La Eurocracia
Es evidente que los neologismos enriquecen un idioma; y lo que es más importante, por medio de los mismos se da a conocer la cultura de aquellas naciones en que se habla. Es más, el neologismo, como en el caso a que ahora me refiero, ofrece al poeta una palabra consonante, que le puede ser útil paro rimar sus versos.
Pues bien, yo he descubierto un neologismo; y creo que lo he descubierto, porque hasta ahora, cuando escribo estas líneas, ni lo he leído ni lo he escuchado. El neologismo es este: “Eurocracia”. Como se ve, consonante con Democracia, Autocracia, Plutocracia, Oligocracia, Acracia y Burocracia.
¿Cómo explicar que aquella primera Comunidad del Carbón y del Acero se haya convertido en la Unión Europea y que el régimen político y el sistema económico de la misma pueda calificarse como Eurocracia?
Trataré de dar respuesta a la pregunta, haciendo una breve historia y terminando con unas conclusiones.
La idea surtió como un imperativo de la necesidad. Las dos últimas guerras habían destrozado a Europa, y no sólo materialmente.
Era necesario un esfuerza sobrehumano para restaurarla, después de que en Yalta se la repartieran las potencias vencedoras. Era imprescindible que reencontrara sus raíces vitalizantes. De no conseguirlo, en frase de Benedicto XVI, podríamos decir “adiós a Europa”.
Se hablaba, y aún más, se sigue hablando de Europa como problema; y tan grave, como decíamos, exactamente el 29 de mayo de 1989, que no faltan quienes pronostican el fin del ciclo europeo en la historia universal.
Hubo y hay un enjambre de autores pesimistas, forjadores de lo que se llama “poesía del ocaso”, para los cuales Europa se halla en su crepúsculo, o más aún, en la noche oscura del estertor. Se trata de la “decadencia de Occidente”, asegura Spengler, del “suicidio de Europa”, de que habla el príncipe Sturdza. “Europa es un navío que hace agua por todos sitios” aseguró Sartre. Europa, según Mauriac, está perdida, entre la demencia senil, a la que alude Luca de Tena, y la puerilidad, a que se refiere Ortega y Gasset.
Pio XII asegura que lo que se llama espíritu europeo (se basa) en la percepción de los valores espirituales comunes (pues), sólo ellos pueden mantener la voluntad firme de vivir unidos (15 de marzo de 1953).
Puede haber, en apariencia, unión del continente, y, sin embargo, no haber unidad. La unión aproxima por fuera; pero la misma proximidad y el acercamiento producen encontronazos muy duros, e incluso dramáticos, que pueden romperla. Para que así no suceda y los desencuentros se superen, hace falta unidad interior del sujeto colectivo que se llama Europa. La unión corre el peligro de romperse. La unidad, por el contrario, y por su propia riqueza creadora, crea, no la dispersión, sino la diversidad.
La discusión apasionada sobre si Europa debía ser una Patria común, o una Europa de las Patrias, o una Comunidad de regiones, puso de relieve que no era lo mismo lo que por unos y otros se quería.
Lo básico, lo fundamental, al menos para mí, es que sea una comunidad de europeos, que esté unida (como dije en un mensaje con motivo de las elecciones al parlamento de Estrasburgo), no sólo por la necesidad económica, sino por la voluntad de sus pueblos.
De aquí, que deseemos que surja en todos y cada uno de los ciudadanos del viejo continente la conciencia individual de que forma parte de una gran empresa común que se llama Europa.
Tres dirigentes políticos, católicos practicantes, no sólo bautizados sino evangelizados y evangelizadores: Konrad Adenauer, Alcide De Gasperi y Robert Schuman, se retiraron a un monasterio para reflexionar sobre el tema y poner en práctica sus decisiones. La reconstrucción de Europa, para ellos, no sólo se refería al continente, sino también a su contenido.
Lo que ocurre, es que una cosa es el proyecto del edificio, otra su construcción y otra, muy distinta, a qué va a dedicarse el mismo Para poner un ejemplo, que puede parecer disparatado, pongo éste: se proyecta una catedral; la catedral se construye, y después la catedral construida se convierte en un museo o en un mercado ¿Por qué? Pues, sencillamente, porque quienes deciden a qué se va a dedicar la catedral son muy distintos, e incluso adversarios, de los autores del proyecto. De la bandera de Europa con las doce estrellas de la Mujer del Apocalipsis, a una Europa que niega sus raíces cristianas, media un abismo.
