Escenario del lugar donde tuvo lugar la tentativa de secuestro.

Situación límite. No se trata de crear alarmismo ni pretender alterar el papel institucional que concede la Constitución a nuestras Fuerzas Armadas, pero ante situaciones de emergencia nacional como la que vive España es imperativo algún gesto que tranquilice a una población abandonada por la casta política a su propia suerte. El balance es aterrador.

Sólo en las últimas 24 horas se han descubierto restos del cuerpo descuartizado de una mujer en Tarrasa. Todos los indicios apuntan a su marido magrebí como autor del suceso. Un anciano apareció brutalmente asesinado en su domicilio de Madrid. Más de veinte extranjeros han sido detenidos por acciones delictivas con violencia. En cuestión de horas, la mayoría estará nuevamente en libertad. Lo último ha sucedido hoy mismo en una pequeña localidad toledana.

La Guardia Civil de Torrijos (Toledo) ha detenido este martes a E.H.E.A., varón de nacionalidad marroquí por un presunto delito de tentativa de secuestro a una menor de dos años cometido este mismo martes en dicha localidad.

Sobre las 12.45 horas, la menor, de dos años de edad, se encontraba junto a su abuelo en la plaza de la localidad cuando, según ha informado la Delegación del Gobierno en una nota de prensa, el detenido se abalanzó sobre ella y agarrándola del cuello intentó llevársela.

Tanto el abuelo como el acusado estuvieron forcejeando durante unos minutos cuando este último intentaba llevarse a la niña, hasta que el abuelo consiguió zafarse y logró escapar con la niña, han informado a Europa Press fuentes de la Delegación del Gobierno.

Inmediatamente después de este incidente, el abuelo pidió auxilio a la Policía Local de Torrijos, que se presentó de inmediato en la plaza y localizó y trasladó al asaltante al cuartel de la Guardia Civil para que iniciaran las diligencias judiciales y procedieran a su detención judicial

El abuelo de la menor presentó denuncia formal en el Cuartel de la Guardia Civil de Torrijos sobre las 13.15 horas, estando ya la persona detenida y bajo custodia de la Policía Local.

Como suele ocurrir, la casta se aferra a un equivocado diagnóstico de la situación antes de erradicar la gangrena mortífera. En este caso se buscan causas atenuantes para rebajar la gravedad del suceso. Así, fuentes policiales han indicado que el detenido podría tener trastornos mentales y han añadido que no tiene ninguna relación con la menor que ha intentado secuestrar. ¿Y por qué son siempre los extranjeros supuestamente enajenados los que perpetran este tipo de acciones criminales y no los nuestros?

Reiteramos, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, dependientes del poder político, son incapaces ya de revertir una situación que se deteriora por días. La criminalidad en nuestras calles nos acercan más a Nicaragua que a la España civilizada y segura que conocieron nuestros mayores. El papel de las Fuerzas Armadas no es otro que el de proteger a la población española de cualquier agresión o amenaza. Pocas veces se habían dado circunstancias tan claras que justificaran la asunción de la seguridad ciudadana por parte de nuestros uniformados.

La vida de un sólo español vale más, infinitamente más, que todas las normas garantistas que están destruyendo nuestra convivencia colectiva. Sólo desde el sectarismo, desde la cobardía, desde el panfilismo o desde la traición podría admitirse que no estamos ante un caso de emergencia nacional.

El anterior Gobierno del PSOE movilizó a las fuerzas armadas para garantizar los servicios aeroportuarios durante la huelga del sindicato de controladores. ¿Era más importante un conflicto laboral que la integridad física de los españoles seriamente amenazada? ¿Cuántas más españolas tienen que ser violadas? ¿Cuántos más de nuestros mayores deben ser robados, apaleados y asesinados? ¿Cuántos más tentativas de secuestro como la de hoy deben producirse para que admitamos al fin que nos encontramos ante un verdadero problema de Estado? Los que ponen en peligro la seguridad y la tranquilidad de los españoles no están en Afganistán ni en remotos países. Se encuentran aquí, entre nosotros, disfrutando de la benignidad del Estado, de la complicidad de la casta dirigente, de la laxitud de las leyes y del asistencialismo de organizaciones progres como Caritas.

La dirigencia política nos ha fallado y ya nada bueno esperamos de ella. El engendro constitucional ya no responde a las emergencias de un país en bancarrota social, política, económica y moral. Es la hora de poner soluciones sobre la mesa y no los cansinos cuentos de siempre. Eso o que certifiquemos oficialmente la defunción de esta vieja nación por causas que sólo unos pocos se atrevieron a pronosticar cuando aún estábamos lejos de dejar de ser un país decente para alcanzar la condición de letrina.