Es el sistema el que está en quiebra y no sólo la economía
Ismael Medina/Reproducción de sus mejores artículos en AD.- El filósofo Gustavo Bueno volvió a escandalizar en la presentación de su nuevo libro ‘El fundamentalismo democrático’ sobre el que, seguro, caerá el cerco de silencio de la tenida por cultura progresista, sumida en la estrategia de la desmoralización, y también de una derecha a la que aterroriza confesar que lo es, además de padecer influyentes infiltraciones tóxicas.
¿Y qué dijo Gustavo Bueno desde el púlpito de un pensamiento lúcido y una arriscada independencia para contrariar de nuevo a los falsificadores de la realidad y de la historia? Pues dijo que el pueblo es muy anterior a la Constitución, que la patria es mucho más importante que la democracia y que la democracia no flota al margen de cualquier patria. Y que aún admitido el sistema representativo como fundamento del sistema, «no hay ninguna razón a favor de la mayoría», cuando la mayoría admite los secesionismos, que se «respete a los ladrones» y a «gente que quiere corromper nuestra patria». Y corrupción mucho mayor que casos como el Gürtel en la nueva ley del aborto, la cual, aunque sea aprobada por mayoría, «es monstruosa porque tan arbitrario y monstruoso es permitir un aborto hasta las 14 semanas como matar a un niño de tres años, ya que, como el feto, no está terminado».
Las posiciones mantenidas por Gustavo Bueno, cuyo originario emplazamiento filosófico en el marxismo es de sobra conocido y de ahí que tanto escandalice a la progresía neomarxista de pacotilla que controla los circuitos de una cultura degradada a subcultura, me traen resonancias joseantonianas. Pero aunque no sea la ocasión de entrar en una cuestión tan tentadora, sí considero oportuna subrayar una valoración sustantiva a la hora de la exigencia de un Estado propio a partir de una cultura diferenciada, caso de los fundamentalismos secesionistas. Denunció que se trata de una sacralización de la cultura, la cual pasa a ocupar el papel de la gracia santificante.
Bueno contradice la teoría de Popper según la cual no caben verdades en la ciencia, sino proposiciones falsables. Aduce Bueno que las únicas verdades no falsables, o falseables, son las metafísicas. No es cosa de abordar el análisis de la teoría de Popper. Pero sí recordar que según él uno de los rasgos de toda verdadera teoría científica estriba en su falsabilidad. Y en eso estamos. No ya sólo en el falseamiento pseudocientífico del orden natural. También en el falseamiento de los fundamentos del Estado de Derecho, de la cultura y de la historia. Y por supuesto, de la moral religiosa que los ha impregnado, la cual se presenta como «falsadota» para suplantarla por un aberrante nihilismo colectivo bajo la dictadura de unas clases dirigentes enquistadas en el «fundamentalismo democrático» y a su vez dependientes de un oscuro centro de poder mundial totalizador y totalitario.
La cara oculta del desayuno nacional de oración
A muchos ha sorprendido la invitación a Rodríguez para participar en el Desayuno Nacional de Oración que cada año se celebra a iniciativa de The Fellowship Fondation, más conocida como La Familia. Y que, además, sea uno de los ponentes en la reunión. Se preguntan: ¿Cómo un ateo militante y fundamentalista, que se hace acompañar por otros de la misma laya, puede participar en una ceremonia religiosa de signo cristiano? No les sorprendería de haberse tomado la molestia de conocer lo que es en realidad La Familia.
La Familia la fundó Abraham Vereide, un exaltado miembro de la Iglesia Evangélica y miembro de la Conferencia Metodista. Coordina su actividad con el Congreso de los Estados Unidos y mantiene una comunicación asidua con la Casa Blanca, cuyo titular asiste en lugar destacado al Desayuno anual. Su ideología está directamente emparentada con el liberalismo capitalista en su versión más radical. Y aunque prevalecen en sus filas senadores y otros dirigentes republicanos, también figuran no pocos demócratas. Se trata en realidad de una organización de poder internacional que de puertas adentro mantiene un estricto secreto. También se declara interreligiosa. Es consecuente que entre sus habituales más de 3.500 invitados al Desayuno Nacional de Oración, figuren personales políticos de relieve de muy variada ideología y creencias religiosas de todo el mundo, incluso como ponentes. También financieros y empresarios de múltiples sectores, sin que falte la gran industria del armamento.