La roca, el cimiento, la piedra angular, ha sido desechada, recuerda San Mateo (21, 42) ¿Pero cuál es la piedra angular que “elegida y preciosa si se desprecia (se convierte) en piedra de choque y roca de estrellarse” (I Pedro 2; 7 y 8) Creo que el evangelista alude con toda claridad a Cristo. El propio San Mateo añade que el que no recoge con Él, desparrama” (12,30).
El espectáculo que al día de hoy nos ofrece la Unión Europea no puede ser más lamentable, y no parece que pueda superarse con facilidad. La causa de esta situación, próxima al caos, no es otra que la desviación del proyecto inicial que, lógicamente, planteó el tema económico, el tema político y el tema militar, pero que ab initio, y como punto de arranque, se ocupó del hombre, y, en concreto, del hombre europeo, que fiel a lo que históricamente ha representado, es el eje decisivo, del que dependen las estructuras.
Entre los muchos discursos que pronuncié de cara a las elecciones europeas, recuerdo el del cine Europa, de Madrid, de 1 de marzo de 1987. En él, hice tres citas, que me permito traer a colación, porque a su luz se explica el desbarajuste a que con inquietud, angustia y temor asistimos.
Marcel de Corte ha escrito que las estructuras económicas, militares y políticas no valen sino por el espíritu que las anima.
Nicolás Berdiaeff ha solicitado con apremio la revolución del espíritu.
Arnold Toynbee ve en el resurgimiento de la Cristiandad la esperanza suprema de Europa.
Desde este punto de vista, que comparto plenamente, y que coincide con el planteamiento teológico del problema, creo que también, ab initio, hay que enfrentarse con el hombre europeo, que al lado del hombre de otras culturas es el hombre que, gracias a la Revelación, pudo adquirir una conciencia clara de sí mismo (autovisión) y de la Naturaleza circundante (cosmovisión).
El hombre europeo, como todo hombre, tuvo que sentirse en su habitat lógicamente sorprendido y perplejo. ¿No sería otra cosa que una pieza biológica más perfecta que las demás, pero sujeta al determinismo de la Naturaleza?
Cuando el hombre se inserta de un modo total en la Naturaleza no halla más que dos soluciones al problema radical del tiempo y, por lo tanto, de la muerte: o estima, con el panteísmo, que con ella pierde su identidad en el futuro por absorción cósmica, o entiende, con el reencarnacionismo, que esa identidad no se pierde, sino que retorna, de igual modo que retornan el día y la noche, el invierno y el estío. En los dos supuestos, la cultura se hace fixista, la religión conduce al quietismo del “nirvana” y la sociedad se petrífica. Las grandes culturas orientales, especialmente la hindú, al igual que la faraónica, la azteca y la incaica, así lo prueban hasta la saciedad.
Por el contrario, cuando el hombre tiene una respuesta clara a su pregunta ¿quién soy?, y cuando por ella sabe que es una parte de la naturaleza, una criatura, pero una criatura aparte y distinta de las demás; que en él lo “natural” es la sobrenaturaleza; que, como dice el Salmo 119 en su versículo 19, “es un forastero en la tierra”; que la Creación es, efectivamente, su entorno, pero también aquello que está llamado a dominar y no aquello que ha de dominarle y absorberle, escapa con su libertad a la tiranía de la naturaleza y a su tiempo cósmico.
Hemos llegado a la clave definitoria del hombre europeo y de la cultura por él creada. El hombre europeo, que es el hombre de la Revelación, no se inscribe en el tiempo cósmico, que es un tiempo cíclico, un continuo volver a empezar, que da vueltas, como las manecillas del reloj, y que se puede representar de un modo gráfico por medio de una circunferencia. El hombre de la Revelación vive en un tiempo distinto, en el tiempo propiamente humano, que es el tiempo psicológico, en el que no hay una vuelta a empezar, en el que no es posible, como dijera Nicodemo (Jn, 3,3), el regreso al vientre de la madre. El hombre de la Revelación no se ve envuelto y cegado por el presente: tiene un pasado que no vuelve, en el que con sus actos libres ha ido en su persona labrando su personalidad, y tiene un futuro, que ignora, que le inquieta y que le invita, como una llamarada, a la búsqueda y a la acción. De aquí, que el tiempo del hombre de la Revelación no pueda representarse por una circunferencia, ni tenga su expresión de medida en los relojes, sino que se dibuje como una línea, como una marcha incesante en busca de una meta trascendente.
