La izquierda perdida
L.O.- QUÉ demonios se supone que significa ser de izquierdas? En teoría, se asocia con una mentalidad progresista, tolerante y abierta; con creer en la igualdad de oportunidades, en la justicia social, en que los ricos deben pagar más y los pobres contar con mecanismos de protección y promoción; alguien de izquierdas apuesta por los servicios públicos, el reparto de la riqueza y el Estado del bienestar.
Ser de izquierdas implicaría querer un mundo mejor y pelear por él, ayudar a las ancianas a cruzar la calle, colaborar con una ONG, tener carné de ecologista y ahorrar para un coche híbrido, dar la cara por los débiles ante el poderoso. En definitiva, ser una buena persona. Por definición, lo contrario, ser de derechas, supondría entonces ser una mala persona. Como se asocia con ser conservador, se trataría de alguien egoísta e insolidario, del típico tío Gilito obsesionado con aumentar su fortuna y no compartirla, alguien intolerante, ultrarreligioso, poco respetuoso con lo que se salga de las viejas convenciones morales, amante de las tradiciones y enemigo de lo nuevo. Una persona inmovilista, clasista, que reniega del progreso y solo persigue su bien particular.
En esta exagerada y caricaturizada superioridad moral, en este maniqueísmo infantil, se siguen moviendo hoy día muchos militantes de partidos de izquierda, ignorando que a menudo ser del PSOE o de Izquierda Unida no tiene nada que ver con poseer la mentalidad de izquierdas anteriormente mencionada y que no vivimos en una novela de Zola, sino en el siglo XXI. Pero no sólo parte de la militancia, también la dirección del partido. En las últimas elecciones generales, y todo hace presagiar que en las cercanas andaluzas, los socialistas han recurrido a dos socorridas ideas-fuerza: el miedo a la derecha y los recortes que ésta traería y su posicionamiento con el sindicalista-trabajador por oposición al empresario-explotador que en teoría se alinea con el PP. Son mensajes más propios de los ochenta, concebidos desde la melancolía de quien echa de menos correr delante de los grises, que de un análisis serio de la sociedad actual y sus preocupaciones reales.
En primer lugar, esa estrategia trasnochada hace aguas por cuanto la totalidad de la población española ya vivió ocho años de gobierno popular, más o menos afortunados políticamente pero que se recuerdan como de prosperidad económica, y la mayor parte de los ciudadanos llevan años siendo administrados por ayuntamientos del PP. En cuanto a los recortes, en un país con casi cinco millones de parados (en Málaga 238.000, según la EPA) la prioridad absoluta debe ser la creación de empleo. Y si para ello hay que poner freno al despilfarro público de los últimos años, renunciar a ciertos derechos adquiridos (algunos, más que derechos, son privilegios insostenibles e inaceptables, como en el caso de algunos convenios municipales o el de la Diputación) o modificar un sistema hiperproteccionista que penaliza la contratación, hágase.
Pero los socialistas se han atrincherado en el inmovilismo sindicalista, verdadero estandarte del conservadurismo, dejando de lado a esos que denomina emprendedores, ya sea a los sufridos y meritorios autónomos o a los pequeños, medianos o grandes empresarios, es decir, a quienes crean la mayor parte del empleo arriesgando su dinero para ganar, sí, más dinero. Porque en eso se basa este sistema en el que decidimos vivir, y no se nos debería olvidar nunca que nadie se mete a empresario para jugar a las hermanitas de la Caridad. Pues bien, en esa coyuntura terrible de cinco millones de parados y 45% de desempleo juvenil, el PSOE no ha tenido otra cosa que hacer que situarse en defensa de quien menos la necesita: los funcionarios que cuentan con un trabajo no ya estable, sino prácticamente invulnerable.
¿Son esos realmente los conceptos que definen a la izquierda? ¿Tiene que ser la ideología algo inmutable o debe adaptarse pragmáticamente a los tiempos, las necesidades y las dificultades de cada momento? ¿Hay cuestiones básicas en las que se pueden mantener planteamientos progresistas pese a estar regidos por los mercados e inmersos de pleno en la etapa dorada del capitalismo? ¿No hay demasiados dogmas de fe a derribar en la izquierda? Ésas y otras muchas cuestiones son las que deberían discutir, analizar y tratar los militantes del descalabrado PSOE. Un partido que en los últimos ocho años de gobierno ha hecho que el país avance extraordinariamente en derechos sociales (los matrimonios homosexuales, la ley de dependencia, los quince días de paternidad o incluso el denostado cheque bebé son prueba de ello), pero que a menudo ha caído en contradicciones terribles. No es justo ni razonable que todos los padres, desde los muy pudientes hasta las madres solteras en paro, cobraran los mismos 2.500 euros. Tampoco parece a priori muy de izquierdas invertir un dineral en poner trenes AVE por toda la geografía española, a un coste disparatado, y apenas mejorar las redes de Cercanías, cuando los primeros son para ejecutivos y clases de cierto poder adquisitivo y las segundas para la gran mayoría.
