Progresía machista
Hace unos días ofrecí una rueda de prensa sobre los recortes establecidos por la Junta en materia de Dependencia. Más que nada lo hice por la intoxicación permanente de “buenismo” infinito que practica la izquierda española y andaluza. Ha conseguido que ese falso talante sea un ingrediente diario en nuestras vidas. Como los días y las noches, como el frío o el calor.
Creo que estos tiempos exigen responsabilidad y por eso, la frivolidad con que se abordan importantes problemas es simplemente intolerable. La Ley de Dependencia se aprobó por imperativo de la Unión Europea. Tanto PP como PSOE la llevaban en sus correspondientes programas. Ganó Zapatero y le tocó ponerla en marcha. Soy muy consciente de que es una ley cara y complicada, pero también lo soy del uso propagandístico continuo que el partido socialista viene haciendo de la norma.
Las prestaciones que la ley contempla son diversas: residencia, centros de día o de noche, cuidados en domicilio realizados por profesionales, tele asistencia, ayuda económica a la familia etc. En Andalucía la administración autonómica opta, en la mitad de los casos, por adjudicar el recurso económico. Llama la atención que en la Comunidad de Madrid suceda exactamente lo contrario. Como nada es por azar, las razones de estas decisiones existen y las consecuencias, también. Las veremos.
Es obvio que para poder otorgar la prestación residencial, hacen falta residencias. Para instalar a dependientes en centros de día, éstos tienen que existir. Para enviar un profesional a domicilio, hay que pagar salarios elevados. Todo ello es muy costoso. Lo más barato, sin duda alguna, es conceder una baja ayuda económica a la familia y mantener para siempre la situación previa a la entrada en vigor de la ley.
Me explico. Sin Ley de Dependencia, lo habitual era que un familiar cuidase a la persona dependiente. Normalmente ese peso recaía sobre la mujer que, por supuesto, carecía de los conocimientos adecuados. Las cosas han cambiado poco en nuestra tierra: el gobierno andaluz escoge la prestación económica escasa y por 400€, de nuevo, la mujer se enclaustra en el hogar truncando sus aspiraciones de desarrollo profesional. De paso, eliminan de la lista del paro a una demandante de empleo. Es la condición.
De manera que el gobierno andaluz con sus ataques histriónicos de progresía imparable, encierra a la mujer en casa perpetuando el papel femenino tradicional que tanta discriminación y pérdida de oportunidades ha supuesto para el mal llamado sexo débil. La perversión del espíritu de la ley, que pretende cualificar la atención a la persona dependiente, resulta incuestionable. Las víctimas del apaño son las mismas de toda la vida.
En Andalucía contamos con la ratio más reducida de España en residencias de mayores o en centros diurnos o nocturnos. El socialismo de 30 años de duración no ha tenido como prioridad la dotación de infraestructuras imprescindibles. La fuerza se le va por la boca a base de eslóganes eternos y vacíos, con los que han engañado demasiado tiempo.
Así, la ratio residencial en Andalucía es de 2’8%. Es sensiblemente inferior a la española, con el 4’3%. De esta forma el gobierno autonómico convierte en imposible el respeto a los objetivos de la ley.
Como he referido, invita a la reflexión que mientras que en nuestra comunidad la mitad de las prestaciones ofrecidas sean las económicas, en Madrid prevalezcan criterios bien distintos. El gobierno de Esperanza Aguirre sólo acude a este recurso en el 18% de las ocasiones, con lo que consigue que la gran mayoría de las personas dependientes sea atendida en las condiciones adecuadas. Lógicamente se preocupó primero de crear las infraestructuras necesarias. Aquí, por absurdo que parezca, no se ha hecho hasta la fecha.
Por lo anterior, la aplicación de la Ley de Dependencia se ve forzosamente mermada. Las consecuencias son desgraciadas para las mujeres de nuestra tierra, que no han encontrado en los gobernantes de la Andalucía imparable a sus mejores aliados. Se han dado de bruces con el machismo sutil de la progresía de escaparate.
La progresía hegemónica que no admite más solidaridad que la suya. La progresía de las apariencias. La progresía implacable.
*Alcaldesa de Fuengirola y portavoz del PP en el Parlamento de Andalucía.