La Generalitat subvenciona con 93.000 € una película que vieron 70 personas
El Confidencial/Reproducción. Hacer películas puede ser rentable, especialmente si uno se lo sabe montar. Es lo que parece haber hecho el productor, director y actor barcelonés Salomon Shang, que parece haber desaparecido del mapa después de haber obtenido más de cuatro millones de euros en subvenciones, dejando un reguero de deudas y multas sin pagar a la Generalitat de Cataluña por casi 600.000 euros debido a que falseó los datos de número de espectadores y de recaudación para tener derecho a subvenciones públicas. Como si esto fuera Hollywood.
Shang es un vivales. El pasado verano, el productor Xavier Catafal envió una carta a Carlos Cuadros, director del Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales (ICAA), que depende del Ministerio de Cultura, denunciando que algunos productores estaban recibiendo subvenciones públicas que no les correspondían. “No denuncié a nadie en particular, pero el nombre de Salomon Shang aparecía porque ha recibido de las arcas públicas varios millones de euros en los últimos años”, señaló Catafal. Es más, el productor subraya que “yo no denuncié a nadie, sólo ponía de manifiesto algunas particularidades. En realidad, a quien denunciaba es a las instituciones públicas, que no controlan cómo gastan el dinero de todos”, añade.
No le faltaba razón, ya que en una carta fechada en 2009 advertía al entonces director del ICAA, Ignasi Guardans, acerca de las sobredimensionadas ayudas a Producciones Kaplan, la empresa de Shang: sólo en el 2008 se había embolsado en subvenciones 1.918.526,45 euros. Las películas agraciadas eran, entre otras, Barcelona Kapital, Carl Gustav Jung, Un objetivo recorre La Habana, La venganza del proscrito y El viatge de la llum quart viatge. Filmes, casi todos documentales, desconocidos para la gran mayoría del público.
Millones de euros destinados a películas desconocidas
Este verano, Catafal apuntaba a varios millones de euros que habían recibido algunas productoras cuyas películas nadie conoce y que, supuestamente, falsificaban los datos de público y de recaudación para tener derecho a subvenciones públicas.
No iba desencaminado. El boletín Oficial del Parlamento de Cataluña del 28 de noviembre del 2006 recogía una comparecencia del entonces consejero de Cultura de la Generalitat, Ferran Mascarell, casualmente el mismo que ocupa ese cargo en la actualidad (defenestrado por José Montilla y repescado por Artur Mas cuando éste ganó las elecciones del 28 de noviembre del 2010). En ese boletín , Mascarell daba datos de la audiencia de determinadas películas “rodadas en catalán”. Por ejemplo, Centenari, de Antoni Ribas, había tenido 20.457 espectadores. O Amor idiota, de Manga Films, 33.313. Pero había una especialmente significativa: El viatge a la llum, tercer viatge, un documental que había rodado Salomon Shang. La audiencia era de… ¡70 personas!. Eso no parecía ser un impedimento, porque al año siguiente, fue subvencionada con 93.225,98 euros. Todo un récord: 1.332 euros por espectador. Ese mismo año, el informe de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona le daba 14.247 espectadores. Pero los números “oficiales” de Shang elevaban la cifra a 28.491 espectadores y una recaudación de 153.758,80 euros. Milagro.
Los trucos del productor
Claro que Shang había jugado con los números. “Controlaba dos cines en Barcelona, uno con dos salas y otro con cuatro o cinco. Solía programar sus películas a primera o a última hora de las sesiones, que son en las que difícilmente se pasan por los cines los inspectores. Así, declaraba los espectadores que le daba la gana. Si se daba la sorpresa de que se presentaba un inspector, decía que las entradas se habían vendido, pero la gente se había ido porque no le gustaba la película”, explica a este diario una persona que le conoce bien.
Aunque Catafal afirma que “personalmente le conozco poco”, en el sector cinematográfico Salomon Shang no es bien recibido. “Era una fábrica de engañar. No me explico cómo ha podido llegara donde ha llegado”, afirma un conocido productor cinematográfico a este diario. Y otro potente productor subraya que “es patético lo que ha hecho. Rodaba películas en vídeo y cobraba comisiones como si las hubiese rodado para el cine. Pero aquí ha habido una ceguera interesada de las instituciones, a las que sólo les preocupaba hacer ver que el cine español iba hacia arriba. Todo el mundo sabía lo que estaba haciendo pero cerraba los ojos, hasta que Catafal destapó el tema. Y sólo hace falta tener un poco de sentido común para ver que era imposible recaudar las fortunas que decía. Porque hay que tener en cuenta que algunas de sus películas recaudaban tanto como producciones de Hollywood que llegaban con las entradas vendidas”.
Llegó un momento en que los rumores eran tan fuertes que, a finales del 2009, la subdirectora general de Fomento de la Industria Cinematográfica y Audiovisual del ICAA, Beatriz de Armas, llamó al responsable de cinematografía de la Generalitat de Cataluña. “Oye, ¿vosotros qué vais a hacer con este tío?”. La respuesta fue tajante: “No nos fiamos. Hemos dado orden de que no se le dé ni una ayuda más, porque hace tiempo que le estamos pidiendo documentación y siempre nos da largas. Hasta que no nos entregue todos los documentos que le hemos pedido, ni un céntimo”. “Pues aquí nos ha presentado unas auditorías perfectas”. “Pues haced lo que creáis conveniente”. Y así fue. Estas auditorías perfectas pesaron más que las opiniones de los responsables de la Generalitat, porque el ICAA le siguió subvencionando: en las dos temporadas siguientes, desvió hacia los bolsillos del avispado Salomon Shang más de 2 millones de euros.