Sin embargo, el debate se reduce prácticamente a nombres, a la batalla de la sucesión. Sí, parece normal que a muchos les resulte inaguantable la permanencia de Miguel Ángel Heredia y Francisco Conejo al frente de los socialistas malagueños tras tantas derrotas y tantos fiascos. Es comprensible que muchos militantes se indignen cuando escuchan propuestas para limitar mandatos o permanencia en puestos de boca de quienes llevan dos décadas repartiéndose cargos públicos. Es muy humana la rabia y frustración de algunos -aunque lícito, resulta algo chocante ver en plan indignado a quienes llevaban hasta hace poco los mismos veinte años en el poder- de los que se citan hoy en el Centro Cívico para articular una corriente crítica. Pero sabiendo de dónde vienen, lo primero que tienen que decidir los socialistas si quieren recuperar alguna vez primero el crédito y luego el voto de la mayoría es quiénes son y a dónde quieren ir. Sin nuevas ideas ni un nuevo respeto a un electorado maduro que ya no se cree el cuento del lobo, de nada servirá enfrascarse, otra vez, en una guerra intestina para decidir quién está al mando de la nave que va a pique.
Griñán pide evitar que España sea “ocupada por la ola conservadora” del PP
El secretario general del PSOE andaluz, José Antonio Griñán, designado candidato a la Presidencia de la Junta en las elecciones de marzo de 2012, se ha comprometido a ofrecer “un buen Gobierno para el cambio” y ha instado a evitar que España “sea ocupada por la ola conservadora” del PP.
El comité director del PSOE-A -máximo órgano entre congresos- ha designado por aclamación a Griñán como candidato para las elecciones andaluzas que se celebrarán en la segunda quincena del próximo marzo, previsiblemente el día 25. Esta es la primera ocasión en la que Griñán se presenta como candidato tras haber sucedido en la primavera de 2009 en la Presidencia de la Junta y al frente del PSOE andaluz a Manuel Chaves, que estuvo al frente del Ejecutivo autonómico diecinueve años.
“Emocionado” por el apoyo que ha recibido, el candidato ha hecho suyo el eslogan de la precampaña socialista, “Hagamos nuestro propio camino”, con el que apelará al voto útil tres meses antes de que comience el tramo final para los comicios. “La gente quiere cambio, pero decir que el PP lo es, es como ponerse pantalones bombachos para ir a la moda”, han planteado con ironía Griñán, que ha trazado en líneas generales algunos de los compromisos que adquirirá cuando llegue la campaña al asegurar que ofrecerán “un buen gobierno para el cambio, no un cambio de gobierno, como plantea el PP”.
En su intervención ante del comité director, en el que estuvo arropado por dirigentes federales como el presidente del partido Manuel Chaves y el secretario de Organización, Marcelino Iglesias, Griñán ha instado a los cuadros socialista a evitar que España “sea ocupada por la marea conservadora” del PP y a propiciar que la “recuperación” del voto socialista comience en Andalucía.
Para conseguir el “desafío de ganar” los comicios, que ha considerado “complicado”, ha apelado a la unidad, a la fortaleza, a la humildad y a “multiplicar” los esfuerzos de los militantes, y ha apostillado: “Tenemos que salir a la calle, que ya es hora”.
Griñán ha aprovechado su discurso para ensalzar el “espíritu andaluz” que hizo posible la Transición, una forma de “rebeldía revolucionaria pacífica” al que ha apelado para animar a los dirigentes socialistas a “cambiar las cosas, no ser conformistas y eludir la resignación”.
Después de advertir de que “ninguna” conquista social es irreversible, pese a los logros conseguidos, el candidato ha pedido a los socialistas salir “del escozor y el mal sabor” de las derrotas en las municipales y generales. “Somos un partido de gobierno, pero no solo encontramos su razón de ser en el gobierno. Nunca nos hemos rendido. Podemos conseguirlo. El reto es el más difícil, pero es el que más nos gusta”, ha indicado.
Griñán ha vuelto a situar la prioridad de su partido en el empleo y la recuperación económica “sin retroceder” en el modelo social, y ha reprochado al PP que haya usado el paro como “garrote político”, así como su discurso “ventajista y de ambigüedad”. Como contraposición, ha sostenido que posición del PSOE en el Congreso “no pasará por aliarse con la crisis para derribar al gobierno, como hizo el PP, sino en aliarse con el gobierno para derribar a la crisis”.
El secretario de Organización del PSOE, Marcelino Iglesias, ha trasladado a Griñán el apoyo de la dirección federal, un apoyo -ha dicho- para ganar las elecciones, y ha pedido a los socialistas andaluces que estén unidos para “ser imbatibles”. “El PSOE andaluz es el núcleo duro del partido a nivel federal y sin él no se entendería ni su historia ni la transformación de Andalucía”, ha esgrimido Iglesias, que dicho que el candidato del PP, Javier Arenas, tendrá “siempre el pecado de no haber apostado” por una Andalucía “de primera”, en referencia a su posición en el referéndum por la autonomía plena.