La cultura del hombre de la Revelación, del hombre europeo, que tiene conciencia de futuro en el tiempo, y de inmortalidad, cuando el tiempo concluya, tenía que ser una cultura creadora, dinámica, descubridora, conquistadora, exportadora de sus propios valores. La cultura del hombre de la Revelación, del hombre europeo, fue capaz de conducir al cielo y de dominar la tierra, de adentrarse en el misterio del alma, con Santa Teresa y San Juan de la Cruz y de dar la vuelta al mundo, con Magallanes y Sebastián Elcano.
El hombre europeo comienza a difuminarse tan pronto como se deja seducir por dos tentaciones que afectan a su personalidad: la atracción de la Naturaleza y la atracción luciferina. El hombre europeo, hombre cristiano, imago Dei, se hace, en el primer supuesto, imago naturae, cayendo en el paganismo. El hombre europeo, el hombre cristiano, imago Dei, se hace, en el segundo supuesto, imago diaboli, cayendo en el satanismo En el primer caso se recicla en el tiempo cósmico y pierde el sentido de lo sobrenatural. En el segundo, no queriendo ser imagen de Dios, sino Dios mismo, se asocia al enemigo de Dios y con él se hace enemigo de los demás hombres.
La crisis de Europa, o dicho con mayor veracidad, la crisis de la Cristiandad europea, como fórmula política del cristianismo, comenzó a producirse cuando el hombre europeo cayó en una de ambas tentaciones. La cultura que crearía después, cautivo de ellas, tenía que ser una cultura separada de la Revelación. Desde ese momento, en la esencia de Europa se había inculcado el mal.
Desde ese momento, perdida su unidad moral, Europa aparece invertebrada, como escribe Miguel Azaola. Desde ese momento, la unidad quedó disgregada (Pío XII, 11-11-1948). Si ninguna civilización, se dice, ha sobrevivido a la muerte de su religión básica, se puede comprender tanto la frase de Dostoievski, “el Occidente ha perdido a Cristo, y por eso el Occidente muere”, como la de Jesús Fueyo, “la decadencia de la metafísica es la metafísica de la decadencia de Occidente”.
Hoy por hoy, la Unión Europea en la que lo económico marca la política, victimada por el capitalismo de especulación, autoriza a pensar que estamos viviendo una de las etapas del proyecto que busca un gobierno mundial, una religión sincrética y una moral subjetiva.
Estamos pendientes y a merced de un aparato ineficaz, que una de dos: o dicta desde un plano extranacional lo que el Estado de cada nación debe hacer, o coloca al frente de cada uno de ellos a quienes, conservando su nacionalidad, se encuadran en una casta política extranacional a la que sirven, y que obedecen las órdenes que se dictan desde algún lugar secreto.
La Unión Europea se ha configurado políticamente como un régimen inédito, que puede llamarse Eurocracia; régimen complejo, con miles de burócratas y organismos, que más que unir está desuniendo a Europa.
Un artículo excelente. Una mente privilegiada y un patriota español hasta la médula D. Blas Piñar.
Arriba España !
Muy bien
Gracias por este excelente artículo Don Blas. Un auténtico placer volver a leerle. Qué pena que no haya más “blases piñares” en esta pobre nación.
Sr. Piñar la U.E. es un timarro y es una estafa y lo único que busca es la destrucción de Europa, económicamente y racialmente, no hay que ser ningún genio para verlo.
Blas Piñar es todo un hombre de Estado, de los que lamentablmente ya no quedan ya no en España sino en toda Europa.
Qué clarividencia y qué razón tiene este hombre en todo lo que dice. El siguiente video que ya tiene más de 30 años bien pudiera ser de aplicación a los problemas que padece España hoy en día
http://www.youtube.com/watch?v=xImUIiz-0YY