Se sabe que La Familia, la cual se considera una «mafia invisible», ha influido de manera resolutiva en los acontecimientos decisivos de no pocos países. La Familia es en los ámbitos político y religioso algo así como el Foro de Davos en el económico. La reunión del Foro, estos días reunido, y el Desayuno, a comienzos de febrero, son apenas otra cosa que el escaparate, o punta del iceberg, de poderosas organizaciones mundialistas que operan de manera soterrada durante todo el año y aprovechan tales eventos para impartir directrices y atraer adeptos.
No hay que escarbar mucho en el conocimiento de La Familia para descubrir que el espejuelo de su fundamentalismo cristiano guarda una estrecha similitud estratégica con el New Age. Tampoco el fundamentalismo liberalista y democrático que La Familia defiende se corresponda con el contenido y el ejercicio de los valores morales inherentes al mensaje de Jesús. O como exponía Gustavo Bueno, con las proposiciones metafísicas no falseables. ¿Ha sido siempre así?
La manipulación del rebaño
Recaí estos días en la relectura de la Historia de los griegos e Historia de Roma, de Indro Montanelli, movido por el debate con un amigo entrañable sobre los más sobresalientes periodistas italianos del pasado siglo. Ya sé que Montanelli no es comparable a historiadores como Toynbee. Pero de Montanelli me quedé con un juicio referido a Trajano y a los también admirables emperadores de origen hispano que le sucedieron. Decía Montanelli que no creían en los dioses, pero que hacían gala de su fe en ellos para satisfacer al pueblo y asegurarse su devoción y seguimiento. Barrunto que algo similar ocurre con los miembros de La Familia. Falsean también las verdades metafísicas de que blasonan para agrupar en una misma estrategia de poder a quienes de cara a las masas domesticadas se presentan como contrarios y hasta enemigos irreconciliables. A aquellos dioses lejanos hoy les llamamos democracia.
«España es un rebaño», concluía Gustavo Bueno al presentar su libro. ¿Pero sólo España? El mundo se ha convertido en un gigantesco rebaño de ovejas, de masa amorfa, que responde a los impulsos de sus manijeros, lo mismo para pastar mansamente hierba rala, follar a mansalva y ser ordeñado, que para matarse o suicidarse.
Sostenía el emperador Marco Aurelio, apasionado por la filosofía, además de eficaz gobernante, que no es útil para la abeja lo que no es útil para la colmena. Se equivocaba si trasladamos el aforismo a la actualidad. No es útil para la colmena, por ejemplo, la profunda recesión económica que soportamos, los españoles con muy superior daño. Pero lo es para las abejas reinas instaladas en los centros de poder político y de poder financiero de la democracia globalizada. Su ideología se resume en aquella cínica canción popular napolitana de «Yo te doy una cosa a ti, tú me das una cosa a mí». Todo lo demás es un gigantesco camelo. Un descomunal andamiaje de «falsables».
Y puesto que me he remontado a la antigüedad no es ocioso recordar el gran peso de los mitos y de las leyendas que fluían de ellos o sobre las que se ahormaban. Mitos y leyendas, sin embargo, se construían a partir de realidades históricas. Subrayaban, exaltaban o denigraban hechos y comportamientos, vividos o transmitidos, que servían de referencia a los dirigentes políticos y a los intelectuales a su servicio para encelar al pueblo y conducirlo en una u otra dirección.
