Fernando García.- No es la primera medida disparatada que hemos escuchado, ni será la última. La escasez de recursos a unos gobernantes les estimula la imaginación y a otros les desata sus instintos primarios. En la Generalitat, los apuros económicos les están llevando a tirar de tijera sin dejar de exacerbar el nacionalismo.

Decididos a dar palos de ciego con la estaca nacionalista, ahora se les ha ocurrido pedir que el resto de España pague al Gobierno de Cataluña por lo que esta comunidad gasta en los alumnos españoles matriculados en universidades catalanas.

Parece de chiste, pero es verdad. Alguna lumbrera del gobierno de CiU presidido por Artur Mas ha echado las siguientes cuentas: en las universidades públicas catalanas los estudiantes solo pagan un 15% del coste real de los estudios, el resto sale de las arcas públicas. Y como en Cataluña hay 12.500 universitarios de otras comunidades que ni ellos ni sus familias pagan impuestos a la Generalitat, pues que sean sus respectivas comunidades autonómicas las que abonen el 85% del coste de la enseñanza.

En suma, que el gobierno nacionalista abriga la esperanza de pillar por esa vía 100 millones de euros al año. ¿Y qué pasa con los 3.000 alumnos de origen catalán repartidos por otras universidades españolas y cuyas matrículas tampoco cubren lo que cuestan sus estudios?

La ocurrencia del secretario de Universidades de la Generalitat, Antoni Castellà, la justifica equiparando su propuesta al modelo que ya existe de compensación por asistencia sanitaria entre poblaciones limítrofes. Aparte de que esto último no está nada claro -ahí está el conflicto reciente entre La Rioja y el País Vasco-, una medida así iría contra la cohesión territorial, aumentaría la burocracia administrativa y, sobre todo, sería un atentado contra la esencia de la Universidad.

Quienes pretenden instaurar este peaje no ignoran que desde hace ocho años está implantado en España el distrito abierto, para que cada uno se matricule donde desee sin limitaciones. Es lo propio de una institución abierta al intercambio de conocimientos y personas, nada que ver con un corralito ajeno a la universalidad y protector del localismo paleto.

Para ser justo y que cada palo aguante su vela, hay que tener en cuenta que esta deriva nacionalista de CiU no es ajena a dos cuestiones:

El anterior gobierno catalán del PSC con su tripartito dejó las arcas de la Generalitat en la ruina, sin que nadie del equipo de Artur Mas o de la oposición conservadora hayan exigido responsabilidades al nefasto José Montilla y sus socios.

En una de las frecuentes y vergonzosas piruetas de nuestros políticos, es notorio que el Partido Popular catalán de Alicia Sánchez Camacho, antaño implacable con el nacionalismo, desde que CiU les ha dejado unas migajas de poder y apoya a Rajoy en el Congreso ha pasado a ser un palmero o a mirar para otro lado ante los dislates, sobre todo verbales, del gobierno de Cataluña.