Otra perla
En el año 2007 una doctora del Hospital Virgen de la Nieves en Granada, denunció que en ese centro sanitario se manipulaban las listas de espera para reducir su impacto en la opinión pública, al tiempo que se retrasaban las intervenciones. La fiscalía concluyó que no sólo era cierto, sino que se trataba de una práctica habitual del SAS. Esta afirmación tan contundente no modificó ni un ápice las pautas tramposas en la Consejería de Salud.
La profesional denunciante lo hizo porque se negaba a maquillar los datos y a perjudicar con ello a los pacientes víctimas del engaño. El SAS la sometió a tal acoso que se ha visto obligado a indemnizarla con 120.000 euros.
En 2008, el grupo Popular presentó una iniciativa parlamentaria que pretendía la creación de una comisión de investigación que aclarase las directrices establecidas por el SAS en lo referente a la gestión de las listas de espera. Lo hicimos porque en el hospital malagueño, Carlos Haya, también parecía existir una manipulación similar. Naturalmente el PSOE votó en contra de la propuesta, fiel a su línea de los últimos dieciséis años que ha impedido todas las investigaciones en el Parlamento.
Nos llamó alarmistas, catastrofistas, enemigos del sistema sanitario público y otras muchas lindezas recurrentes que usan en todas las ocasiones. La consejera dijo que tales prácticas fulleras eran fruto de nuestra maliciosa imaginación. Siempre hemos sabido que mintió, pero ahora podemos demostrarlo con la documentación del propio SAS que obra en nuestro poder.
En septiembre de 2007 finalizó una investigación interna puesta en marcha por el SAS para averiguar si en Carlos Haya se llevaban a cabo determinadas prácticas de manipulación de las listas de espera. El resultado fue concluyente: las trampas se hacían de forma rutinaria y de varios modos perfectamente diseñados.
La consejera guardó el informe en un cajón, ocultándolo a los grupos parlamentarios y a los propios profesionales sanitarios. No cambió las directrices y con su consentimiento se ha seguido engañando a los pacientes, sacándolos de las listas, haciéndoles perder sus derechos adquiridos por los decretos de tiempos máximos y abusando de un poder que, lejos de dirigirse al bien común, se emplea para intereses partidarios.
Algunos procedimientos quirúrgicos están blindados en cuanto a sus tiempos máximos de espera. En teoría, 120 días ó 180. Para otros no se establecen límites temporales. Los que sí los tienen, suponen una garantía para los pacientes que saben desde el principio el tiempo máximo que puede tardar su intervención. Pero nada sucede así. Hecha la ley, hecha la trampa. Ni se respetan esas esperas, ni los pacientes son informados de lo que se hace con sus derechos. No se enteran cuando los sacan de las listas. Tampoco se enteran cuando los introducen en ese cajón de sastre llamado Suspensión Temporal.
En este caso se para el reloj, pero la garantía debe seguir existiendo. Ocurre cuando los enfermos son reevaluados y por razones médicas no pueden ser operados en ese momento. Pues bien, un tercio de los enfermos en suspensión por tal motivo no han alegado problema alguno ni han sido evaluados nuevamente por su médico. No consta en su historia clínica esa revisión. Con esta estrategia se quitan de un plumazo a un número importante de pacientes sin que ellos sepan nada en absoluto.
Otro procedimiento para la suspensión temporal es que el enfermo solicite por problemas personales una demora en la intervención. Sin embargo en el 90% de los expulsados por este método, no figura documentación alguna en sus expedientes que acredite dicha petición, lo que no impide que aunque en ningún caso correspondiese, los echen de la lista de espera. Tampoco aquí el paciente es conocedor de la trampa que le han tendido.
No me quiero extender, pero hay más maniobras torticeras para deshacerse de los enfermos y disminuir los vergonzosos datos que evidencian la mala gestión. Los eliminan, los manipulan, los maltratan y les mienten en toda regla. Así ofrecen unos números falsos pero más aceptables. El fin justifica los medios, por muy espantosos que estos sean.
Es otra perla de la política socialista. Esa que parece no compadecerse, no tener escrúpulos, que no se frena ante nada, que no conoce límites. Es como el fraude de los EREs, pero esta vez con enfermos de la sanidad pública. Me dan escalofríos.
*Alcaldesa de Fuengirola y cabeza de lista del PP al Parlamento de Andalucía por Málaga.