El problema a que se enfrentan los historiadores de la antigüedad radica en concretar la verdad subyacente en mitos y leyendas. Sucede en lo que nos atañe, por ejemplo, con el mito de Tartesos y el correlativo de sus reyes, en particular de Argantonio, de quien un historiador dijo tratarse del «mito real» de una cultura ibérica que asombró a focenses, fenicios y griego, dejó rastro profundo en historiadores romanos y de la que apenas resta huella física. Pero el mito, inseparable del culto al toro solar, hasta hace poco Fiesta Nacional, encierra esa otra dimensión de gran alcance como la de germen del genuino ser histórico de España, ahora en nuevo trance de destrucción. No es casual ni una manía ecologista que la progresía haya pretendido desde hace largo tiempo el desarraigo de la fiesta de los toros. Ni que el secesionismo catalanista exija su desaparición. Tampoco que, como reacción espontánea y asaz simbólica, la silueta del toro ibérico, tomada del indultado toro de Osborne, la exhiban muchos jóvenes como marca de identidad en la Bandera Nacional, sustituyendo al escudo borbónico, oficializado como de España. El águila de San Juan, escudo de los Reyes Católicos y símbolo de la unidad de España no se rechaza por franquista, sino por contrario al tuétano antipatriótico del fundamentalismo democrático.
La democracia mundialista como falso mito
Hoy no vivimos sugestionados por los mitos que marcan caminos. En la era de las tecnologías avanzadas de comunicación se fabrican mitos «falsados» como si fueran rosquillas alienadoras a repartir a las masas desarraigadas en las festividades del santoral laicista. Los líderes no surgen por su valía contrastada en hazañas militares o de buen gobierno. Se fabrican en los subterráneos de quienes los precisan como instrumentos de un poder ajeno al interés objetivo de sus pueblos. Y para que su credibilidad no se vea empañada por el recuerdo de quienes fueron fieles a su patria y a su pueblo, se procede de manea simultánea a la sistemática eliminación de la memoria de éstos y su perversa demonización. Se aplica a la historia indeseada una práctica similar a la militar de «tierra quemada».
Cunde dentro y fuera de los Estados Unidos la decepción respecto de Barak Obama, aunque la progresía política e intelectual se esfuerce en la defensa de su imagen prefabricada. La biografía ocultada de Obama, a la que dediqué una crónica en coincidencia con su campaña electoral, no justificaba su selección para sentarlo en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Pero a los poderes que manejan el cotarro electoral norteamericano y mundial les convenía un candidato que aunara en su persona el reflejo de dos mitos popperianos: John F. Kennedy y Martin Luther King, cuya mitificación «falsable» se construyó sobre sus respectivos y nunca esclarecidos asesinatos. Encantadores progresistas de serpientes fueron ambos. Pero las serpientes los eliminaron una vez demostrado que sólo eran útiles como mártires. Algo en lo que también fue maestro el agit-prop soviético. Cuando un dirigente promovido al poder no responde a las expectativas que se depositaron en él, o se indisciplina, se procede a su eliminación física o a su destrucción política, aunque se trate del presidente de los USA. Se rompe de una u otra manera la estrategia de la permanencia durante dos mandatos. Es la espada de Damocles que pende sobre la cabeza de Obama.
Es el sistema el que está en crisis
La actual reunión del Foro Económico de Davos, a la que han acudido en masa los grandes financieros que faltaron en la anterior, pone de manifiesto el desconcierto respecto de la profundidad de la recesión económica, su singularidad y la fragilidad de las medidas adoptadas. Algún cronista llamó al actual cónclave económico Foro del «re», pues la mayor preocupación del núcleo principal reside en encontrar una solución por las vías de la revisión, la reforma, la regeneración o la reestructuración del sistema. Lo que viene a confirmar la quiebra del sistema y que no son válidas las recetas convencionales aplicadas en precedentes y cíclicas convulsiones.
