Vergüenzas cubanas
Casi pedían perdón por estar mientras desgranaban su vía crucis en la entrevista que les hacía Helena García Melero en Els matins. El jueves era el día de Apoyo a los Periodistas Encarcelados, que celebra la oenegé Reporteros Sin Fronteras, y por eso alzaron la voz. Ricardo González Alfonso, director de la Revista Cuba, premio Periodista del año 2008 y condenado a veinte años de cárcel por sus críticas al régimen, fue uno de los presos que llegaron a España en julio pasado, fruto de los acuerdos del régimen castrista con la Iglesia católica. A su lado estaba Julio César Gálvez, director de Radio Progreso, condenado a quince años, y también exiliado en lo que ellos llaman la “madre patria”.
Pero escuchando sus angustias, la “madre patria” oficial bien parecía una madrastra. Pasados los días de la foto y el flash y con la galería adornada con algunos cubanos exiliados, que siempre quedan bien en el currículum, la actitud gubernamental ha sido tan deplorable, que cabe pensar que interesaron para la galería de trofeos de Zapatero, pero nunca arañaron la corteza de su conciencia. Abandonados a la suerte de un acuerdo de acogida de mínimos y con la ayuda de Cruz Roja y alguna otra oenegé, estos presos políticos denuncian la situación de “limbo jurídico” en la que se encuentran, sus condenas no han sido derogadas y a todos los efectos podrían volver a prisión, tanto ellos como especialmente los que se quedaron en Cuba, y por los cuales alzan la voz sus compañeros residentes en España.
De todo lo que han denunciado estos días, me quedo con algo que personalmente me ha impresionado: ni un solo miembro de la ejecutiva socialista los ha visitado, hasta el punto de que no entienden que el mismo Gobierno que tanto vendió acuerdos “humanitarios” con Cuba –al tiempo que hacía la pelota al régimen– no se haya preocupado por conocer de cerca a dichos “humanitarios”.
Sus vidas, sus cárceles con moho, con ratas, con violencia, sus miedos, sus muchos años sin familia, sin esperanzas, su brutal castigo simplemente por luchar por la libertad, nada parece ser del interés de los ínclitos dirigentes de la izquierda dirigente, como si estos exiliados políticos sólo fueran el titular de la propaganda política. ¿No quieren conocer nada de sus vidas? ¿No forman parte de los mitos de sus luchas? Sinceramente, me cuesta imaginar que los mismos exiliados políticos, pero provenientes de algún fascismo de los de antes, estilo Pinochet o Videla, hubieran recibido el mismo trato. Sin duda habrían sido paseados por los mítines de la progresía como ejemplo de valiente lucha. Pero estos son cubanos, y Cuba siempre está a medias tintas entre la nostalgia de las revoluciones adolescentes y la pesada realidad de su maldad dictatorial. Quizá son incómodos para los viejos pósters progres del Che Guevara… Lo cual es una vergüenza política pero, sobre todo, es un síntoma de inmadurez democrática.