Equivocada estrategia sindical
En estos momentos, con casi 5,3 millones de parados, un cierre de negocios próximo al medio millón y uno de cada dos jóvenes sin empleo, no puede asumirse ni tolerarse la actitud de los llamados sindicatos mayoritarios, concretamente CC.OO y UGT, cuyos secretarios generales, Fdez Toxo y Méndez, pueden ser considerados los únicos ciudadanos con un puesto de trabajo blindado y percibiendo un sustancioso sueldo. Su llamada a las movilizaciones contra la necesaria reforma laboral del Gobierno, es un contrasentido cuando el 83% de los desempleados afirman que dichos sindicatos, ni les defienden, ni les representan.
Contra viento y marea, contando con la oposición sindical y política, la reforma laboral recientemente aprobada por el Consejo de Ministros, saldrá adelante. Su contenido supone un cambio de comportamiento total en lo que afecta a las relaciones laborales que regían hasta ahora, consideradas obsoletas comparativamente con las existentes en las restantes democracias europeas. Todo lo que no suponga la supervivencia y desarrollo empresarial como elemento generador de puestos de trabajo, son ganas de perder el tiempo. Debemos reconocer que nuestro tejido productivo, en un 90%, está compuesto por pequeñas y medianas empresas, que son precisamente donde CC.OO y UGT cuentan con menor arraigo y representación; circunstancia que le impide imponer sus estrategias y manejos.
La nueva ley laboral contempla también la liberalización de los cursos de formación, por cuyo conducto y control perciben los sindicatos más de 7.000 millones de euros anuales de dinero público, lo que supondrá otro recorte de influencia con la consiguiente pérdida de poder , que las centrales sindicales interpretan como un ataque del Gobierno a sus derechos.
No es menos cierto que la citada reforma no constituye el “bálsamo de Fierabrás”, toda vez que la recuperación del empleo no será un proceso inmediato como están interpretando algunos. Las maldades cometidas durante los siete años anteriores de Gobierno socialista, no pueden solucionarse en dos meses, pero de alguna forma hay que sentar las bases para que las empresas se fortalezcan y puedan comenzar a crear puestos de trabajo sólidos y duraderos, cuando la economía comience a recuperarse que también ocurrirá.
Lo fácil para el Gobierno del PP sería seguir mintiendo y soltando imbecilidades tales como la pamplina de los “brotes verdes” que hicieron famosa a la ex vicepresidenta económica Elena Salgado, burdo engaño por el que es exclusivamente recordada esta nefasta política. Mentalicémonos que nadie compraría deuda pública española, si no ofrecemos la necesaria seguridad de ser capaces de devolverla, y nuestro país, necesariamente, precisa de tal apoyo financiero. Algo que sistemáticamente ocultan los sindicatos.
Tal como está el panorama, las organizaciones sindicales, no todas, se ven en la obligación de aparentar que están librando una tremenda batalla para tratar de frenar la reforma laboral, a sabiendas que eso no ocurrirá ni con huelga general incluida, que posiblemente no convocarán por temor, muy fundado, a encontrarse con otro fracaso como el la última realizada. Por el momento se dedicaran a las citadas “movilizaciones” en las cuales participarán miembros del 15-M y algún otro grupo debidamente manejados, cuya repercusión también está siendo cuestionada.
A nivel político, la postura del PSOE, en franca alianza con CC.OO. y UGT, tampoco parece excesivamente acertada. La imagen de Rubalcaba soltando sandeces y secundado por la peculiar Valenciano sobre la reforma laboral con su “todo a 20”, cuando ha sido él y el Gobierno socialista del que formó parte el mayor causante del paro en España, es vergonzoso. Tratar de vender demagogia a estas alturas vinculándose a los sindicatos, resulta un producto asquerosamente intragable. Los comportamientos manipuladores pierden credibilidad en progresión geométrica y los ciudadanos comienzan a hartarse de tanto populismo barato e inútil como el que han soportado en las dos últimas legislaturas del PSOE.
Más que protestar para ganar influencia, los sindicatos deberían preguntarse como han caído en tal descrédito y que pueden hacer para recuperar credibilidad y prestigio que tanto necesitan esencialmente entre los trabajadores y la sociedad en general. Como punto de partida, no estaría nada mal que tratasen de imitar los comportamientos de Nicolás Redondo (UGT) y Marcelino Camacho (CC.OO.), renunciar a las subvenciones millonarias que reciben de la Administración y mantenerse sólamente con las cuotas de los afiliados.