Día de la mujer trabajadora. Otra vez las consabidas feministas de género radicales (no las que defienden la igualdad de deberes y derechos de todos los ciudadanos) nos volverán a hablar de las discriminaciones sociales que sufren las féminas, las brechas salariales entre sexos, y la falta de mujeres en los órganos de gobierno y consejos de administración de las empresas.

Otra vez nos contarán una parcial visión desde un punto de vista subjetivo y erróneo (el suyo) basándose en la necesidad de implantar un sistema de cuotas, por que sí, buscando una igualdad de género absoluta que no se sostiene ni en el fondo ni en la forma sin llegar a ninguna solución. Lo suyo sería plantear correctamente el problema.

Hombres y mujeres no somos iguales. No tenemos el mismo físico, no tenemos el mismo órgano reproductor, no tenemos el mismo cerebro. Resolvemos los problemas y conflictos que se nos presentan de modo distinto, asumimos nuestras responsabilidades de modo distinto y distinta es la forma en que nos relacionamos. Si bien la ciencia está demostrando que estas diferencias son biológicas, pueden modificarse con la educación y el desarrollo pero nunca hasta el punto de amalgamarse ambos sexos totalmente.

Los argumentos feministas son falaces. No es cierto que las mujeres ganen menos por el mismo trabajo, sería ilegal y bastaría una denuncia al juzgado; les darían la razón. La verdad es que los hombres asumen más actitudes de riesgo, son más agresivos y competitivos y así acceden a puestos mejor remunerados. Mientras no acepten esto, las feministas seguirán vendiéndonos humo pero para defender sus verdaderos intereses sectarios, no los de la mujer en general.

Ver anterior artículo: “Las mujeres no están por la labor”.