De Guerra a Guerrero
Me gustaría tomar un café con Juan Guerra. A principios de los noventa el hermano del vicepresidente pasó a la historia como la encarnación de la corrupción; el disfraz de barbudo con maletín triunfó en los carnavales e incluso se publicó una historieta de Mortadelo y Filemón con su caricatura como protagonista. Juan Guerra fue mediáticamente crucificado, padeció y fue civilmente sepultado, condenado a un exilio social que cumple todavía.
Tras ser juzgado por delitos de cohecho, fraude fiscal, tráfico de influencias, prevaricación, malversación de fondos y usurpación de funciones, sólo fue condenado a pagar una multa de 150.200 euros por fraude fiscal. Guerra no debió salir millonario de aquellos años turbios de intermediario, porque para el pago de la multa le fue embargado un piso y todavía debe afrontar un juicio por alzamientos de bienes derivado de la venta de aquel inmueble.
El caso Juan Guerra fue un caso de corrupción de libro, pero hoy no tendría la relevancia descomunal que acaparó en los mejores años del felipismo. El hermanísimono pasaba de ser un mediador entre la administración y los empresarios para agilizar las gestiones, sobreexpuesto en el mundillo por sus vínculos familiares y por disponer de un despacho en la delegación del Gobierno. Pero las cantidades económicas que manejó Juan Guerra parecen hoy una limosna dominical en comparación con los 650 millones de euros que gestionaba la trama de los ERE. Guerra intermediaba para cerrar contratos legales, sujetos a los controles administrativos pertinentes, y el dinero provenía de las partidas establecidas para dicho fin.
En el expolio de los ERE, el saqueo se ha producido al margen de los controles administrativos, con la reiterada objeción de los interventores y con dinero que estaba destinado a los parados. Del «caso Guerra» al «caso ERE» hay un largo camino de depravación que ha recorrido la Junta de Andalucía, el mismo espacio que marca la distancia moral entre los inocentes cafelitos de Guerra y las rayas de cocaína de Guerrero.