El banco de alimentos de Manresa atiende a 500 familias al mes
“Cuando doy pan a los que tienen hambre, dicen que soy un santo. Cuando pido, porque no tienen para comer, dicen que soy comunista”. Esta frase del obispo Hélder Câmara es uno de los últimos tuit publicado por Sor Lucía Caram, monja dominica contemplativa de la rama de clausura que en pocos años se ha convertido en buque insignia de la lucha contra la pobreza en la Catalunya central. Sabe que su figura despierta admiración y antipatía a partes iguales, y más después de aliarse públicamente con la familia Tous en la defensa de su yerno Lluís Corominas.
Mujer con facilidad de oratoria y persuasión, no le faltan argumentos ni buenos contactos –ella añade “y un gran equipo de voluntarios”– para conseguir a la máxima velocidad todo lo que se propone. “Los más conservadores me dicen que me dedique a orar y los más anarquistas que deje de hacer caridad y empiece a hacer justicia. En ambos casos no entienden lo que hago y me ven como una mosca cojonera”.
Caram asegura que al principio le dolía que le pusieran etiquetas pero ahora, desbordada por las cada vez más numerosas familias que acuden a pedirle ayuda a través del banco de alimentos de Manresa, no le presta menor importancia y eso le da libertad para seguir fiel a su consciencia.
Por si esto fuera poco, su forma de ser y expresarse tampoco ha sido siempre comprendida por la Iglesia. “Para la Iglesia yo soy de izquierdas y contestataria, pero para los anarquistas soy clerical y estoy aliada con el poder. No me siento identificada ni lo que dicen unos ni otros”, asegura Caram, que dice sentir en sus compañeras de convento sus máximas aliadas.
Fue junto a sus hermanas de santa Clara con quienes a finales del 2008 decidieron buscar una solución al número creciente de familias que cada mañana llamaban a las puertas del convento a buscar un bocadillo. Organizaron recogidas de alimentos y con el apoyo del ayuntamiento establecieron un punto organizado de distribución de comida. La Plataforma Ciudadana de Solidaridad, que cada vez era más imprescindible para Manresa, acabó con los pocos ahorros del convento. Una noche, delante una factura que ya no podía pagar, Caram recuperó de su cartera una tarjeta que le había dado su buen amigo José Bono, expresidente del congreso, con el correo personal de Rosa Oriol. “Pepe me dijo que si alguna vez tenía problemas la familia Tous sabría cómo ayudarme. Y así lo hice: le mandé un correo diciendo que su ciudad la necesitaba. El día siguiente una de sus hijas estaba al convento para sacarme del apuro”.
Poco después los Tous cedieron un local más espacioso al banco y en septiembre ya era 250 las familias que acudían a él de forma estable. Pero el local de la calle Sobrerroca también quedó pequeño, en dimensiones y retos: no querían dar únicamente comida, sino también acoger a los más necesitados hasta conseguir su reinserción. Fue entonces cuando optaron por organizarse a través de una fundación que tendría el nombre de Rosa Oriol y trasladarse a las amplias instalaciones actuales, también de la conocida familia de joyeros.
Actualmente el banco de alimentos atiende 450 unidades familiares derivadas de servicios sociales, aunque ha llegado a superar las 700 en un mes. “Nos dicen que tenemos que dar la caña y enseñar a pescar. Pero con la situación actual tendríamos muchos pescadores con hambre. Así que primero afrontamos la urgencia y después ya vendrán nuevos proyectos para ayudar a emplear”, argumenta Caram.
“La primera vez que entré al banco me moría de vergüenza. Si no fuera por estos ángeles en el mejor de los casos estaría pidiendo en la calle”, explica José, de 28 años y con tres hijos por mantener. Vive en una habitación alquilada y hace meses agotó el paro. Carmen, que es limpiadora, tiene hoy su primera sesión: “nunca habría pensado acabar utilizando este servicio, estoy muy nerviosa”. “Es un bache y vas a remontar, y algún día tú también serás voluntaria”, le contesta una de las encargadas de valorar su caso y asignarle los puntos que después podrá canjear por comida: 45 por un litro de leche, 70 por un paquete de arroz o 15 por una bolsa de verdura congelada. Por su situación de familia monoparental, dos hijos e ingresos fijos de 600 euros a Carmen le darán unos 500 puntos.
Sor Lucía Caram sabe que en un espacio donde se vive a diario la desesperación sería un buen escenario para evangelizar y sumar nuevos fieles. Pero aunque para ella la palabra de Dios es su motor y fuente de inspiración “mis 130 voluntarios no van a misa, pero son practicantes porque viven el compromiso con las personas. Practican la justicia”.
A los colaboracionistas de la iglesia ni agua, total, para que luego se lo den todo a inmigrantes y se lo nieguen al compatriota.