¿Gobierno de salvación o Gobierno de transición?
La duda es razonable. Porque si bien, antes de las elecciones, advertimos de la poca confianza que podía darnos Mariano Rajoy debido a sus extraños cambios desde que volviera a perder en 2008, hoy ya no se puede dudar de que el hoy Presidente desde hace ya 4 meses –cómo pasa el tiempo- está gobernado de una manera surrealista, alucinante, equivocada y francamente negativa para los intereses de la nación.
Es absurdo, por cuanto su gran mayoría absoluta ha resultado no servir para nada, que en todo busca aprobación del socialismo o del separatismo. Y bien que pedía durante la campaña electoral la mayoría que se le dio: “Pedimos una mayoría amplia para hacer las reformas que España necesita; seré un Presidente previsible, recuperaré la confianza, nosotros sabremos sacar al país de la crisis como hicimos en 1996…” Quizá no se daba cuenta de que la situación de 1996 era maravillosa comparada con la actual, a pesar de la ruina que siempre deja el socialismo cuando gobierna.
Pero cuatro meses después de su gran victoria electoral, Rajoy ya no tiene, ni debe buscar, excusas. Ya debería haberse dado cuenta de que los cálculos interesados no funcionaron en Andalucía; ya debía haber comprobado cómo la excusa de la mentira del déficit socialista no puede servir cuando antes de las elecciones se sabía del agujero que nos dejaba ZP –y era de esperar-; ya podría ir comprendiendo que no va a colar su proceso con ETA –la gente no va a tragar con chusma tipo Oyarzábal, por más extraños apoyos que le mantengan en su puesto después de haber insultado a las Víctimas del Terrorismo-; ya debería ponerse las pilas con la reforma del modelo de Estado; ya debería haber hecho algo para acabar con la vergonzosa cifra de abortos -un tema clave para quienes aún siguen confiando, a pesar de todo, en la evidente trampa que supone el PP- y ya por fin, Mariano Rajoy debía ir entendiendo que si no gobierna, no será él el gobernante que pase a la Historia por haber salvado a España de uno de sus peores momentos de ruina y fracaso nacional, sino tan solo será recordado como un mediocre Presidente de fin de ciclo, un gobernante de transición con la espantosa duda añadida de que no sabemos hacia dónde nos lleva.
Ya me gustaría a mí no tener que escribir estas cosas. Pero frente a lo que se ha dicho de las elecciones de Andalucía, pocos han señalado la lección de los 400.000 andaluces que votaron al PP en noviembre y que no quisieron volver a votar al PP en marzo. ¿Cuántos asesores de amplio salario habrán realizado un diagnóstico acertado de lo que ha ocurrido? Tampoco se está resaltando el impresionante resultado del Frente Nacional francés: tan sólo se repite “¡que viene la ultraderecha!” Sin caer en la cuenta de que hay millones de franceses que están tan hartos de la UE, del sistema, de la estafa de la política actual, como lo estarán cada vez más los españoles ante la irresponsabilidad del Gobierno que tan bien, y tan lamentablemente, sabrá aprovechar el PSOE. ¿No es evidente que precisamos urgentemente de reformas de gran calado? ¿Por qué ni siquiera el PP lo intenta?
Quizá haya una respuesta… Cuando hace un año corregía mi novela ‘La Tesis Prohibida’, jamás pensé que fuera tan cierto que algunos hechos criminales remotos pudieran explicar el presente y el pasado cercano. Pero lo que más me está quitando el sueño es que ‘La Tesis Prohibida’ está explicando el futuro que nos espera en un cortísimo plazo. Quizá Rajoy esté haciendo muy bien -para ciertos intereses- un extraño papel, pactado en el secreto del consenso que padece la nación, para cierta transición hacia algo que ya no podrá llamarse España.
Ni de salvación ni de transición, simplemente de TRAICIÓN.