Irán juega al gato y el ratón con Occidente en torno a su programa nuclear
Irán continuó en el año 2010 con el “juego del gato y el ratón” en torno a su polémico programa nuclear, acusado por las potencias mundial de querer desarrollar armas atómicas, algo que el régimen de los ayatolas niega.
A pesar de una nueva resolución de sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU, adoptada en junio pasado, los iraníes no están dispuestos a dar su brazo a torcer y no ofrecen más garantías de que sus actividades nucleares sólo tienen fines pacíficos.
Por eso, los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) sostienen un año más que no se ven en condiciones de confirmar la naturaleza pacífica del programa nuclear iraní.
En el centro de la polémica sigue estando el programa de enriquecimiento de uranio de Irán, que en vez de suspenderse como lo pide el Consejo de Seguridad, se ha ampliado. Según el último informe técnico de la agencia nuclear de la ONU, Irán disponía a finales de noviembre de 2010 de 3.115 kilos de uranio poco enriquecido (LEU, en sus siglas en inglés).
Esa cantidad es teóricamente suficiente para fabricar tres bombas atómicas, de acuerdo con los cálculos de expertos internacionales. Pero no es sólo la cantidad de ese material la que preocupa sino también el nivel de enriquecimiento, que los iraníes han logrado aumentar ya hasta el 19,75 por ciento.
Esa pureza está justo por debajo del 20 por ciento, a partir del cual se habla de “uranio altamente enriquecido” (HEU). Y es precisamente el HEU el que se necesita para fabricar bombas nucleares, aunque eso sí, con una pureza superior al 90 por ciento.
Pero con los porcentajes alcanzados por Irán sus técnicos han dado un paso de gigante hacia el dominio completo del llamado “ciclo de combustible nuclear”, lo que incluye implícitamente la capacidad de fabricar armamento atómico.
Con esos conocimientos en mano, Irán mantiene su táctica de bloquear cualquier intento de la comunidad de forzar una suspensión de sus actividades más delicadas y ha anunciado la construcción de nuevas plantas de enriquecimiento, lo que ha causado malestar e inquietud en Occidente y en el propio OIEA.
Un intento impulsado por Brasil y Turquía de desbloquear el “punto muerto” de las conversaciones tampoco tuvo éxito.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, y el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, acudieron personalmente en mayo a Teherán para arrancar un compromiso de Irán sobre el LEU para un reactor científico en la capital iraní.
La idea se basada en una propuesta del ex director general del OIEA Mohamed El Baradei, según la cual Irán enviaba 1.200 kilos de LEU al exterior a cambio del combustible para el reactor de Teherán, con el que se fabrican isótopos para la lucha contra el cáncer.
A regañadientes los iraníes aceptaron el trato, aunque las potencias occidentales, incluyendo Rusia y China, lo rechazaron al considerar que llegaba demasiado tarde para cumplir los objetivos establecidos por la propuesta de El Baradei.
Es que esos 1.200 kilos de LEU dejan a Irán con suficiente material para poder fabricar una bomba, la principal preocupación de los occidentales, con EEUU e Israel a su cabeza, lo que no crearía el esperado efecto de confianza mutua.
Así las cosas, el Consejo de Seguridad adoptó el 9 de junio pasado una cuarta ronda de sanciones contra Irán, que esta vez incluye un embargo completo de armas, prohíbe cualquier actividad relacionadas con misiles balísticos y congela bienes de la Guardia Revolucionaria, entre otras medidas punitivas.
Después del verano, y con el trasfondo de algunos problemas técnicos en los avances iraníes, la alta representante de la Política Exterior de la Unión Europea (UE), Catherine Ashton, propuso volver a la mesa de negociaciones.
Teherán tardó varias semanas en responder, al tiempo que no se cansó de destacar que no pretende hablar sobre su programa nuclear sino que desea negociar un acuerdo más amplio.
Finalmente, se reunieron en Ginebra representantes del llamado grupo 5+1 (EEUU, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania) con el negociador nuclear iraní, Said Jalili.
El compromiso para un nuevo encuentro a comienzos de año en Estambul el único resultado tangible de estas conversaciones, dominadas por la acusación iraní de que algunos de sus científicos son atacados y asesinados.
Así las cosas, el conflicto nuclear iraní entrará en su noveno año sin posible solución a la vista y con la persistente amenaza de un ataque militar israelí o estadounidense en el horizonte.