Disculpas reales
En 2007, Randy Pausch dio una conferencia de despedida, una costumbre en las universidades americanas cuando un profesor se jubila. Sin embargo este era un caso muy especial porque el ponente se despedía… de la vida. Un cáncer de páncreas había decidido su futuro por él y no le quedaba mucho. Una de las perlas de aquella última lección de un gran profesor fue lo referente al arrepentimiento. Cuando uno comete un error debe seguir tres pasos fundamentales para su sinceramiento: Lo siento, es mi culpa, ¿qué puedo hacer para remediarlo?
En sus ya famosas palabras el rey ha cumplido con los dos primeros pasos pero ha fallado estrepitosamente en el tercero. Dijo: Lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir. La última parte es una promesa pero no una actitud humilde abierta a actuar en ningún sentido. Y ya está ¿Todos contentos? Creo que no.
El periódico Der Spiegel publica: “Las disculpas del rey parecen las de un niño travieso ante su mamá”. Y, aunque la mayoría de ciudadanía acepta en gran medida sus palabras tomándolas como sinceras, más parecen forzadas por la situación creada por su inoportuno viaje de caza, o sea, obligado por las circunstancias. Si realmente el rey ha querido pedir disculpas se ha olvidado, o ha obviado, lo más importante para creer en su verdadero arrepentimiento: Actuar en vez de prometer.