De Rubén Darío
Hay un trío de poetas hispanoamericanos que me ha influenciado especialmente: Rubén Darío, José Santos Chocano y Amado Nervo. Una especie de tótem, pues. Creo que en mis primeros versos algo se desprende de su influjo. No hace mucho, al primero lo releí concienzudamente: “Poesías escogidas” (Edición preparada por Antonio Oliver Belmás), Ediciones 29; y “Azul” de Colección Fontana y prólogo de Francesc Lluis Cardona Castro.
Me vino en verdad un sentimiento un tanto extraño, pues para un servidor, Rubén ha sido siempre lo máximo. Es como si fuera mi “mentor espiritual” en los albores de mis inicios poéticos. No se crean que he cambiado de opinión, en mi persona siempre habrá un antes y un después de las lecturas del vate nicaragüense y siempre será una referencia de excelsa magnitud para mí. No obstante, he notado en estas (re)lecturas cómo los gustos van cambiando, cómo las formas de escribir van evolucionando con el paso de los años. ¡Bueno, ni que hubieran pasado tantos! Empero, en estos últimos tiempos, aun con la primeriza influencia de Rubén siempre en el corazón, quizá mi poesía ha bebido más de fuentes como Fernando Pessoa (Más exclusivamente a través de “Mensagem”) y sobre todo de Miguel Hernández.
Rubén fue uno de los grandes espejos en los que me fui mirando en los universitarios años, donde poco a poco me hacía americanista entre los historiadores. Rubén fue ese gran nexo para que yo me atreviera un día a publicar mis versos, y de hecho, creo que su influencia se nota bastante en mi primer poemario: “¿El amor es un embuste de poetas?” (El Taller del Poeta, 2010). Es una influencia que siempre latirá en mí, por tanto, es una relectura siempre de dulce obligación. Siempre tendré en mente la “Salutación del Optimista”. Y ahora he redescubierto el “Canto a la Argentina”. Y el recuerdo de la “Oda a Roosevelt”. Y cómo Valle-Inclán lo sitúa en su genial “Luces de bohemia”.
Siempre, con las mudanzas lógicas de la persona y el tiempo, pero siempre, siempre Rubén Darío, con los recuerdos más abigarrados de una época que me formó. Y ahora, que por fin he cumplido el sueño de estar en nuestra América, todo ello se me viene como un fúlgido torrente de simpatía y ganas.