Un estudio elaborado por Grail Research en de Luxe&Associates sitúa en 13 billones de dólares, equivalente al 21,12% del PIB mundial, el dinero invertido por los gobiernos de todo el orbe en rescates bancarios y en planes de estímulo como puedan ser obras en infraestructuras (China ha aplicado un 46% de su PIB) o en torpes arbitrios como el Plan E del gobierno Rodríguez. Lo que supone un pavoroso endeudamiento que repartido entre toda la población mundial equivaldría a 1.987 dólares por persona. Un endeudamiento cuya amortización cargará sobre los países más desarrollados y acentuará la explotación de los más pobres. Y que puede alargar en años una plausible recuperación en cuya contra también juega la posibilidad nada desdeñable de recaídas. Si en España pinchó la burbuja inmobiliaria, el gran pinchazo ha sido el de la globalización financiera, la cual ha puesto patas arriba el sistema. ¿Acaso la sirena de alarma sobre la inexorabilidad de un cambio de ciclo histórico desde la agonía del racionalismo materialista a no se sabe qué?
Los sistemas en crisis ocultan su debilidad mediante procesos concéntricos de introversión que desembocan en formas despóticas de poder. Arguyen que así defienden los fundamentos ideológicos sobre los que se alzaron. Pero sucede que los desvirtúan. Que los falsean y los corrompen. Y que para supervivir y mantener las estructuras de poder han de integrar a los afines e incluso contrarios en su misma corrupción mediante pactos y concesiones que acaban por descomponerlos y llevarlos a la anarquía. La coartada es el fundamentalismo democrático tal y como lo describe Gustavo Bueno. La envoltura de un tópico absolutismo disfrazado de mito y al que sirve reiteradamente de percha el sarcasmo churchilliano de que la democracia es el menos malo de los sistemas. Lo que conduce a establecer como dogma que lo menos malo, aún siendo malo, es lo bueno. Sorprendente paradoja que desmiente la historia. Y explicación plausible de que La Familia haya invitado a Rodríguez como ponente al Desayunao Nacional de Oración. ¿Quién mejor que él en la actual coyuntura para simbolizar la sumisión al mandato mundialista y de traición a su pueblo?
Asistiremos en adelante a un reforzamiento de la llamada globalización, del mundialismo como centro de poder absoluto, con el pretexto de que sólo bajo una misma dirección pactada por los gobiernos se alcanzará a superar la hecatombe. Pero de la misma manera que la naturaleza propende a restablecer sus equilibrios rotos, tantas veces de manera violenta, sucede que los desequilibrios provocados por la crisis de un sistema no resuelven los conflictos de fondo, sino que los exacerban, y desembocan en brutal estallido. Se impone el principio implacable de que el desorden es manantial de nuevo orden.
Vivimos inmersos en un periodo crítico del nuevo orden mundial surgido de la II Guerra Mundial, gracias a la cual, que no al New Deal de Roosevelt ni a las recetas keynesianas, pudo superarse la depresión de 1929. La actual es estructuralmente mucho más profunda y desorientadora para los budas ideológicos, además de no disponer para superarla del respaldo de unos pueblos aviesamente corroídos en sus valores morales, en sus fundamentos religiosos y en su espíritu patriótico para mejor quebrantarlos y dominarlos. Pero a los borregos se les puede conducir fácilmente al matadero. ¿Acaso a una guerra mundial, fundamentalismo democrático frente a fundamentalismo islámico, cuya mecha se prenda en el polvorín del Oriente Medio?
España es un rebaño de toros bravos, idilicos y pacificos de lejos, pero enfurecidos son terribles. Alguien ha jugado a aprendiz de brujo y ha metido fuego al pueblo, y cuando la gente se vea en la calle por culpa de cuatro mangantes irresponsables, aqui va arder troya. Lo de las revueltas norteafricanas va a ser cachondeo comparado con la caza de politicos tanto de derechas como de izquierdas a los que se les señale como corruptos, ellos y sus abogados van a salir por patas delante de las turbas, y no creo que se puedan escapar, que aqui el… Leer más »