El Barça de rondo infinito no es de este mundo
Se agotan los adjetivos, los calificativos, las loas de admiración ante este ‘dream team’ de rondo infinito, capaz de anotar 26 goles en los seis últimos partidos y de no encajar ninguno. Tan superior es el Barça a sus rivales, al menos hasta la fecha, que los partidos se hacen ya repetitivos, que no aburridos, porque los azulgrana fabrican bordados milimétricos. No son duelos, son escenas en las que uno se pasea y disfruta jugando con el balón, como si dar buenos pases fuera cosa de niños, y otro se limita a correr detrás del esférico, a ver combinar a sus oponentes con suma precisión y a sufrir de impotencia.
Si no fuera por una razón mediática, sería lo mismo que enfrente estuviera el todopoderoso Real Madrid o la recién ascendida Real Sociedad. El cuero es azulgrana, y no hay más que hablar.
Esta vez Guardiola dio descanso a Busquets y reservó a Piqué, a una amarilla de perderse el derbi catalán que tanto inquieta al técnico azulgrana. Sabe Pep que si Xavi, Iniesta y Messi están cerca de su mejor nivel, frenarlos resulta una quimera. Y que cualquiera de los actores restantes, es extraordinario. En especial Pedro, un futbolista con una progresión descomunal. En la cantera ‘culé’ iban a desprenderse del extremo canario, pero que Guardiola lo impidió tras observar un vídeo con sus evoluciones.
Ojo de sabio
Es igual plantarse en el Camp Nou con cuatro atrás o cinco, con un ‘pivote’ o dos en el medio, quedarse agazapado en defensa, con Griezmann más retrasado que nunca, o tirar la línea y presionar arriba. Con o sin espacios, el Barça es capaz de hacer encaje de bolillos. Filigranas, orfebrería, arte puro de la escuela catalana de La Masía. Para el común de los humanos, sería más fácil encontrar una aguja en un pajar que dibujar acciones tan trenzadas en espacios tan reducidos. Una mezcla portentosa de automatismos e improvisación, de magia y de rutina futbolística.
Tan bonito lo hace el Barça que a los adversarios les cuesta incluso desmerecer el espectáculo con otro tipo de fútbol, más antideportivo si se quiere. Debieron pensar los de Martín Lasarte que, si te van a ganar igual, no merece la pena jugar duro, morder, quedar en evidencia y recibir críticas por pegar. Ciertamente, el Barça pintó un fútbol de tiralíneas, pero los donostiarras hicieron más bien poco por impedirlo. Fueron muy blandos.