Javier Arenas, producto agotado
En las pasadas elecciones andaluzas, el haber conseguido 50 escaños, a la postre es lo mismo que 48 o 52, seguiría siendo una mayoría insuficiente para gobernar. Solamente la cifra mágica de 55 diputados resolvería la papeleta, algo aparentemente muy fácil tal como en su momento pronosticaron todas las encuestas.
Los motivos de la debacle sufrida por el Partido Popular el pasado domingo día 25, son varios y de distinto peso y consideración. Para ciertos editoriales y artículos publicados, la causa principal fue tratar de evitar una gran concentración de poder en el PP, ya que ello implicaría la pérdida del último bastión del socialismo, unido a lo mal que han aceptado los conservadores las subidas de impuestos. Para la mayoría de los andaluces ninguno de los dos argumentos les parece válido, aceptando el incluirlos pero en los últimos lugares y con escasa incidencia.
Existe un tercer fundamento al que se le concede mayor transcendencia, consistente en la corrupción galopante, abusos y todo tipo de latrocinios cometidos en Andalucía, que indudablemente le han restado votos al PSOE, pero no en cantidad suficiente y hasta el grado que se considera este fenómeno observado desde otros puntos de España. Los escándalos y tropelías ya no movilizan a nadie o a muy pocos en esta región. Al final, todo se solventa con la socorrida frase de …”todos los políticos son iguales”.
Por su parte, Javier Arenas, sin restarle méritos a su trabajo personal y de equipo, no ha logrado motivar ni transmitir la necesidad de cambio predicada. El PP ha utilizado razonamientos muy válidos en su campaña (paro, renta per cápita, sanidad, enseñanza, etc)., pero aún así, debe reconocerse también que “el producto Arenas” ya está muy visto y agotado por mucho que le cueste reconocerlo a su íntimo amigo Mariano Rajoy. Son muchos los andaluces que antes de perder la condición de instalados en la Junta de Andalucía y sus empresas públicas, ni se les pasa por la cabeza el votar otra opción que no sea PSOE. Su voto, el de sus familiares y estómagos agradecidos está perfectamente atado y bien atado. El no acudir al debate televisivo por parte del candidato fué un error imperdonable y las disculpas alegadas totalmente ridículas. La renovación en el liderazgo es obligado tras el cuarto fracaso.
Posiblemente, la razón principal de la tragedia, obedezca a esa caída de 10 puntos de participación entre los votantes del PP. El culpable principal de la abultada abstención han sido los resultados de las encuestas, cuyos pronósticos daban por segura la victoria con mayoría absoluta a la formación conservadora. A los socialistas les venía muy bien que se emborracharan de éxito anticipado, porque ello les induciría, como así resultó, a que, fiándose unos de otros a la hora de ir a votar, fueron cantidad los que dejándose llevar por una absurda indolencia y pereza, pensaron que ya habrían sido mas que suficientes los que acudieron a las urnas y que su voto no sería necesario…¡pobres estúpidos! De ahí el mantra socialista cuando se les pedía un avance de opinión, siempre contestaban igual..¡Todavía hay partido!
El propio Pedro Arriola, eterno asesor del Partido Popular, sabía perfectamente que no se alcanzaría la mayoría absoluta. El PSOE , una vez más ha sabido utilizar hábilmente a los sindicatos que han colaborado con gran eficacia en la campaña, a cambio de seguir recibiendo sustanciosas subvenciones económicas en Andalucía.
El PP, en otro orden, no ha manejado correctamente todos los casos de corrupción aparecidos en el PSOE, dejándolo todo en manos de los distintos medios. Véase por ejemplo el tratamiento que le ha concedido TVE a estos temas y de que forma. Durante la comunicación de resultados por parte de TV-I, solo había que observar y escuchar a cierta presentadora como disfrutaba y esperaba que llegase el final del escrutinio. Un cero al presidente del Gobierno por no haber efectuado ciertos cambios desde el primer momento en el ente público. La información a los andaluces solo les ha llegado a través de Canal Sur (sin comentario) y TV-I; nunca a través de la prensa que se lee escasamente.
De cualquier forma, la apatía, e indiferencia con que se tomaron el acto de la votación unos cuantos miles (442.000) de presuntos electores del centro-derecha quedándose en casa, bien merece el castigo recibido, cuyas consecuencias habrá que calibrar a partir de ahora.