad de España para devolver lo que se nos ha prestado. Tal sentimiento de desconfianza se basa en que nuestra economía no crece y los inversores consideran que nuestros títulos no ofrecen garantías. No es de recibo que el presidente Zapatero suplique públicamente ayuda inmediata, y 15 días antes, asegure en la Cumbre del G-20 que España no necesitará ayuda internacional. Se impone actuar con mayor rigor y coherencia si en efecto pretendemos evitar el ser rescatados.
En estos últimos días se está reconociendo nuestros serios problemas de productividad y competitividad, índices a los cuales en nuestro país no se les otorga la consideración que merecen y que en estos últimos años están acusando una merma altamente preocupante.
Sobre este inquietante tema, la experta en temas laborales y ex directora de la revista LABORAL, editada por el Colegio de Graduados Sociales de Málaga y Melilla, Ángela M. Márquez Casero, ya apuntó en el editorial del num. 23 (mayo, 2011), y se cita textualmente, que con la actual legislación, lo más grave es que se perjudica la productividad de los mejores empleados. “En muchas ocasiones se regula los sueldos según las categorías profesionales, y no se permite a los empresarios discriminar económicamente como quisieran en función de la eficacia y rendimiento personal. Sencillamente aberrante. Tal comportamiento anula cualquier iniciativa y desmotiva a aquellos trabajadores que se esfuerzan por mejorar sus condiciones personales , intentando el reconocimiento que lógicamente merece ser compensado. Las fórmulas igualitarias fomentadas por los sindicatos, no sirven y han quedado obsoletas”.
Se podría exponer con otras palabras pero con mayor claridad imposible. Esperemos que el próximo Gobierno abandone fantasías y demagogias y se centre en la confección de una auténtica y profunda reforma que el mercado de trabajo que es la que el país demanda y necesita.